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Reportaje:

Una oportunidad histórica para crecer

La caída del precio del petróleo modifica las previsiones sobre la economía mundial

"Durante años hemos pontificado que la culpa de muchos de nuestros males estaba en los altos precios del petróleo y de la energía. Evidentemente, si éstos bajan, algo debe cambiar en el panorama económico mundial. Y yo creo que, desde luego, no va a ser para peor". Una frase como ésta resumía el análisis a vuela pluma que un alto funcionario internacional hacía, no hace muchas horas, sobre los efectos que el aparente hundimiento de los precios del petróleo puede tener sobre la economía mundial.Con ciertas precauciones, en espera de que se estabilice en una cifra concreta el precio del petróleo y haciendo una salvedad sobre las repercusiones en determinados países productores de petróleo, el optimismo ha inundado los centros de análisis y elaboración de proyecciones de los organismos económicos mundiales. El precio más bajo del crudo va a suponer una bonanza inesperada para los responsables de la política económica de muchos países, sobre todo los industrializados. Una bonazana, además, que muchas naciones deberían aprovechar al máximo, quizá haciendo coincidir sus ambiciones de crecer y crear más empleo con la necesidad de culminar los procesos de ajuste emprendidos hace años.

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La Comisión Europoea ha avanzado ya algunos datos de lo que sus expertos estiman que será las repercusiones en los doce de la caída de los precios de las materias primas. Un crecimiento adicional del 0,8% en el área de la comunidad, una apreciable mejora del nivel de empleo con disminución de su tasa de paro en medio punto, una inflación inferior en un punto y un aumento de su superávit por cuenta corriente en 50.000 millones de dólares.

Las previsiones son muy parecidas a las que se encuentra realizado el FMI de cara a la publicación de su Outlook de primavera, a mediados de abril. En sus últimas previsiones, publicadas el pasado octubre, el organismo mundial estimaba un crecimiento global del 2,5% para la economía mundial durante 1986. Ahora, esta previsión ha subido al 2,77 con un precio del petróleo en tomo a 23 dólares por barril. De seguir la caída del barril, tal como esperan los propios técnicos del organismo, habría que incrementar estas previsiones.

Consolidar el ajuste

Pero los efectos no sólo se van a notar en el crecimiento económico. La posibilidad de consolidar las políticas de ajuste en numerosos países industriales representa, sin duda, el mayor reto de la caída del precio del crudo. Naciones con desequilibrios fiscales como Estados Unidos o con altos índices de paro como Francia (y España, en mayor medida) tienen ante sí una oportunidad única para corregir estos problemas con un coste menos oneroso para sus economías. Japón, por su lado, alcanzará en 1986 un crecimiento económico "al límite de su potencial", sin duda por encima del 5%.Dentro de Europa, la República Federal de Alemania (RFA) puede ser una excepción. Con unas cargas por pensiones y beneficios sociales que pesan en exceso sobre su equilibrio fiscal, existen teorías contrapuestas sobre si debe compartir con Japón el papel de locomotora, o motor, de la recuperación de las naciones industriales. Algunos expertos opinan que las autoridades federales no disponen de mecanismos suficientes para desempeñar este papel y, en cualquier caso, tampoco lo deberían hacer.

Y, en todo caso, si se parte de la premisa de que las ventajas de la caída de los precios del petróleo se traducirán, sobre todo, en políticas fiscales s alegres, existen expertos internacionales que desaconsejan al Gobierno de Bonn cualquier política excesivamente estimuladora. No sucede lo mismo con Japón -otro país puesto en el punto de la mira de Washington como su natural sustituto-, donde a los beneficios de una política fiscal menos rígida se unirá una situación de superávit exterior sobredimensionado (más de 70.000 millones de dólares en 1986).

Francia será, según algunas opiniones, el país estrella en 1986 y 1987, de continuar la caída de los precios del petróleo. Los expertos estiman que, disipado el panorama electoral tras la consulta de marzo, los franceses contarán con una oportunidad histórica para, con una reducción de la inflación significativa por causas exteriores, afrontar el problema del paro. Algo similar se anticipa para España, si bien los efectos inflacionistas esperados por la introducción del impuesto sobre el valor añadido (IVA) pueden oscurecer un horizonte que había disipado la caída del precio del crudo.

Las repercusiones sobre los países europeos productores de hidrocarburos no serán, por su parte, tan perjudiciales como se suponen. Noruega, Reino Unido y Holanda (éste como exportador de gas natural) siempre han considerado los ingresos derivados de los hidrocarburos como temporales y no han cometido el error de basar sus economías en los ingresos por estos productos. Evidentemente, tendrán que vigilar sus déficit fiscales y apoyar sus monedas, pero "el trago será pasajero", según un experto europeo.

Las naciones deudoras

Muchos técnicos tampoco están de acuerdo en la hipótesis inicial de que el hundimiento de los precios del petróleo agravará los problemas de las naciones deudoras o trastrocará la estrategia seguida para resolver el problema de la deuda externa. Salvo el caso de México, en América Latina, o el de Nigeria, en Áfica (para los que habrá que diseñar nuevas soluciones o remedios de choque), las naciones deudoras se van a beneficiar sensiblemente de unos costes de importación más baratos. Tal es el caso de Brasil, gran importador de crudo, o el de Argentina, cuyas tensiones internas disminuirán con un comercio mundial en expansión y con una inflación exterior reducida.El fortalecimiento de la estrategia de la deuda que pueden suponer los últimos acontecimientos en el mundo del petróleo ya fue puesto de manifiesto por el director gerente del FMI, Jaques de Larosiére, en una intervención durante la semana pasada en el Overseas Bankers Club, de Londres. Para el alto directivo internacional, 1985 ha sido un año que ha marcado un auténtico giro en el problema de la deuda externa: se ha reducido el déficit global de las naciones deudoras en 2/5 partes sobre el que existía en 1982 y, en su conjunto, en ese año se han podido pagar los intereses, mientras el principal se reestructuraba de una manera ordenada.

El plan Baker, en opinión de Jaques de Larosiére, ha marcado, por otro lado, un importante punto de apoyo para el éxito de esta estrategia. Propuesto por el secretario norteamericano del Tesoro como un mecanismo apropiado para garantizar a las naciones deudoras de un flujo necesario de financiación, ha supuesto también la conversión de la Administración Reagan a ciertos planteamientos políticos de las naciones deudoras. De hecho, el plan Baker garantizará que las naciones que hagan esfuerzos apreciables para equilibrar sus economías no serán abandonadas a su suerte.

Sólo una duda en este planteamiento. El plan Baker puede ser insuficiente dentro de la nueva situación del mercado de crudo para países productores de petróleo que, a su vez, están muy endeudados, como es el caso de México o Nigeria. La solución ha sido ya apuntada por Washington, a través del subsecretario del Tesoro o por el propio ministro de Finanzas del país azteca, Silva Herzog. Se trata de incrementar los recursos previstos para este país, recursos que no serán adicionales, sino que surgirán de los que otros países beneficiados por la caída de los precios de las materias primas no utilicen. El problema será convencer a los bancos de este cambio en el riesgo.

En esa labor está inmerso México en estos momentos. La semana pasada, funcionarios del Gobierno mexicano y de su banco emisor viajaron a varias capitales europeas con el encargo de convencer a los bancos y a los países acreedores de la necesidad de gestionar la reestructuración de su deuda externa desde nuevos planteamientos. Uno de ellos fue el gobernador del banco central, Miguel Mancera, que expuso las necesidades de su país para 1986: 9.000 millones de dólares.

El mensaje de los delegados mexicanos fue claro. Los cambios estructurales emprendidos en la economía nlexicana y los esfuerzos de su población han llegado a un límite. Ahora se necesita la colaboración de la comunidad bancaria internacional que, en todo caso, se juega en México más que la suerte de un país, quizá la suya.

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