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Reportaje:

'El Toto', vida y muerte de un perdedor

El hermano de Eleuterio Sánchez encontró el final cuando perpetraba su único robo en solitario

Raimundo Sánchez Rodríguez, el Toto, hermano de Eleuterio Sánchez, murió en la Navidad de 1985 de un tiro de escopeta en la espalda cuando intentaba robar para proveerse de heroína. Era casi un hijo para sus hermanos mayores. Aunque externamente tenía su genio y "no era ningún tonto", en las interioridades de una familia tan jerarquizada como la suya era el más diligente y servicial, "un chico candoroso", según Eleuterio. Se unió a sus hermanos cuando se les conocía como el Lute y el Lolo, tras la fuga del primero del penal de El Puerto de Santa María. Estuvo cinco años en prisión preventiva y entre rejas se enganchó a la heroína.

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Pese a que distan tan sólo ocho kilómetros -desde que hace 32 años naciera en Dos Hermanas, en el seno de una familia numerosa y variopinta- hasta las profundi dades de un pozo en Alcalá de Guadaira, el itinerario humano de Raimundo Sánchez Rodríguez, el Toto para sus allegados, ha tenido numerosos avatares.En una familia de diversa procedencia cuya labor se basaba en distintas modalidades de nomadismo, el Toto debió de ser el pequeñajo menudo y dicharachero, de cuando en cuando enredoso, y casi siempre nervioso por no estarse quieto. Eleuterio reconstruye velozmente algunas imágenes de entonces: "Mi hermano era feliz llevando a beber a una charca a una mula enjuta que yo tenía. Tenía el lomo como una sierra y parecía que el Toto se partía en dos cuando trotaban". Hasta los ocho años vivieron continuadamente de pueblo en pueblo, ejerciendo de mercheros. Luego, Eleuterio se fue por su lado, aunque nunca perdieran el contacto.

Como muchos en Andalucía, llegó a la madurez a los 10 o a los 11 años. Raimundo se inició en lo que no necesita especialidad, y conoció la salida y puesta del sol en una misma jornada. Luego, con algunos miembros de su familia que se procuraban el alimento como caldereros, tuvo la ocasión de contrastar su tierra natal con otras más sobrias, como Castilla y Extremadura. Esa suerte exploradora le ocuparía unos cinco años, los de su adolescencia. En 1967 moría su padre. Desde ese momento, Sebastián, el Lolo, arrostraría el papel de mayorazgo para sus menores. El Lolo se hizo cargo de sus hermanos pequeños, y ahora, el joven Raimundo, cultivó otras disciplinas, como la de peón de albañil, recolector de algodón y aceituna, vendedor, tendero y, en general, aquello que sus hermanos le ordenasen en buen fuero consuetudinario.

De boca en boca

De pronto, Eleuterio comienza a ser el Lute. Los Sánchez Rodríguez comienzan a correr de boca en boca entre los españoles de la etapa final del franquismo, tras la mítica fuga del penal de El Puerto de Santa María. "El Lolo y el Toto querían venir conmigo", susurra Eleuterio. "Les daba igual vivir en Sevilla que en Málaga, pero la policía detectó que se fueron de sus hogares y los buscaron a ellos para llegar a mí". Fueron dos años y medio de intensa búsqueda policial en los que el Toto pasó de los 18 a los 20 años. "Por entonces", recuerda Eleuterio, "yo les procuraba documentos de identidad y de conducir falsos; incluso libros de familia. Cuando yo caí, cayeron ellos. Pensaron que mis delitos eran imputables a ellos y pasaron a una prisión preventiva por una suma de supuestos pequeños delitos".

Sebastián y Raimundo estuvieron en la cárcel desde 1973 hasta 1978. Salieron en libertad con una sentencia absolutoria. Si el Lolo era fuerte y superó el trance, el Toto Regó al punto de no retorno y se sumergió en la época menos diáfana de su vida. "El Toto, era un jovenzuelo espigado y barbilampiño cuando ingresó en la cárcel". "Cuando salió", relata Eleuterio, ya no era el hijo de los hermanos mayores. Estaba constantemente irritado y con un inmenso vacío espiritual". El desequilibrio carcelario le produjo la adición. "Cayó en la paradoja de ser heroinómano y querer ser honrado y trabajador. Quería mantener su vicio afilando cuchillos". "Siempre fue un pobrecito y un perdedor".

A poco de recuperar la libertad visitó a un amigo suyo en Camas. Su amigo tenía una sobrina llamada Estrella Peralta Flores. La visité durante dos o tres días, y en una semana se casaron. Desde entonces el matrimonio repartió su vida entre Sevilla y Alicante, donde vive su hermana Esperanza. Primero vendió ropa, pero el caballo se lo llevaba todo. Nació Jeanette, que tiene ahora cinco años. Se hizo afilador. Estrella desgrana algunas interioridades de su vida en común: "Se levantaba a las ocho o las nueve, desayunaba y se iba a afilar. En casa hablaba muy poco". Fuera de su familia, el Toto no tenía amigos. Si acaso, algunos conocidos en Dos Hermanas. Le gustaba la música de Pink Floyd y de Bob Dylan. Salían poco; al campo, o, de cuando en cuando, a algún bar. "En los últimos meses", señala Estrella, "estaba más agobiado, estaba todo el día afilando y volvía sin dinero".

En Nochebuena se fue definitivamente. Ese día tenía su dosis, pero no tenía dinero para comprar la del día de Navidad. Estrella y Eleuterio aseguran que estaba tranquilo cuando salió de casa. "Si es verdad que Dios existe, sabe que no miento si digo que era la primera vez que emprendía un robo en solitario", dice enérgico Eleuterio. Penetró en un almacén de telas en Alcalá de Guadaira. "Lo tendría ya avistado, porque sabía que no le costaría vender pronto la ropa para procurarse la dosis", dice su hermano; según sus declaraciones, le dispararon por la espalda y lo remataron en el suelo. Luego, asustados quizá al conocer la identidad del muerto, lo arrojaron a un pozo y huyeron a Barcelona. Una llamada anónima delató la pista de los autores. Las circunstancias de la muerte trata de esclarecerlas el Juzgado número 13 de Sevilla.

Su entierro fue testigo de tres historias muy distintas. El Toto, el más joven, es el peor librado, porque, enfermo de heroína, murió cuando robaba por primera vez en solitario. Entre los vivos, reciben el pésame José Ángel, pobremente vestido, a quien se concedió un permiso especial para acudir al entierro. El Angelito llegó a pesar 90 kilos, pero un atraco, del que fue víctima, le dejó en coma durante tres meses, y ahora es flaco, despistado y ausente. Cumple condena de 20 años en Segovia por homicidio frustrado y tenencia ilícita de armas. A su lado estaba Eleuterio, vestido de chaqueta y chaleco de piel, y a quien todos obedecen. Los Simios, comparsa de El Puerto de Santa María, cantaron en varias cárceles andaluzas, entre el alborozo de los presos, un pasodoble que recoge la historia de Eleuterio. La copla termina: "Ya todo son parabienes para el temible burlón; / hasta le ofrecen millones por hacerle una canción. / Su vida, su aventura/ (al que le pese, reviente) / han hecho de el Lute un, quinqui señor".

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