La huelga general en Argentina obtuvo una masiva respuesta de los trabajadores
Una multitud, que las agencias privadas de noticias calculaban en más de 200.000 personas, se concentró ayer en Buenos Aires, poco después del mediodía, en la intersección de las amplias avenidas Independencia y Nueve de Julio, donde estaba previsto el acto central de la Confederación General del Trabajo (CGT). La huelga general de diez horas, que se llevó a cabo entre las 12.00 y las 22.00 horas (hora local), se cumplió con normalidad. La CGT convocó el paro en protesta contra la nueva ley de relaciones laborales propuesta por el Gobierno de Raúl Alfonsín.Los trabajadores abandonaron sus puestos en las industrias del gran Buenos Aires, para dirigirse en camiones, autobuses y a pie hasta el centro de la ciudad. Los empleados de banca y de comercio permanecieron en sus lugares hasta después del mediodía. Los sindicatos de transporte no se sumaron a la huelga para garantizar la movilización de los trabajadores hacia los lugares de concentración previstos por la CGT.
Los primeros datos oficiales sobre el grado de absentismo en todo el país diferían con los ofrecidos por la CGT, que recibía información a través de sus delegaciones. Mientras el Gobierno insistía en considerar a los que se presentaron a trabajar como no adherentes al paro, la CGT recordaba que la huelga se hacía efectiva a partir de las 12.00 horas.
De todos modos, la multitud reunida en Buenos Aires, que a las 16.30 horas aguardaba el discurso de Saúl Ubaldini, el líder de la CGT, es la medida para valorar el efecto del paro. Pese a los rumores circulantes en las horas previas, no se registraron incidentes ni acciones violentas. La dureza de los manifestantes, compuestos en su mayoría por columnas de trabajadores identificados con el peronismo, se limitó a las consignas. En cada uno de los cantos se atacó al Gobierno de origen radical y al presidente Raúl Alfonsín. La policía dispuso un amplio operativo de seguridad que cercó el lugar previsto para la concentración con autos patrulla, tanquetas y parejas de agentes en motocicletas.
El Gobierno y la CGT iniciaron ayer mismo un nuevo contacto para reanudar el diálogo. Saúl Ubaldini se comunicó por teléfono con el senador radical Antonio Berhongaray, que es a la vez secretario del comité nacional de la Unión Cívica Radical. El restablecimiento de relaciones democráticas es la tarea inicial de una esperada recomposición. El acuerdo social que pretende el Gobierno aparece como un imposible si no pacta antes con el aparato político del peronismo y con la central de trabajadores. La poderosa Confederación General de Trabajadores (CGT), la central obrera de orientación peronista, ha rechazado la reforma de las relaciones laborales.
El ministro de Trabajo, Hugo Barrionuevo, había anunciado al país, en un mensaje difundido por la cadena nacional de radio y televisión, el proyecto elaborado por el Gobierno para una negociación global con empresarios y obreros del actual sistema de relaciones laborales que el propio ministro calificó de "inadecuado, antiguo y contradictorio". El Gobierno aceleró su decisión de instrumentar algún tipo de acúerdo o pacto social cuando el plenario de delegados de la CGT aprobó hace 15 días la declaración de una nueva huelga -la quinta desde que astimiera el poder Raúl Alfonsín- y programó otra de 36 horas para el mes de abril.
Un joven dirigente peronista, Armando Caro, experto en relaciones laborales, fue incorporado en enero al gabinete del ministro de Trabajo como subsecretario técnico para redactar las bases del acuerdo.
La relación de Caro con los dirigentes sindicales y la experiencia de una tarea similar realizada durante su residencia en España, donde fue asesor de la UGT, acercaron a las partes, pero el posible acuerdo se deshizo ante la negativa del Gobierno a conceder un aumento inmediato de salarios que se excediera de las pautas fijadas en el rígido Plan Austral.
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