El aceitunero
Juan Barranco, nuevo alcalde de Madrid, nos confiesa lo que ya sabíamos: que procede de aceituneros altivos y que "nunca olvidará esa secular injusticia". La secular injusticia es cogerle las aceitunas a otro, o sea al señorito, que suele estar en el Casino de Sevilla o de Madrid, disertando vagamente sobre la Santísima Trinidad y otras gaseosas. El que Juan Barranco no olvide la "secular injusticia" de que ha nacido no supone, esperamos, que vaya a hacer una política de revanchismo (en Madrid hay más madroños que olivos, salvo los olivos que se cuidan y cultivan en torno al Cerro de Los Ángeles), sino que va a tener siempre presente la verdad de la realidad de la vida (y en esto viene a aventajar fácticamente a Tierno, que sólo fue estudiante y sólo hombre de libros). Un alcalde no puede ponerse a recoger aceituna, y si lo hace resultará folklórico, pero es bueno que la haya recogido alguna vez, él o sus padres, porque el esfuerzo físico corrige muchas abstracciones. Claro que la agricultura ha traído siempre más nobleza que el comercio, por ejemplo, en este país agropecuario, pero esa nobleza se quedaba, precisamente, en los dueños del olivo, y no en quienes lo vareaban. Lo dice el poeta Vivanco: "Lo digno es ser olivo después de vareado / y restaurar su copa de cielo con estrellas". Juan Barranco, aceitunero altivo, sabe, sin duda, que el lirismo puede ser también la gran coartada de la Historia.Nos lo decía la otra tarde el ministro catalán Lluch:
-Madrid tiene que ser algo más que el "rompeolas" que dijo el poeta.
Rompeolas de los Barranco sureños, de los aceituneros altivos que llegan a alcaldes, Madrid ha sido a veces "capital del dolor" (Paul Eluard), pero no la quisiéramos nunca capital del odio ni de la revancha. Juan Barranco no necesitará, como Enrique Tierno, salir a la calle para comunicarse con el pueblo, porque él es pueblo. Madrid es un rico y delicado olivo / madroño que hay que saber varear.
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