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Tribuna:MEMORIAS DE UN HIJO DEL SIGLO
Tribuna
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35 / Los yeyés

Ganada la guerra mundial, superados los tontos y lluviosos cincuenta, siempre cantando bajo la lluvia, olvidada la autarquía, en noviembre de 1958/59 (tendría que levantarme a mirarlo), vino Eisenhower a ver a Franco, con mucha lluvia, y se pegaron un abrazo de generales. Franco ya lo había dicho cuando Eisenhower salió presidente (y no sé si lo he contado en este folletón):-Bueno, por lo menos es un militar.

Con el tiempo, los dos militares se entendieron. Entrábamos en los sesenta, encontrábamos empleo, o mejor empleos, en algunos casos (asunto más inseguro, pero más rentable), y, como no teníamos nada que hacer, nos hicimos yeyés. Algo había que hacerse. Era la superación definitiva de las dos postguerras, que en España venía a confundirse en una sola cosa. Unos chicos de Manchester subieron sus tocatas a la azotea, porque en el piso hacían mucho ruido, y allí, bajo el cielo bajo de Inglaterra, se inventaron una música:

Yellow submarine, yelow submarine...

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-¿Y usted ya sabe qué es eso del yelou submarine, vecina?

-No, hijo, así de pronto, no. Pero a mí me suena como hielo submarino, que es una cosa que tiene su lógica en aquellos países tan fríos.

Yeyés, precisamente, éramos quienes sabíamos cuatro palabras de inglés y que Yelow submarine era un submarino amarillo. El inglés lo enseñaban en las academias de media tarde, aparte el que uno se traía aprendido de provincias. Oestabas en Carabanchel o estabas en El Corte Inglés comprándote una chaqueta/levita, entallada, una camisa de cuello alto, con pasador, unos pantalones acampanados y unos zapatos de fantasía. Los yeyés eran unos ácratas de derechas, unos estetas, unos lúdicos. Los de Carabanchel eran rojos o chorizos. Yelow submarine, yelow submarine. A Grimau lo tiraron por un patio interior de Seguridad, aunque quizá se suicidé él mismo, vista su situación, según afirman quienes conocían su psicología (1).

Lo de Grimau movió y conmovió al mundo entero. Grimau. era un comunista importante que andaba por Madrid todo el día, de bar en bar, incansable, estableciendo contactos. Lo raro fue que no le pillaran antes. Los intelectuales españoles firmaron una carta colectiva y abiertamente anti/Dictadura. Fraga, ministro entonces del ramo intelectuales (ya le dedicaremos una entrega guapa), contestó a los intelectuales insultándoles minuciosamente, uno por uno. Los yeyés, tranquis, haciéndoselo suavito. Los Beatles habían abierto el mundo a un mundo de dibujos animados. Las yeyés ya ligaban. No había más que apretarse el pasador al cuello y empezar a ligar. No te quieres enterar/ yeyé/ que te quiero de verdad/ yeyé... USA tenía una nueva Corea en Vietnam. Franco se había pegado un tiro cazando, en una mano, y estuvo todo un domingo internado en el Hospital de la Princesa, calle Princesa. No volvería a hacer vida de aquella mano, pero firmaba los decretos con la de Santa Teresa. Yelow submarine, yelow submarine.

-Y usted que va a idiomas, ¿por qué no me lo canta en cristiano joven?

-Otro día, vecina, que hoy tengo ligue.

-Jesús, Jesús, y qué juventud tan moderna que nos ha venido. Todos parecen canadienses.

-O maricones.-Bueno, yo creo que viene a ser muy parecido.

Yelow -¿de dónde venimos, adónde varnos?- submarine. Qué noche la de aquel día. Una noche que duró varios años. Al día siguiente nos despertaba el trino nacional/racial de Raphael: "Yo soy aquél..."

-¿Quién dice que es, vecino?

-Pues aquél.

-Majo sí que parece, por Radio Madrid.

-Y que fue niño de coro.

-Entonces estará castrado.

-Eso sólo es en la Capilla Sixtina.

-También qué costumbres, los forasteros. Para que luego digan de España. Aquí con Franco eso no pasa.

-A lo mejor, en la Escolanía del Valle de los Caídos (2).

Don Eugenio d'Ors le había dejado hecha una letrilla al abad del Valle, Fray Justo Pérez de Urbel: "Dime, Pérez de Urbel, pues eres Justo..."

-Ya no respetan ni a los clérigos.

-Con tanto cine, con tanta radio, se ha vuelto loca Pedro Mourlane.

-Yelow submarine, yelow submarine...

-¡Ay qué lucha...

-¿Y quién dice usted, vecino, usted que es moderno, que es ése que canta tan majo?

-El Rapa.

Tenía voz de folklórica macho. Nadie ha vuelto a cantar en España como él. Y que le tocó luchar con la invasión/colonización de los Beatles. El siglo se iba abriendo a nuevas liberaciones, o eso creía.

-Después de los Beatles, ya nada podrá ser igual.

-Después de mayo del 68, ya nada podrá ser igual.

-Después del rock, ya nada podrá seguir igual.

Pero todo sigue siendo lo mismo. Yelow submarine, yelow submarine. La Tierra es un submarino que surca, muy profundo, los océanos del Universo. Para qué más. Ortega hubiese hablado de "órbitas de acero". A todo esto, iban saliendo los de Carabanchel. No te quieres enterar, yeyé, que te quiero de verdad, yeyé. Era yeyé hasta Conchita Velasco. Menos mal que Buero la cogió a tiempo y la metió en una obra con mensaje: Llegada de los dioses. Los dioses eran los jóvenes, primeros setenta, y todavía no se han ido. En los talleres de cerámica había fotos del Rapa, entre las chicas. En nuestras redacciones juveniles había fotos de los Beatles. Llegaban las primeras traducciones latinochés de Lolita y Henry Miller (3), orinadas de clandestinidad. El cocidito madrileño seguía repicando en la buhardilla. Yelow submarine, yelow submarine.

Cuando los yeyés habíamos tomado Madrid y encontrado la forma de ocupar un lugar en la tierra, gracias a aquella identidad colectiva, que nos evitaba el coñazo de andarse uno fabricando una identidad idéntica, o sea personal, cuando éramos felices, en fin, empezó a oírse hablar de los beatniks, que en Estados Unidos estaban dando la nota, con prosistas como Kerouac y poetas como Sallinger y Ferlinghetti. El beat era todo lo contrario del yeyé. El beat era un hijo natural y plural de Henry Miller que se había lanzado a descubrir la verdadera América: lo que luego Sam Shepard, el último beat, ha llamado "el verdadero Oeste". La América de las autopistas infinitas y cruentas, los desiertos del cóndor, las gasolineras abandonadas y los moteles con ladillas. Los beats habían leído Pesadilla de aire acondicionado, de Miller, llegando con él a la conclusión de que lo único puro y respirable de América eran los verdaderos americanos, o sea, los pieles rojas. A mí, el verdadero Oeste se me vino a los brazos en la persona de Bárbara Lodgsdon, una dulce cherokee que vivía en la plaza de Santa Ana, llevaba un gato al hombro y pintaba abstracto, un abstracto que estaba muy cerca de los tatuajes piel/roja. El gato se llamaba Timoteo, en recuerdo de Thimoty, el hermano paracaidista de Bárbara, que murió en Vietnam. Parece que para ir a la guerra los yanquis no hacían discriminación entre sus razas. Thimoty murió por una América que previamente le habían quitado los "americanos" invasores, en una guerra que tampoco tenía nada que ver, en puridad, con Norteamérica. Todo era una dulce y sangrienta y complicada ironía. Se comprendía que la nueva juventud americana se comiese los carnets de alistamiento, con grapa y todo, se hiciera beat y se llenase de vagabundos del Dharma y golfos de Buda, horneando pan o jardineando por USA, y hasta amaestrando serpientes en la Cervecería Alemana de Madrid. Su indumento era una túnica, su herramienta era una flor, su alma era una larga melena unisex. Broadway echó en seguida números con la belleza nueva de aquello, y se sacó Hair, que dio una pela.

Pasamos sin transición del nomadismo beat al estatismo hippy. Hair había dado una pela mundial, sí, pero nos había hecho a todos hippies. Los beats dejaron una literatura. Los hippies no dejaron nada. Mayo/68 nos cogió, aquí, estrenando la última chaqueta yeyé. Ya que el mundo no venía a nosotros, por culpa de Franco, decidimos salir nosotros al mundo. Fuimos la primera generación viajera de España. Le dimos la vuelta al mundo varias veces.

-¿Y dónde dice usted que se le ha ido el niño, vecina? -

-A Samarkanda. Va a ordenarse de sacerdote.

-¿Y por qué no se ordena aquí, en las Salesas?

-Es que el niño va para sacerdote indio. Y como Franco no deja la libertad de cultos.

-Y hace bien, que eso de la libertad acaba siempre en vicio y proxenetismo.

-¿Y qué es el proxenetismo, vecina?

-Anda, pues una enfermedad de los indios. De los indios maricones, claro. (Ya se lo solté.)

1. El caso Grimau ha sido tratado en otra entrega de esta serie.

2. El Valle de los Caídos lo hicieron, en buena medida, los prisioneros republicanos que trabajaban en "Redención de Penas por el Trabajo".

3. Con Henry Miller se rompe el hieratismo acartonado de Faulkner y la literatura americana vuelve a ser libre, barroca, imprevisible, violenta, vital, como lo sigue siendo hasta Mailer o Shepard.

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