Chirac, un 'piura sangre' que galopa hacia el Elíseo
Pompidou le nombró su 'hijo político' el mismo día en que le conoció, en 1962
Por segunda vez en su vida, a los 54 años de edad, ayer volvió a ocupar el umbral de la jefatura del Gobierno francés "un animal político", o, si se prefiere, "un pura sangre". Estas dos expresiones son de François Mitterrand, el presidente socialista de la República Francesa, que tendrá que coexistir con el que se supone que será su nuevo primer ministro, Jacques Chirac, casado con Bernardette de Coursel, una jovencilla que, como él, en aquellos tiempos, estudiaba Ciencias Políticas en París, antes de que el muchacho ingresara en la ENA, la prestigiosa Escuela Nacional de Administración, vivero de altos funcionarios y de hombres de Estado.
FELICIANO FIDALGO ENVIADO ESPECIAL Cuando Mitterrand ya atisbaba en Chirac el "animal político", hecho que testificó en uno de sus numerosos libros, La paja y el grano, el resto del elenco político de Francia aún no le perdonaba a este mozo, que mide 1,90 y que, en sus días de locura, se lo rifaban las niñas, una especie de maneras de aventurero callado en la madera del autoritarismo, y demasiado apurado por llegar has ta lo más alto de las cucañas del poder.Sus mayores enemigos, entonces, eran los giscardianos, a los que les faltó muy poco para hacer un "mostruoso fascista" del Chirac amante de su mujer, de sus dos hijas y de la tierra de Co rreze, donde nacieron sus padres y donde él -llegó a diputado por primera vez a los 35 años de edad. Chirac nació en París, pero Correze es para él como una querencia, y aún continúa siendo diputado en este departamento.
Ese descrédito del que padeció Chirac desde sus años mozos en la política, no lo diferencia del Mitterrand, también florentino, y ambicioso como él hasta el delirio. Forzando, un tanto así no más el intríngulis íntimo e insondable de estos dos personajes ideologías aparte, incluso podría hablarse de vidas paralelas: Chirac tendrá que cambiar aún como el Mitterrand que de politicastro de la cuarta República y de ingeniero jefe de "la dictadura del proletariado antes que la socialdemocracia" (de sus conver saciones con Tierno Galván) ha pasado a ser, según su propia es timación, un "monarca republicano".
Estos dos hombres impregnados de la savia del "destino nacional", tan interesados ambo por la culminación de sus ambiciones como por el esplendor de la grandeza francesa, ¿llegarán a hacer de la cohabitación la niña de sus ojos? En Francia, Chirac, de convertirse en el primer ministro francés y encarrilando así su fulgurante carrera hacia la cúpula del Estado, de alguna manera resucita al que fue presidente Georges Pompidou, quien lo nombró su hijo espiritual el mismo día que, en su despacho de primer ministro de De Gaulle, en 1962, le echó el ojo.
Trabajo, política y poesía
Desde entonces Chirac saltó al estrado público y comenzó a forjar esa imagen que, aún, es adorada con ternura por muchos franceses, y que otros fustigan sin duelo. Pompidou ya le llamaba "mi bulldozer", y la gente se lo imagina como un toro que embiste cada vez que una puerta se le abre a su ambición. Pero pocos saben que después de dedicarle cada día cinco horas por la mañana a su movimiento político, la Agrupación por la República (RPR) y el resto del día a su alcaldía de París, reposa ante el fuego de su chimenea con su lectura preferida, la poesía, la del premio Nobel Saint John Perse, preferentemente.
Delacroix ya dijo que "después de los 40 años se tiene la semblanza que uno merece". Y algunos de los panegiristas de Chirac aprovechan esa obscenidad de la expresión de una cara para trazar los rasgos de Chirac que cada cual interpreta: su nariz más bien grande, su hoyito del rostro, el labio superior fino y sinuoso, las manos largas y nerviosas, los dedos estirados, que expresan sus ideas en forma de arabescos; no es tan culto como Mitterrand, o no lo exhibe, pero de su inteligencia nadie duda, ni de su memoria, ni de su capacidad de juicio instantáneo, ni de su proverbial disciplina, ni de su simpatía y capacidad de sedución con la persona que tiene al alcance de la mano.
Sin embargo en la televisión aparece estirado, su voz grave y cálida en la calle se hace metálica; y que nadie se olvide, si invita a Chirac a comer: hay que estar preparado. Duerme lo menos que puede y es capaz de recuperarse en diez minutos, en una butaca estratégicamente ubicada detrás de una puerta, mientras el resto del personal, después de un mitin elucubra.
Desde que Chirac nació, en noviembre de 1932, en una clínica del barrio latino parisiense, la buena estrella es su amante fiel. Desde joven ya jugaba a ser jefe de banda, y además en sus estudios sobresalía; cuando ingresó en la ENA ocupó el tercer puesto entre unos 150 compañeros.
Ocupó algunos puestos en la Administración, tras una incursión bélica en tiempos de la guerra de Argelia. Pero su "ábrete sésarno" fue un día del otoño de 1962, en el hotel Matignon (sede del primer ministro), donde fue presentado a Pompidou. En este instante el flechazo entre eljoven principiante y el ya veterano banquero y político fue absoluto. Pompidou se convirtió en el otro padre de Chirac; le ofreció los primeros puestos ministeriales como secretario de Estado, hasta llegar a ministro de Agricultura y de Interior.
En 1968, cuando el Estado francés se tambaleó a causa de la fogata revolucionaria estudiantil, el primer ministro Pompidou, mientras De Gaulle no acababa de entender lo que ocurría, hizo de Chirac su colaborador más eficaz y confidencial. En una buhardilla cercana a la legendaria montaña de los pintores de Montmartre, el discípulo predilecto de Pompidou se entrevistaba en secreto con los líderes sindicales comunistas. Y en ese encondrijo se elaboraron los históricos "acuerdos de Grenelle", que estipulaban una subida del 20% de los salarios de los trabajadores; así bajaron el telón las históricas barricadas.
Al final de aquel incendio libertario-revolucionario-estudiantil, pregonado con banderas rojas y negras, Pompidou desapareció de la escena momentáneamente, enojado con De Gaulle. Un día, en un Consejo de Ministros, el general hizo una leve critica de determinada decisión de su ex primer ministro Pompidou, y Chirac, que era secretario d e Estado del Gobierno de Couve de Murville, saltó como un relámpago en señal de desacuerdo.
Golpe bajo
La muerte de Pompidou en 1974, fue un golpe bajo en la vida a Chirac. Entonces el toro que no filosofaba demasiado, Chirac, realizó una de las suyas, traicionando al candidato gaullista Jacques Chaban-Delmas, y con el llamamiento de los 43. Éstos eran los diputados que se pasaron al campo del candidato Giscard D'Estaing, que iba a triunfar en la elección presidencial. Chirac, ministro del Interior al morir Pompidou, parece que, a través de los sondeos y de informaciones confidenciales, conocía los pormenores de las intenciones de los franceses, que daban a Chaban Delmas perdedor.
El duelo fratricida Giscard-Chirac, culminó en las elecciones presidenciales de 1981: indirectamente, Chirac incitó a cerca de un millón de votantes gaullistas a depositar sus papeletas en el haber de Mitterrand, y ésto únicamente para destronar al "rey Giscard".
Hoy, de nuevo, Giscard y Chirac vuelven a ser amigos políticos, porque su adversario es común, y se llama Mitterrand, presidente de la República. Ellos dos también aspiran a ser sus sucesores.
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