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Chico Recarey

'El rey de la noche' de Río de Janeiro es un coruñés de 39 años que abre cada tres meses un nuevo negocio

No lleva cetro, pero todos le llaman el rey de la noche en Río. Se pasea en Rolls con un buen cargamento de mulatas que miden dos metros. Vive en un apartamento por el que pagó un millón de dólares. Cada tres meses abre un nuevo negocio. La gente de Río dice que si Chico Recarey, ese gallego de 39 años pequeñito y tímido, cerrara a la vez sus locales nocturnos esta ciudad se convertiría en un bostezo insoportable. Pero él no lo va a hacer. Chico está seguro de que la fama se fabrica cada día.

No olvida aquella tarde en la que su madre, al despedirle en el pueblo de Agualadá (La Coruña), le entregó sus ahorros y le dijo: "Chico, si te vas a triunfar no dejes de triunfar". Ése fue el mejor consejo. Lo decía todo y no decía nada. Pero a los 13 años, que era la edad con la que llegó a Brasil, sólo se necesitan palabras de aliento y buena salud."Empecé como camarero en una pizzería. Al cabo de dos años pude comprarle el restaurante al dueño que me daba trabajo. Y así fue cómo con lo que iba ganando en ese negocio fui comprando los siguientes. Cada tres meses procuro abrir uno nuevo. Río se me está quedando pequeño. He abierto en Sao Paulo. Y acabo de comprar dos hoteles y una discoteca de lujo para 3.000 personas"

Cuando el rey Juan Carlos vino a Brasil en 1982 quiso conocer al rey de la noche. "Así que usted es el rey de Río ¿no es así, Chico?', me preguntó don Juan Carlos. Y yo le dije que no, que no soy el rey de Río. Pero él insistió: 'Vamos, vamos, todos dicen que usted controla la noche de Río, y el rey de Río está ahora hablando con el Rey de España'. No me salía la voz, creáme; soy tímido. Así que levante los ojos y le dije: "Su Majestad es el único rey que tenemos aquí los españoles; yo soy un obrero que ha trabajado duro y que está orgulloso de seguir siendo español".

Para Recarey no existen fórmulas secretas que aseguren éxito en los negocios. La palabra es trabajo y estímulo. No hay más. Y asegura que el hombre que cree haber alcanzado una meta es un hombre muerto. "Yo creo que lo difícil es mantener alto el nivel de lo que sea. Un restaurante tiene que ser lo mejor dentro de su categoría. Una sala de fiestas debe poseer el encanto necesario para que el público vuelva una y otra vez. Un hotel no es sólo una habitación con una cama. Es más. La gente quiere más cada vez. Y hay que saber lo que pide la gente y ofrecerlo".

El único problema que tiene Recarey en Brasil es el que tienen todos los hombres de negocios: el deterioro de la inflación galopante (200% en 1985), que fuerza a vivir debiendo mucho y acumulando intereses muy altos. "No hay más remedio que hacerse a esta idea cuando la inflación galopa. Vamos a una tasa del 300%, o más, en 1986. Los que producimos y ganamos mucho podemos permitirnos el lujo de deber mucho".

En contra de lo que pudiera parecer, la sociedad brasileña no es abierta ni fácil para un extranjero. Pero ése es otro desafío estimulante: "Desde que puse el pie en este país, que es maravilloso, me dije que mi deber era ejercer de español y triunfar como merece triunfar un español".

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