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Regresa al hospital una joven oligofrénica que vivía encadenada

Inocencia Sánchez Martínez, de 26 años, ha permanecido la mayor parte de su vida encadenada a un árbol. La joven, que padece oligofrenia (retraso mental profundo) y sufre crisis de agresividad, ha regresado al hospital psiquiátrico de El Palmar de Murcia, de donde salió hace un año por decisión de su madre. La familia, que reside en el paraje de Los Morales, en Lorca (Murcia), mantenía a la joven atada a un árbol. "Para estar amarrada como estaba allí, preriero tenerla conmigo", ha declarado la madre.

La decisión de internarla de nuevo en el hospital se ha producido ahora, una vez hecho público su caso, pero Inocencia ha estado internada en cinco ocasiones en el centro psiquiátrico de donde su madre la sacó hace un año, en contra de la opinión médica.Según Manuel Galiana, director del centro médico, Inocencia sufría crisis de agresividad "que no era conveniente controlar con fármacos, por lo que se utiliza este tipo de sujeción, ya que era peligroso, para ella y sus compañeras, el que tuviera libertad de movimientos".

La cadena que sujetaba hasta ayer el tobillo de Inocencia no mide mucho más de un metro. Cuando llegaba la noche o el tiempo no era bueno, la madre de Inocencia, Dolores Martínez, enganchaba con un candado el otro extremo de la cadena a una argolla situada en el suelo de la cocina, junto a la chimenea. Antes lo hacía a la pata de la pequeña mesa, pero la joven conseguía arrastrarla hasta la calle. "Es la única manera", dice su madre, "de que no se escape. En el momento en que la soltaba echaba a correr. Además, cuando le da un ataque empieza a tirarme las sillas o todo lo que pilla".

Un padre parapléjico

El ambiente familiar no es halagüeño. En la casa, donde no hay agua corriente,- "porque con el grifo de la puerta nos apañamos", comenta la madre de la joven-, vive también una hermana de 16 años, que dejó los estudios en octavo de EGB y que ahora trabaja eventualmente en el campo. Su padre, de 63 años, es parapléjico y no puede andar; además, está perdiendo la razón.Todos viven con la pensión de 28.000 pesetas que percibe el cabeza de familia, así como de la leche de dos cabras, que permanecen, como Inocencia, atadas de una pata para que no se escapen, y 10 gallinas.

Inocencia siente vergüenza cuando le dirigen la palabra y evita el mirar de frente, pero no le molesta la cámara fotográfica.

La madre de Inocencia no se dio cuenta de que su hija era distinta a los otros niños hasta que tuvo cinco años. A esa edad la llevó al médico, que le recetó unas medicinas que, según Dolores Martínez, "no le sirvieron para nada". A pesar de su ignorancia, que ella misma reconoce, cuando su hija tuvo 15 años intentó ingresarla en un centro para subnormales, pero tenía un año más de la edad permitida y no la aceptaron. Así que el único recurso que le quedó fue continuar encadenándola para evitar que se escapara.

Ahora el caso de Inocencia ha sido denunciado por Feliciano Martínez, vecino de Lorca y padre de un subnormal profundo, que quería poner en evidencia la necesidad de la construcción en la comarca de un centro para personas que padezcan este tipo de enfermedades.

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