Dos cristiandades
La teología de la liberación (TL) y Comunión y Liberación (CL) son las dos corrientes y más que corrientes por donde hoy marcha y se define el cristianismo. Ambas coinciden en el término liberación, lo cual ya dice mucho. Las dos, y no tan sólo por apuntar a liberarnos, suponen y contienen no pocos aciertos y valores, pero...Me parece a mí -un viejo que no pasa de licenciadillo en teología-, que ambas llevan algo más que un peligro o tentación en ellas. Podría limitarme a decir que las dos teologías u obras se preocupan demasiado por arreglar este mundo, cada año más liado y más absorbente: "Esto no lo arregla ni Dios", que dicen tantos, "ante esto hay que lanzarse a ayudar a Dios", que ingenuamente afirman otros.
Una curiosa y expresiva coincidencia en tal pretensión, que intenta lo que se podría llamar no la involución de nuestro momento, sino una segunda siembra, anteproyecto o como se quiera expresar de la cristiandad. Sé que decirlo así puede a unos hacer sonreír, a otros enfadar, pero ¿esto de recordarnos con tanta pasión e inteligencia que este mundo tiene arreglo y el arreglo es precisamente para ellos, buenos cristianos, no otro que el cristianismo?
El bueno de Lombardi hace lustros nos salió con aquello del mundo mejor; hoy sabemos que contando siempre con el avance técnico -lo único que no retrocede- y con el decálogo de los derechos humanos que se estila a lo más que podemos aspirar a es a un mundo menos malo, al de la disuasión. Afirman que se acabaron las utopías, pero hete aquí que los TL y los CL dicen es la hora del cristianismo.
Por mi parte y con mis bien conocidas simpatías, pues no, que no lo veo así a pesar de ser unos y otros de lo mejor que tiene la Iglesia católica en sus filas. Y me atrevería por ello a recordar a mis mejores amigos, los de la TL, que dejen a los hombres, a su sociedad, a su polis con la obra que yo creo que ha puesto en sus manos el Creador. Arreglar este mundo es cosa de los-hombres, sin contar con su confesión y organización religiosa.
Por respeto a la misma iniciativa de Dios que nos embarcó en lo que tan mal -pero también con sus aciertos- nos dio la salida, y por respeto no sólo a Él, sino a nosotros, artífices de lo que va tan ambiguo, diría, les diría o me diría, no nos corramos de sentido: la revelación de Dios en Jesús no vino ni viene sino a pedirnos una fe que Él siembra en cada uno, no tan sólo cara al llamado y misterioso reino, que no es este curioso y desastroso mundo, sino a una actitud en seguimiento a Él. Algo más que una ética, algo más, amigo Sobrino, que un proyecto, posiblemente la misteriosa prueba a ver lo que los hombres dan de por sí haciendo historia. "¿Pero la Iglesia?", me quedo en lo de un magisterio sobre comunidades de dichos creyentes, para que precisamente no nos salgamos de línea. No confundamos, dirían los antiguos, la naturaleza humana de Jesús con la divina.
Actitud y proyecto
No he querido, aunque bien confusamente, sino recordar que el cristiano como hombre construye, debe construir, lo de todos, aunque a él además le potencie la fe precisamente en su hombrías, pero no más: cuestión de no confundir actitud de cada uno con un proyecto cristiano para que esto no vaya tan mal. No creo ser intimista en mi fe, ni meramente trascendentalista, pero... la tercera tentación del desierto era otra: hoy diríamos arreglar y dominar el mundo.
Hay que reconocer y más que los TL, rompiendo con lo más vergonzoso de la historia cristiana y eclesial, nos han como redescubierto la actitud de denunciar y luchar por la justicia, anteponiendo la comunidad y la causa de los pobres o pequeños a toda otra actitud desde la fe. No es poco y por algo Boff está como está, pero, situándonos entre ellos, no dejo de entrever una penumbra del mañana lo mismo de ayer: la TL animando y más a los más pequeños en sus comunidades a que defiendan lo que en vano pero también pretendían hace siglos; buscamos entonces aquello de la cristiandad en lo que ahora diríamos de izquierdas. Porque posiblemente no hay otra oposición, o te apuntas por aquí o a lo de Comunión y Liberación, que, pretendiendo lo mismo, arreglar lo de la tierra, lo hacen con el otro talante.
El bueno de J. M. Oriol nos decía el otro día no tan sólo que había que comprometer el confesionalismo y no avergonzarnos los creyentes -tenía razón-, sino que ante la desilusión y abandono de tanta ideología -el marxismo en cabeza, cómo no- era el cristianismo el que tenía que ocupar tal vacío. Entiendo que se trata de rehacer de otro modo más clásico la cristiandad de siempre, aquella. El cristianismo no es una ideología y de ningún modo puede venir a llenar vacío alguno en la situación actual. Lo suyo de él no es ser un sustituto para desanimados, es -vuelvo, perdón, a recordarlolo de una fe personal que debe dar más ánimos y aciertos a cada creyente en el tan dicho arreglo o construcción. Por supuesto bajo el magisterio, pero no menos sin ideologizarse en absoluto, y desde ahí con confesión en cabeza salirse con meterse en lo social y político, la obra humana que nos va saliendo así... Y aquí otra vez lo de ambos respetos al Creador y a su libre creatura para no interferirse donde no se debe, ni confundir una naturaleza con otra como hacían los herejes. En resumen, que volvemos a otear a la cristiandad de antaño, pero, por su giro y aire, la que tontamente dirían hoy de derechas.
Comprendo que todo este tema es en sí tan complejo que su estudio es de libro bien gordo, o a lo menos de revista, pero no de diario. Pero aparte de que bien sé dónde escribo, me parece que el tema de lo que volvería a llamar el desvío hacia las dos cristiandades, que en el fondo no son más que una, hace hoy tanta actualidad que todo lector cotidiano tiene su derecho de ser meramente avisado. Por supuesto no por un viejo, como he dicho, y que está donde está (no hubo opción por los pobres, pues por ellos tan sólo pueden optar los que no lo son, o, mejor dicho, los únicos que no pueden optar son los pobres), sino por las buenas plumas del diario. Y por las cabezas de ambas teologías o movimientos, para quienes mi cavilación no tendrá el menor sentido, ni la menor garra, y que además, sin decirlo, deja entrever por dónde va su trasnochado cristianismo para unos y su impuro cristianismo para otros. Sea.
José María de Llanes es sacerdote jesuita.
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