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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La tímida reforma de la 'mili'

EL CONSEJO de Ministros aprobó la pasada semana el nuevo Reglamento del Servicio Militar, cuyo principal objetivo consiste en que el Ministerio de Defensa, y no los cuarteles generales de los ejércitos, controle y centralice los mecanismos de reclutamiento, la concesión de prórrogas, los sistemas de exclusión o exención de la mili y el establecimiento del contingente anual de mozos. La norma ayudará a que, bajo la dirección del ministro de Defensa, el reclutamiento sea más "ágil, flexible y eficaz" -como señaló la oficina del portavoz del Gobierno-, pero nada dice sobre !a actividad real y el papel que deben desarrollar los soldados en las Fuerzas Armadas.El reglamento, que desarrolla la ley del Servicio Militar aprobada en junio de 1984, establece un nuevo mecanismo simplificado de reclutamiento a través de centros regionales dependientes del ministerio. La información necesaria para el alistamiento de los mozos continúa basada en los ayuntamientos, a pesar de que en un pasado reciente hayan sido varios los municipios, especialmente dentro de la comunidad autónoma vasca, que se negaron a colaborar en ello. La nueva norma facilita los trámites para la obtención de prórrogas e introduce la novedad de que podrán conseguirlas los jóvenes que ostenten cargos públicos de elección popular o figuren en listas electorales. También podrán obtener prórroga de incorporación a la mili los mozos que se encuentren en circunstancias de conseguir un puesto fijo de trabajo. Ésta es una de las cláusulas establecidas en el reglamento para que el servicio militar no afecte, según Defensa, a las condiciones laborales del mozo al abandonar los cuarteles. El reglamento rebaja además a seis meses el servicio militar para quienes hayan superado los 28 años, declara excluidos a los travestidos y exentos a los objetores de conciencia: puntos todos ellos efectivamente necesarios en una política militar con voluntad de adaptarse a la Constitución y a la sociedad española actual.

Se introduce, de otro lado, un principio de semiprofesionalización de la tropa al incluir la posibilidad de que los jóvenes puedan incorporarse al servicio militar como contratados durante períodos renovables de 18 meses, dos años o tres años. En este caso, los soldados, preferentemente destinados a unidades de elite, cobrarán unas cantidades mensuales que serán determinadas en su momento. No era lógico que sistemas de armas tan complejos y de tan elevado coste como un carro de combate o un radar sean manejados por personal no especializado. Desde ahora y mediante los llamados voluntarios especiales, el Ejército dispondrá de especialistas formados en disciplinas técnicas que, en varios casos, les servirán también como capacitación para desempeñar, posteriormente, funciones profesionales en la vida civil. El reglamento señala a su vez (a conveniencia de que, en la medida de lo posible, los soldados cumplan el servicio en sus demarcaciones militares de origen, lo que evita trastornos personales añadidos y abarata tanto sus propios gastos como los de los presupuestos de Defensa. La medida, sin embargo, no podrá llevarse estrictamente a cabo por razón de las desigualdades demográficas entre regiones.

En conjunto puede decirse que con esta nueva norma se contribuye a racionalizar y actualizar los procedimientos de recluta tradicionales y, en este sentido, significa un avance, una verdadera reforma, aunque demasiado tímida. El Ministerio de Defensa ha perdido esta oportunidad para concretar y ampliar los principios generales sobre los derechos y deberes del soldado recogidos en las Reales Ordenanzas. Si importante es simplificar los métodos para reclutar o determinar los contingentes de soldados, no puede ser menos fijar con exactitud qué puede o no puede hacer el recluta mientras cumple el servicio militar y de qué manera se deben aprovechar esos meses que aporta a la defensa nacional. La inveterada sensación de que la mili conlleva un mínimo aprovechamiento y, entre otros deterioros, una gran pérdida de tiempo no es gratuita. Un servicio militar moderna -si la voluntariedad del mismo es definitivamente rechazada por motivos presupuestarios- no es compaginable con los abusos conocidos de la vida cuartelera. Son, desde luego, muchos años, y hasta siglos de arrastrar hábitos y mentalidades difícilmente válidas para el entrenamiento y la formación de reclutas en un país como la España actual. Pero por lo mismo se echa de menos un esfuerzo más decidido por parte de las autoridades políticas que permita dar al servicio militar un sentido concreto más allá de las soflamas patrioteras, de la rutina y del miedo a enfrentarse con la burocracia de la cuchara.

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