La renuncia de Kennedy
Las reacciones más inequívocas surgidas en Estados Unidos a raíz del anuncio realizado por el senador Edward M. Kennedy de no presentarse a la nominación presidencial para 1988 provienen de los dos puntos más opuestos del espectro político.Edward J. Rollins, el jefe de la campaña electoral de Reagan en 1984 y hasta hace poco director político de la Casa Blanca, dijo: "Con él se va el único candidato al que estábamos seguros de poder batir". Jesse L. Jackson, el activista de los derechos humanos y aspirante presidencial demócrata, ha dicho: "Se quita de en medio uno de los dedos del dique y se frena a aquellos que han empujado al Partido Demócrata hacia la derecha".
Que gente tan opuesta en su filosofía y planteamiento político como Rollins y Jackson encuentren razones para lamentar la salida de Kennedy deja muy claro qué lugar ocuparía éste en política en el año 1988.
Durante 25 años el nombre Kennedy ha supuesto para los demócratas el emblema de su pasado éxito y su esperanza para recobrar el toque de la victoria. ( ... )
Con Ted Kennedy al margen, ambos partidos saben ahora que los demócratas serán liderados en las próximas elecciones por un desconocido, quizá por el senador Joseph R. Briden Jr., de Delaware, o el representante Richard A. Gephardt, de Misuri, que era demasiado joven incluso para votar a John F. Kennedy. Este hecho altera la dinámica de ambos partidos, de una manera inmediata para los demócratas, y finalmente para el partido republicano.
El comentario de Jackson define el dilema demócrata: ¿quién es el que podrá retener al militante de base, situado predominantemente entre las capas sociales pobres, las minorías y las mujeres solteras trabajadoras, y a la vez ampliar su alcance entre los matrimonios de clase media?
Kennedy, un demócrata de Massachusetts, era el único aspirante con posibilidades de éxito para 1988 que podía desafiar a Jackson en los niveles de emoción y entusiasmo por su lealtad a las minorías y a los pobres. , 27 de diciembre
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