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Reportaje:

'Geo' en Beirut, entre la rutina y la leyenda

La vida cotidiana de los agentes españoles que protegen la embajada en Líbano

Con la amargura provocada por el secuestro de un compañero y aún sorprendidos por un país que se sale de lo ordinario, cuatro miembros de los Grupos Especiales de Operaciones custodian desde hace 10 días la Embajada y residencia del embajador de España en Líbano, Pedro Manuel de Arístegui y Petit, dedicados a obtener también la liberación de otros dos funcionarios de su cancillería capturados junto con uno de los geo, a los que habían ido a recibir al aeropuerto de Beirut.

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Nadie que no sea un empleado franquea la verja de la residencia, transformada también desde el otoño en cancillería, sin que un geo vestido de paisano y sin armas visibles acoja al visitante en el jardín. En una caseta pegada a la entrada acampa también una pareja de soldados del Ejército regular libanés, equipada con sus fusiles de asalto norteamericanos M-16."¿Cousin quiere decir primo en francés?", pregunta un experto en seguridad español cuando varios libaneses solicitantes de visados le explican, para ganarse su confianza, que son parientes de uno de los empleados de la cancillería, bajo la mirada atenta de una pareja de perros guardianes alemanes de raza Branco de Weimar.

A pesar de esta recepción prudente, las medidas de protección aplicadas desde hace 10 días en esta y otras embajadas de España en el mundo árabe distan aún mucho de equipararse con las vigentes en otras representaciones diplomáticas occidentales. Pero suponen, sin duda, un progreso apreciable en comparación con el laxismo que imperaba hasta ahora.

Consagrados a la tarea de recepcionista alerta, servicios de escolta al jefe de misión español en sus desplazamientos y a estudios del perímetro de seguridad de la Embajada y las reformas necesarias para mejorar su defensa, los geo, que se alojan en sus dependencias, han tenido poco tiempo para conocer el país. Alguno ya se ha comprado un aparato de radio, "mucho más baratos que en Canarias".

Situado en una colina del barrio cristiano de Hadat, no muy lejos del frente que divide los sectores confesionales enfrentados de la capital libanesa, el palacio del emir Chehab, comprado por el Estado español a ese noble libanés, posee espléndidas vistas sobre el mar y la montaña y constituye un excelente observatorio del entorno bélico que le rodea.

"Tiran a boleo"

"Los artilleros tiran a boleo", comenta uno de los geo, que, como sus demás compañeros, pide permanecer en el anonimato y se niega a dejarse fotografiar por motivos de seguridad. "Pero lo más curioso", añade, "es que a la hora del almuerzo y de la cena se interrumpen los tableteos de las ametralladoras y cesa el ruido de las explosiones, como si se pusiesen de acuerdo tácito para comer con tranquilidad".El gran calibre de las armas individuales de los contrincantes libaneses ha sido otro motivo de asombro para los recién llegados. "Está claro", recalca uno de ellos, "que la precisión del disparo no es exactamente lo que más les importa y que tampoco les preocupa provocar una escabechina". "Ias nuestras, en cambio", enlaza su compañero refiriéndose al armamento que trajeron de España, "son las más perfeccionadas", pero rehúsa dar detalles sobre marcas y modelos.

Aunque no rebasan los límites de la zona cristiana, supuestamente la más occidentalizada, los geo no salen de su desconcierto ante la actitud de los milicianos al frente de los puestos de control en calles y carreteras. Dice uno de ellos, que aparenta ser el jefe: "Nunca se sabe si te van a dar dos ostias o un beso cuando te ven".

Una hora antes, un corpulento cacique local, con la culata de su fusil adornada con una estampa de la Virgen María, amenazó con ejecutar al taxista de este corresponsal porque le descubrió en la guantera del automóvil un viejo permiso del movimiento armado shií Amal para circular con un equipo de TVE por los suburbios que controla. A principios de semana, ese mismo caudillo no acababa de creerse que el moreno jefe de los geo fuese un diplomático español, como señala su pasaporte. Periodistas y geo despotrican al unísono sobre los modales salvajes de ese miliciano cristiano.

Enviados a Beirut lo mismo que podían haber sido destinados a París, estos cuatro ex policías nacionales, que, tras pasar unas pruebas y recibir una formación especializada, se han convertido en expertos en seguridad, no perciben, explican, "ninguna compensación económica por estar en un sitio peligroso, al margen de las dietas que también cobran los demás compañeros destacados fuera" de la sede del cuerpo, en Guadalajara.

Poca diversión

A diferencia de sus colegas en la capital gala, los cuatro escoltas del embajador en Líbano apenas tienen posibilidades de gastarse ese plus salarial por destino en el extranjero, porque reducen "al máximo sus escapadas durante sus ratos libres para no correr riesgos inútiles". Aparte las compras que se pueden hacer en un país carente de impuestos, la situación bélica que prevalece aquí ofrece escasas oportunidades de diversión, sobre todo cuando no se conocen idiomas.Aun así preguntan con interés sobre posibles excursiones y acerca de la vida en el sector musulmán, que esperan a ser autorizados a conocer algún día, "si se resuelve este asunto" del secuestro de su compañero Pedro Antonio Sánchez, del canciller español de la Erabajada, Asad Abdo, y de su herrrano, el vicecanciller libanés Gaspar Abdo, capturados el viernes 17 de enero en la autovía del aeropuerto de Beirut, situado en sector musulmán.

Entre las efímeras distracciones que amenizan su vida en la embajada-cuartel figuran las llamadas a sus familiares, cuando las aleatorias líneas telefónicas de Líbano les permiten conseguir la llamada. "Tranquilizamos a la mujer", cuentan en el soleado jardín de la residencia, "diciéndole que estamos en zona cristiana, la buena, donde no pasa nada". Un estribillo que los corresponsales de Prensa aquí acreditados conocen de memoria por haberlo repetido innumerables veces a sus familias por teléfono, aunque invirtiendo los términos.

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