Yosuke Kanda,
de 53 años, propietario de una pequeña empresa de nueve empleados, en quiebra después de la desaparición de su contable con ocho millones de pesetas y dejando deudas de 2.400 millones de pesetas, se suicidó el pasado 19 de noviembre con la esperanza de que sus trabajadores pudieran cobrar sus salarios gracias a su seguro de vida. La irreversible decisión del empresario japonés no ha servido para resolver los males de sus empleados. La compañía de seguros no ha pagado la póliza porque había sido suscrita hace menos de un año.
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