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El Tesoro mantendrá estables los tipos de interés en las emisiones a medio y largo plazo

La Dirección General del Tesoro mantendrá durante el primer semestre del año una política de mantenimiento de los tipos de interés que se traducirá en una estabilidad en las emisiones a medio plazo de amortización (subasta de obligaciones y colocación de bonos del Estado) y una ligera rebaja en la deuda con desgravación fiscal, al tiempo que el precio de los pagarés del Tesoro no diferirá de forma sustancial del alcanzado en la primera subasta del año. Algunos sectores de la Administración y de la banca privada preferirían una caída mayor de los tipos aunque las consecuencias en el conjunto del año no fueran mejores.

Durante el próximo mes de febrero tendrá lugar la primera subasta del año de obligaciones del Estado (emisiones de títulos a cinco u ocho años de amortización), en la que se marcará de forma más nítida cuál es la posición oficial del Gobierno sobre la previsible evolución de los tipos de interés a largo plazo. Las incógnitas sobre la marcha de las tensiones inflacionistas para 1986, que estarán parcialmente despejadas cuando tenga lugar esa subasta -ya que entonces se conocerá el incremento de precios al consumo de 1985 y se tendrán las primeras estimaciones sobre la repercusión del IVA-, y la evolución de las magnitudes monetarias y el grado de cumplimiento de la política monetaria serán factores determinantes a la hora de que el Tesoro establezca el nivel máximo al que esté dispuesto a aceptar dinero a largo plazo.En los momentos actuales, la idea que predomina es repetir los tipos de finales del año pasado (11,75% de tipo nominal de la emisión) en la subasta de obligaciones y a partir de ahí establecer el interés que percibirán los inversores para la primera emisión de bonos del Tesoro, que se pondría en circulación una vez finalizada la suscripción de obligaciones en los meses de marzo y abril. El calendario se completa con una nueva subasta de obligaciones para la primavera (cuyo suscripción sería entre mayo y junio) y una nueva de bonos después del verano.

Los tipos previstos para los bonos (a tres o cinco años de amortización sin desgravación fiscal) también serían los mismos que los de finales de 1985 para que se mantuvieran las diferencias entre las emisiones a largo y a medio plazo. En junio y a finales de año se pondrían en circulación dos emisiones de deuda desgravable en las que, hoy por hoy, se puede provocar una baja más pronunciada de los tipos de interés en relación a los de 1985, ya que estos últimos estaban demasiado elevados en comparación con los bonos. Hay que tener en cuenta que los bonos y la deuda desgravable tienen el mismo período de amortización y que se diferencian exclusivamente en que unos títulos pueden ser desgravables para el pago de impuestos mientras que los otros no. Por ello deberían tener unos tipos de interés distintos -más elevados en el caso de los bonos que en el de la deuda- que compensaran en parte la posibilidad de desgravación fiscal.

Forzar la baja

El mantenimiento de los tipos de interés ha sido discutido por parte del sector financiero privado -señalando que el Estado podría haber forzado más la baja de tipos de interés en la subasta de pagarés del Tesoro, drenando una menor cantidad de la liquidez existente- y también por algunos de la Administración, preocupados por los altos costes de financiación de la deuda pública. La banca estaría buscando, con una mayor reducción del precio de los pagarés, impedir que en los próximos meses desaparezca una parte sustancial de sus depósitos colocados en pagarés bancarios y, además, lograr convencer a las autoridades para que den entrada en el coeficiente de regulación monetaria a otros activos distintos.La banca se enfrenta en los próximos meses a la posibilidad de que si los tipos de interés de los pagarés del Tesoro son atractivos buena parte de sus depósitos a un año de amortización pueden colocarse entonces en títulos públicos. Si, por el contrario, los pagarés del Tesoro cayeran hasta precios inferiores al 8% los pagarés bancarios con retención del 45% empezarían a ser atractivos para muchos inversores dispuestos a perder un punto de rentabilidad a cambio de una garantía de opacidad fiscal prácticamente absoluta.

La baja de rentabilidad de los pagarés, cuando las entidades financieras tienen que destinar el 10% de su pasivo a adquirir títulos públicos, al reducir las cuentas de resultados de bancos y cajas propiciaría la sustitución de los pagarés por otros activos públicos dentro del coeficiente de regulación monetaria. Se podría producir la paradoja de que el coste de financiación del sector público fuera más elevado que el actual y más dificil de obtener.

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