Siderurgia y estrategia industrial
En el centro de esta problemática se encuentra la siderurgia, uno de los sectores más afectados por la integración, debido a tres razones esenciales:- La siderurgia se incorpora a la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), organismo con más competencias reguladoras que otros comunitarios.
- Existe un desfase entre el proceso de reconversión siderúrgica de la Comunidad de los diez y España, y tres años de período transitorio es un plazo muy duro para la inevitable mejora de productividad y alineación en precios competitivos.
- El sector en su conjunto, y muy especialmente el de acero común, tiene un alto dinamismo exportador (más del 60%, de la producción) y la implantación del IVA incide de forma directa en su alta capacidad exportadora y condiciona absolutamente la supervivencia en sus dimensiones actuales.
En esta hora decisiva podemos plantearnos algunas cuestiones. claves: ¿Es la siderurgia un sector obsoleto con vistas a la futura era de la información, tal como afirman algunos planificadores y profetas? ¿Puede nuestra siderurgia mantener dentro de la CEE el formidable ritmo exportador actual? ¿Necesitamos en el próximo tnienio de transición 1986-1988 un rígido y duro plan Davignon -de jure o de facto- en materia de producciones, precios y cuotas de mercado? ¿Debemos ir abandonando progresivamente nuestra fuerte y productiva -en el sector privado- industria de acero común para ir a productos con mayor valor añadido, como recomienda la CEE? ¿Puede en tres años nuestra siderurgia integral alcanzar los niveles de productividad de la alemana o la holandesa, o seremos invadidos por productos planos de otros países, como está ocurriendo ya en 198S? ¿Existe falta de vertebración en el subsector de acero común o competencia desleal? ¿La reconversión de los aceros especiales nos lleva en verdad a niveles europeos?
Una reunión de dirigentes de la siderurgia española, empresariales o de la Administración, de planificadores nacionales y de expertos eurócratas del sector daría respuestas muy dispares a las preguntas esenciales que acabamos de formular.
Los problemas urgentes
Somos un país importante en siderurgia dentro de la CEE. Sólo Alemania Occidental (39,4), Italia (24), Francia (19) y el Reino Unido (15,2) superan nuestros 13,5 millones de toneladas de acero. En producción por horno eléctrico conseguirnos el segundo puesto europeo, después de Italia. Alcanzamos ya una estimable media del 50% en colada continua, que llega al 100% para el acero común. Nuestra balanza comercial siderúrgica es positiva en 240.000 millones de pesetas. El sector sostiene 70.000 puestos de trabajo directos y aproximadamente 40.000 indirectos.
Todo este entramado industrial se puede cuartear peligrosamente el 1 de enero de 1986. Para algunos, la afirmación precedente puede ser una más de las pesimistas que se expresan ante el ingreso en el Mercado Común. Pero quienes vivimos día a día el sector sabemos que hay dos hechos meridianamente claros:
1. La siderurgia integral española y la de aceros especiales no pueden soportar el ritmo de incremento de exportaciones de los países comunitarios a España producida en el presente año. La balanza negativa con la CEE en 1984 por 331.000 toneladas se va a duplicar prácticamente en 1985.
2. Con la aplicación del IVA, nuestra exportación de 8,5 millones de toneladas y nuestra balanza positiva de 1.500 millones de dólares caerán drásticamente en pocos meses.
Ambos problemas -los más urgentes a corto plazo- tienen solución, y por ello nuestra actitud no es catastrofista. Es imprescindible limitar las importaciones comunitarias a España -como lo están nuestras exportaciones a los diez- durante el período transitorio, concretando en cifras lo planteado por el ministro Majó en el último Consejo de Ministros de Luxemburgo. Y respecto a la exportación, las dos patronales del sector, Unesid y Siderinsa, se han pronunciado con toda claridad sobre la mejor alternativa a la desaparición de la DFE, que no es otra que una importante -y perfectamente posible- reducción de los principales costes de producción para situarlos al nivel de los más bajos existentes en otros países europeos.
La siderurgia española no tiene la misma estructura que la europea comunitaria. Ésta se caracteriza preponderanternente por las grandes empresas integrales mientras que la nuestra -como la italiana- tiene un fuerte componente de empresas medias no integrales de horno eléctrico. La macroempresa integral es mucho más vulnerable a los problemas de sobredimensionamiento, de falta de agilidad ante la baja coyuntura o de fluctuaciones de las exportaciones que nuestras ágiles mini-milis. Y esta diferencia se refleja lógicamente en los objetivos de la CEE. Por ello nosotros no podemos ser divergentes de la estrategia comunitaria, pero no necesariamente hemos de coincidir plenamente con ella o, dicho ya desde dentro de la CEE, la debemos matizar desde nuestra realidad diferencial.
Para definir una estrategia a medio y largo plazo hay que sobrevivir al corto. Sin vida, o con el pulso débil, no hay esperanza ni proyectos de futuro. Por ello hemos dado prioridad a los dos problemas que acucian a la siderurgia en la hora actual. Teniendo en cuenta lo anterior, y desde la perspectiva de una siderurgia singular dentro de Europa, intentaremos establecer unos principios estratégicos para la siderurgia española.
Once principios estratégicos
Primero: política sectorial. España debe mantener una siderurgia fuerte y competitiva. Constituiría un grave error abandonar o minusvalorar nuestra potencia siderúrgica para sustituirla por sectores de punta en los que nuestra fortaleza es problemática o utópica. Dicho más claramente, estamos en tecnología y estructura empresarial siderúrgica mucho más cerca de Europa y de EE UU que en electrónica, biotecnología o informática.
El logro de avances significativos en estos sectores debe ser apoyado a tope, pero sin abandonar posiciones conquistadas en otras áreas, como la del acero.
Segundo: tecnología. No es cierto que la siderurgia sea un sector de pasado con tecnología obsoleta. La electrónica ha penetrado decisivamente en la técnica del acero y está presente en el horno -alto o eléctrico-, en el análisis de muestras, en la colada continua o en el tren de laminación. La inversión permanente en la adecuación de las innovaciones electrónicas e informáticas a los procesos productivos del acero constituye estrategia prioritaria.
Tercero: competitividad. Una empresa es competitiva si está bien gestionada y si sus precios de compra son competitivos a nivel internacional. Para algunas empresas siderúrgicas españolas es todavía necesario actuar en el primero - de los frentes (de ahí los planes de reconversión de integral y acero especial), pero todo ese esfuerzo, y el de ¡os empresarios que se reconvirtieron a sí mismos día a día, será inútil si no se ve complementado por un esfuerzo paralelo en reducción de los precios de compra.
Cuarto: consumo de acero. El mercado interior está muy debilitado por razones no perfectamente clarificadas. Nuestro consumo aparente de acero está en 189 kilos por habitante, increíblemente bajo en comparación con los países comunitarios: Alemania Occidental (486), Italia (320), Francia (276), Grecia (201).
Quinto:producción. No es necesario ni conveniente establecer desde la Administración un plan de reducción de los 13,5 millones de toneladas anuales. Es obvio que hay empresas improductivas sostenidas por planes coyunturales que caerán, pero hay otras dinámicas y rentables que llenarán su hueco. Si no hemos tenido un plan Davignon español, no es el momento de plantearlo cuando la CEE inicia prudentemente el camino de la liberalización. Nuestra producción siderúrgica debe evolucionar -al alza o a la baja- de acuerdo con la capacidad competitiva de nuestras empresas. Es preciso, no obstante, favorecer y subvencionar el cierre de empresas con inviabilidad técnica y económica, en línea con lo que se ha hecho en Italia y decidido en Luxemburgo.
Sexto: mercado interior. La debilidad del mercado interior aconseja una concertación entre empresas sobre la segmentación del mercado y de sus productos, para evitar una degradación de precios.
Séptimo: exportación. España debe mantener un alto nivel exportador. Está en situación tecnológica y geográfica óptimas para consolidar sus mercados exteriores y ganar el reto europeo incrementando sus exportaciones. La reducción de costes de producción (mineral, chatarra, energía eléctrica, combustibles, ferroaleaciones, etcétera) es una estrategia prioritaria para garantizar nuestra agibdad exportadora y nuestra positiva balanza siderúrgica.
Octavo: acero común. El subsector de acero común-horno eléctrico -mayoritariamente de iniciativa privada- es el más competitivo en cuanto a exportación y el de mejores resultados económicos. Puede parecer que mantener una industria de acero común potente resulta incompatible con el objetivo comunitario de ir a productos de mayor valor añadido, pero esta visión es errónea. España está en el nivel industrial intermedio de la escala comunitaria. Cada país puede tener estrategias nacionales dentro del global comunitario. Y cuando los más avanzados (Estados Unidos, Alemania Occidental, Reino Unido) no ponen énfasis o abandonan poco a poco el mercado de productos largos, los países de segundo nivel pueden tener una gran oportunidad en el acero común-horno eléctrico (España e Italia son los más fuertes en esta modalidad de producción). Además, es seguro que las naciones de la CEE de tercer nivel industrial (Grecia, Portugal, Irlanda ... ) no podrán sustituirnos, al menos durante una década, en este sector del mercado, aunque sí serán competitivos países extracomunitarios como Brasil o algunos de Europa del Este.
Noveno: aceros especiales. La mayor parte de las empresas de este subsector están sometidas a un plan de reconversión basado en la creación de una gran empresa y en acciones específicas para cada empresa integrada. Es imprescindible que este plan garantice la dimensión adecuada y la competitividad suficiente para integrarse en la CEE. Hasta que el plan acabe es preciso evitar todo aquello que desde el exterior pueda crear dificultades adicionales.
Décimo: siderurgia integral. Es preciso partir del sostenimiento de nuestra siderurgia integral. Los esfuerzos sociales y económicos necesarios para el logro de su permanencia competitiva dentro de la CEE deben ser apoyados, as como la salvaguardia de compe tencias exteriores que impidan su plan de reconversión. Es converuente que nuestras empresas integrales tiendan a especializarse en los productos finales en que su segmento de mercado interior es más claro y su competitividad en el exterior, comparativamente con otras empresas, más grande.
Undécimo: flexibilidad de regulación temporal de empleo. Nuestra siderurgia va a tener un período transitorio de adaptación a la CEE de tres años. En ellos, las producciones de cada empresa pueden sufrir alteraciones importantes coyunturales. Por ello nuestra siderurgia va a necesitar un régimen flexible, rápido y eficaz de regulación temporal de empleo para cubrir los baches de producción. La regularización temporal tiene muy mal ambiente entre los trabajadores, ya que la experiencia histórica demuestra que casi siempre han sido el preámbulo digerible del cierre definitivo de las empresas. En el caso del período transitorio de la siderurgia que contemplamos, la regulación temporal quiere ser no un anticipo de la pérdida de los puestos de trabajo, sino la salvaguardia de los mismos.
Sé muy bien que los principios estratégicos enumerados son opinables y pueden ser controvertidos, pero si de su discusión y de otras aportaciones -sin duda más experimentadas que la mía- surge una estrategia clara a medio y largo plazo para nuestra siderurgia habremos prestado todos un buen servicio al desarrollo industrial de nuestra patria.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.