El Opus, interpelado
LAS TRES interpelaciones sobre el Opus Dei presentadas al Parlamento italiano por la izquierda independiente, el partido socialista y el partido comunista, tienden a recabar del Gobierno una investigación que permita poner en claro en qué medida rigen normas secretas en el funcionamiento de dicha organización religiosa. Este tema se ha convertido en centro de una polémica en la que están interviniendo muchas figuras de la política italiana. En realidad, a través del Opus Dei, lo que se pone sobre el tapete es la cuestión del peligro que pueden representar las organizaciones secretas para la democracia. Y no es casual que haya estallado precisamente ahora en Italia, cuando acaba de cerrarse la investigación parlamentaria sobre la logia Propaganda 2 (P-2); en este caso se descubrió una trama en la que estaban envueltas, sobre una base masónica más o menos ortodoxa, altísimas personalidades de la Administración estatal, de los partidos, de los servicios secretos, de las finanzas... Gelli, el jefe de la P-2, acabó disponiendo de un enorme poder en la sombra, que podía mediatizar las relaciones normales, legales, entre los diversos poderes del Estado, y que le permitía fomentar y encubrir acciones terroristas desestabilizadoras. El problema es saber, como ha explicado el líder socialista Formica en recientes declaraciones, si el Opus Dei, al establecer entre sus miembros, una de cuyas misiones es ocupar puestos dirigentes en el Estado y la sociedad, unos lazos secretos de disciplina y fidelidad, no puede convertirse en polo de fuerzas integristas y utilizar el secreto que rodea su actividad de una forma contraria a las exigencias de una vida democrática.Los portavoces del Opus en Italia, respondiendo a la polémica, han argumentado que sus estatutos anteriores han sido modificados; que las anteriores reglas del secreto ya no están vigentes. Sin embargo, muchas actuaciones concretas del Opus Dei ponen de relieve que la utilización del secreto sigue siendo para él una regla básica, escrita o no. Su más alta jerarquía, el padre Alvaro del Portillo, argumentó en una ocasión la ventaja que el secreto otorgaba al Opus para poder actuar en favor de la Iglesia en los países comunistas, amparándose en reuniones de economistas o intelectuales. Pero la realidad es que el Opus conserva secreta una gran parte de su estructura y actividad también en los países occidentales. En Italia, las listas de miembros del Opus Dei siguen siendo secretas, y varios obispos italianos han reconocido que el Opus Dei no les ha comunicado las reglas actuales de funcionamiento de dicha organización. Son razones esgrimidas para instar al Gobierno italiano a esclarecer esas zonas de secreto; por ejemplo, dicen los que piden la investigación, si un ministro pertenece secretamente al Opus Dei, su actuación puede estar sometida a presiones y compromisos que están fuera de un funcionamiento político democrático, y que pueden interferir con él.
Tratándose de una organización religiosa, el mantenimiento de esas zonas de secreto resulta particularmente incomprensible. El papa Pablo VI se opuso a la concesión de una "prelatura personal" al Opus Dei con este argumento: Si se trata de personas que desean dedicarse a la religión, ¿por qué no lo hacen dentro de la legislación que la Iglesia tiene estipulada para ello? Si se trata de personas que desean dedicarse a ocupar cargos en la sociedad y el Estado, ¿por qué necesitan y piden una protección de la Iglesia? Juan Pablo II modificó la actitud de su predecesor en relación con el Opus Dei, del que pasa por ser un verdadero protector; ello responde entre otras cosas a la simpatía del actual Papa hacia las formas modernas de elevar la influencia de la Iglesia en las sociedades contemporáneas, pero ya una personalidad próxima al Papa dijo que la concesión de la "prelatura personal" al Opus debía servir para acabar con los métodos; secretos de esa organización. ¿Ha sido efectivamente: así?
En el Gobierno italiano, la respuesta a las interpelaciones sobre el Opus puede dar lugar a fuertes tensiones; dirigentes de la democracia cristiana son amigos, si no miembros, del Opus, y han salido ya en su defensa en la Prensa. Al presidente Craxi, un conflicto de este género no le interesa en la actual coyuntura, pero el partido socialista está fuertemente comprometido, y el diputado que ha presentado la interpelación es Rino Formica, una de sus personalidades más prestigiosas.
Por otro lado, en España el asunto adquiere un formidable interés, siquiera histórico. Durante los años del desarrollismo franquista, numerosos personajes del Opus, asociados a la figura del almirante Carrero Blanco, adquirieron una relevancia en los centros de decisión política y económica inusitada para un grupo que pretendía ser exclusivamente una organización religiosa.
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