La izquiérda y la Alianza Atlántica
Los ciudadanos españoles han sido llarnados a manifestar mediante el voto su posición respecto al mantenimiento o denuncia del Tratado de Adhesión a la Alianza Atlántica. Quizá merezca la pena plantear algunas reflexiones sobre la especificidad de la consulta en cuanto debe ser encarada por una parte de la ciudadanía que milita o no en organizaciones políticas o sociales que integran la izquierda política y cultural del país.Se trata, sin duda, de un amplio colectivo, ideológicamente plural y complejo, que en buena medida participó en la lucha por la democracia. En esa lucha a campo abierto se fraguó una conciencia, una moral de batalla, que permitía pocas zonas abiertas a la reflexión más allá del rechazo frontal, de la negación como parte inseparable de una dialéctica de pugna. Y esa moral de batalla se cobijó también en los intelectuales orgánicos, en los partidos políticos de la izquierda, que asumieron como dogma político, como una de las señas de identidad de la izquierda, el rechazo frontal a la OTAN. La posición de otros países líderes de la izquierda europea, como el Partido Comunista Italiano o el Partido Socialista Francés, que no se incluían ni incluyen en sus propuestas y programas la salida de sus países de la Alianza Atlántica, constituía ya un primer elemento de reflexión que no fue oportunamente valorado.
En realidad, la elaboración de la izquierda se basaba en dos supuestos. Un supuesto de hecho (se realizaba desde la Alianza) y un supuesto político (esta posición contribuiría a la distensión y a la paz internacional). La cuestión hoy planteada es bien otra: se trata de salir o no salir de la Alianza y de valorar el cambio de la hipótesis de que se partía y de sus efectos sobre la paz y la seguridad. Una reflexión con estos objetivos de paz y seguridad, en el contexto delbloqueo de Berlín, del golpe de Praga y de la caída forzada de media Europa en la órbita soviética determinó la posición de hombres de la izquierda europea de los cuarenta para propiciar la creación de la Unión Europea Occidental y de su ampliación y reestructuración a través de la Alianza Atlántica.
Iniciativas varias
Los socialistas europeos Ernest Bevin y Paul Henry Spaak participaron decisivamente en la puesta en marcha de ambas alianzas. Los socialistas españoles Luis Jiménez de Asúa e Indalecio Prieto se sumaron desde el exilio, siendo fieles a sus posiciones de izquierda, a tales iniciativas. Años después, en otro contexto más próximo, la nueva izquierda europea (Berfinguer, Mitterrand) representaba la continuidad del mismo proyecto de paz y seguridad.
Y esta nueva reflexión debe atenerse a la concreta pregunta formulada por el Gobierno: el mantenimiento de España en la Alianza, sin la integración en su estructura militar, sin nuclearización de nuestro territorio en ningún caso y reduciendo la presencia norteamericana en suelo español.
Son cuatro los ejes que vertebran la reelaboración de los datos y de la nueva posición política desde la izquierda para votar sí.1. Los riesgos de ruptura del equilibrio estratégico entre ambos bloques se incrementan a través de decisiones parciales definitivas de ruptura en el interior de los bloques. La mejora de la posición relativa del otro bloque conduce a la afirmación y reforzanúento de su ideología y práctica militarista. Y en el bloque que empeora su posición relativa se produce una crispación de sus mecanismos de autodefensa que le conducirán inevitablemente a extremar sus gastos de defensa y sus tecnologías militares y a ganar nuevas posiciones geográficas o logísticas que restablezcan el equilibrio perdido. No es éste el camino para la preservación de la paz precaria de que disponemos ni para encontrar caminos eficaces para una auténtica paz. El desarme nuclear, la erradicación de las prácticas mifitaristas de los bloques, la reducción de las fuerzas militares convencionales, exigen un proceso negociado de ambos bloques durante el cual no se rompan los equilibrios existentes para poder llegar sin riesgos añadidos hasta el objetivo propuesto. Una política de paz de la izquierda, de la que no puede abdicar en ningún caso, debe valorar la viabilidad y el ajuste de sus propuestas a los objetivos irrenunciables de la paz y el desarme.
2. Nuestro país está situado en una zona geoestratégica que le impide marginarse de los problemas de la seguridad de Europa y atlántica, salvo que practicara la política del avestruz: si no veo el peligro, no existe. En el flanco sur de Europa, con una posición clave en la conexión Mediterráneo-Atlántico, ante la complejidad de la problemática en el Mediterráneo oriental y en el norte de África, España tiene, en cualquier caso, problemas de seguridad y de defensa que debe resolver. Y estos problemas los compartimos con el resto de los países del sur de Europa, miembros todos ellos de la Alianza Atlántica. Nada de lo que afecte a su seguridad y defensa nos es ajeno. Ni nada que afecte a nuestra seguridad y defensa les es ajeno. Y el foro en el que se toman las decisiones pertinentes es la Alianza. No podemos renunciar a la información común ni a la participacíón en las decisiones que nos afectarán en cualquier caso. Una izquierda que abdique a priori de este derecho renunciaría también a la legitimación que produce la identificación popular entre proyecto político de izquierda-proyecto nacional o de Estado.
3. La Alianza Atlántica no ha impedido que los Gobiernos españoles, como otros europeos, hayan podido realizar su política autónoma de paz en el mundo interdependiente en que vivimos y en el dificil marco definido por la política de bloques. El papel de España en la Conferencia de Seguridad de Madrid, nuestra posición respecto a Contadora, la mediación en Nicaragua, el apoyo a las democracias latinoarnericanas, la política de distensión en el Mediterráneo, nuestras relaciones con los países del Magreb, el reconocimiento del Estado de Israel sin dejar de apoyar los derechos de autodeterminación del pueblo palestino, han sido políticas concretas a favor de la distensión y la paz, que el Gobierno español ha decidido conforme a sus propias convicciones políticas y a los intereses e ideales de la mayoría de los ciudadanos españoles.
4. La edificación de una Europa unida a partir de la Comunidad Econóniíca Europea y la participación de España en su construcción sería dañada por la salida de la Afianza, organización en la que están todos los países de la Comunidad (salvo el caso específico de Irlanda). Europa no es sólo un Mercado Común y unas políticas económicas comunes. Es también el proyecto de una política exterior y de defensa, de una fuerza diferenciada que matice y distienda la bipolaridad actual. Consolidar el núcleo europeo dentro de la Afianza es una política que refuerza el nuevo papel que Europa debe jugar en el mundo. Debilitarlo es una política que dificulta seriamente esta necesaria y fecunda tarea.
El mantenimiento de España en la Alianza, con las condiciones y características apuntadas, a través del refrendo directo popular, no sería tanto un cambio de la izquierda ante la cuestión planteada, sino un cambio desde la izquierda, en virtud de una nueva y necesaria reflexión sobre la defensa de sus propios e irrenunciables postulados y sobre los caminos más transitables para alcanzarlos.
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