Como conejos de indias
Veinte años después del accidente que protagonizaron dos bombarderos norteamericanos, el suelo del pueblo sureño español de Palomares sigue contaminado por uranio. El plazo que se abrió para pedir reclamaciones está finalizado. ( ... )Los cuatro aparatos de medición distribuidos por todo el pueblo muestran que hay indicios de radiactividad. Las cajas blancas que los contienen recuerdan diariamente a los habitantes del pueblo mediterráneo aquel mediodía de enero de hace ahora 20 años en que cayeron sobre sus cabezas fuego, lluvia de metal y bombas atómicas.
Mientras un bombardero norteamericano B-52 repostaba en pleno vuelo de un avión nodriza, se produjo el choque y la caída de los aparatos cargados con cuatro bombas termonucleares con una fuerza 16 veces mayor que la bomba de Hiroshima. Dos de ellas Regaron a tierra sin causar daños, dos reventaron contra el pedregoso suelo de Palomares debido a que los paracaídas de seguridad habían ardido, lo que provocó que la carga de plutonio se desparramase. ( ... ) A los 1.200 habitantes del pueblo se les aconsejó que quemasen sus ropas, que se ducharan a conciencia y que se sometieran a análisis de orina. Acerca de las posibles consecuencias de la radiactividad sobre las tierras de cultivo y el ganado no hubo aclaración alguna.
Debido a presiones de los norteamericanos, que desde 1953 mantienen bases militares en España y que gracias a una cláusula secreta pueden almacenar y transportar armas atómicas, la Administración franquista convirtió el accidente en un secreto de Estado. Tanto norcamericanos como españoles minimizaron el accidente nuclear: "No hay peligro alguno para la salud y la seguridad", aseguraron los expertos norteamericanos.
En octubre del pasado año la Junta de Energía Nuclear (JEN) emitió públicamente un "informe provisional" en el que se decía que todavía quedaba plutonio 235 y 239 en los terrenos de Palomares, pero que ello no significaba peligro alguno para la vida de los vecinos del pueblo. Durante años, los habitantes de Palomares se habían creído estas máximas, pero a finales del pasado otoño comenzaron a protestar porque el plazo de reclamación finalizaba y más tarde no se reconocerían los efectos secundarios que pudieran surgir.
Guiados por su enérgica alcaldesa, Antonia Flores, de 26 años, y apoyados por Greenpeace y la Unión de Médicos contra la Guerra Nuclear, comenzaron a exigir claridad acerca de las repercusiones sobre su salud. (... ) La alcaldesa ha dicho: "Nos han tratado como a conejillos de indias". (... ) Hasta hoy han muerto en Palomares tres jóvenes de leucemia y 18 de cáncer.
20 de enero
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