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Tribuna:LA PRECARIA SITUACIÓN DEL INE
Tribuna
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Las estadísticas en la hora de Europa

Hace ya algún tiempo que los soberanos descubrieron la utilidad de conocer el número de sus súbditos, sus riquezas y sus rentas. De esa curiosidad arrancan los primeros recuentos censales y hay quien remonta a esos orígenes las estadísticas. Desde entonces las cosas han evolucionado y la estadística ha demostrado aptitudes para otros múltiples usos.Hoy día se acepta -que la producción de conocimientos es por sí sola justificación suficiente para la existencia, en países desarrollados, de una oficina estadística dedicada a investigar las circunstancias económicas, sociales y demográficas. Sin embargo, tan pronto como se abandona el terreno de los enunciados programáticos, se aprecian síntomas de la antigua enfermedad utilitarista, junto con erupciones de una concepción que hace de la estadística un lujo inútil, pero obligado. Todo ello hace difícil el diagnóstico.

En nuestro país, el Estado mantiene con su oficina estadística unas relaciones realmente tortuosas, con lo que se resiente toda la información estadística.

Tras 1.000 días de Gobierno socialista y a sólo unos pocos de la integración en la CEE, nada ha cambiado a mejor, ni las grandes carencias informativas se han cubierto, ni los retrasos bochornosos en algunas publicaciones se han corregido.

A pesar de que corren tiempos de escasez, no se trata de un problema presupuestario. El Gobierno no ha escatimado las dotaciones necesarias para la realización de encuestas. Escatima otras cosas, de tal forma que su actitud parece oscilar del utilitarismo al absentismo, sin transición en los términos medios.

De una parte se le reprochan al Instituto Nacional de Estadística inoperancia y lentitud; de otra, nadie parece haberse tomado en serio la exigencia de un plan estadístico que ponga orden y concierto en el panorama reinante.

Dado que se cuenta con medios económicos, el problema que se plantea es la asignación adecuada de los recursos; porque, si las estadísticas son caras y lentas, lo son doblemente cuando no se sabe cómo organizar su producción y se multiplican las demoras convirtiendo el gasto en despilfarro.

Agilidad imprescindible

En primer lugar se suele destacar la figura administrativa del Instituto Nacional de Estadística (INE). Ser una dirección general del Ministerio de Economía y Hacienda, o de otro ministerio, quizá supone alejarse de lo recomendable si se quiere lograr una agilidad imprescindible y una visión de conjunto. Pero lo más sorprendente es la ausencia de un plan que organice y jerarquice los trabajos. Ello lleva a que los plazos, generalmente dilatados, que exige la elaboración de estadísticas, se conviertan en faraónicos.

El Instituto Nacional de Estadística, que lleva muchos años abandonado a sí mismo, tiende al reposo, como cualquier cuerpo no sometido a la acción de fuerzas externas. De poco sirve acusar a los funcionarios del instituto de un rigor preciosista cuando quien tiene obligación de fijar unos objetivos y unos tiempos al trabajo hace dejación de responsabilidad.

En segundo lugar, llama la atención la dispersión creciente de las tareas, ya que no de las competencias, estadísticas. Se quiere o se tolera la existencia de multiplicidades bajo la coartada de que el Instituto Nacional de Estadística es muy lento. Ardientes detractores del déficit público contemplan, sin rasgarse las vestiduras, la multiplicación de recursos públicos asignados a idénticas o muy similares tareas. A este paso las estadísticas pueden llegar a salir tan caras como un hijo tonto y puede conseguirse que sean tan inútiles.

La malevolencia de algunos podría inducirles a pensar que se persigue precisamente esa amigable proliferación de datos de la que siempre resulta aquel que se acomoda mejor a los deseos de los gestores económicos. El desempleo proporcionaría un buen ejemplo cada mes y el reforzamiento de la Dirección General de Estadística del Ministerio de Trabajo, a expensas del funcionariado del Instituto Nacional de Estadística, es susceptible de contemplarse según esa interpretación.

Pero la dispersión no se circunscribe al ámbito de la Administración central. Las autonomías se apresuran a dotarse de oficinas estadísticas, mientras el Gobierno nacional, tan celoso de sus competencias en otros campos, asiste impávido al fraccionamiento de una información que debería considerar trascendental.

Estadística autonómica

En algunas comunidades autónomas existen auténticos institutos de estadística que realizan tareas propias o delegadas por el Instituto Nacional de Estadística mejor que éste y más rápidamente. Nada puede reprocharse a quienes intentan suplir, y suplen, por sus medios la falta de estadísticas oficiales; habría más bien que agradecerles el haber demostrado que un organismo oficial no tiene por qué ser lento e ineficaz. Que las cifras, que estas instituciones autonómicas elaboran, conserven un carácter provisional mientras no sean sancionadas por el Instituto Nacional de Estadística es un triste consuelo. Esta batalla, como otras, se gana sobre el terreno, no mediante disposiciones legales.

El País Vasco acaba de publicar los resultados de su encuesta industrial para 1982, el Instituto Nacional de Estadística ha publicado algo después los suyos para el período 1979-1982. En el primer caso, se ha realizado mediante encuestadores desplazados a cada establecimiento entrevistado; en el segundo, por correo. No es necesario ser un experto en trabajos de campo para sospechar una abismal diferencia de calidad entre una y otra. Por lo que al Instituto Nacional de Estadística respecta, el ejemplo puede extenderse al resto de las encuestas dirigidas a establecimientos.

Ninguna de ellas se realiza por encuestadores; ni la de salarios, ni la de producción industrial, ni la de precios industriales.

No es posible que un instituto de estadística aspire a elaborar buenos datos económicos cuando se niega a pisar una empresa y requiere de ésta la cumplimentación, por las buenas, de un cuestionario largo y complejo.

Futuro papel del INE

¿Cuál será el papel del Instituto Nacional de Estadística en un posible futuro en el que las autonomías dispongan de datos más fidedignos y puntuales que el organismo oficial? ¿Y el del Gobierno central en su tira y afloja con los datos de los Gobiernos autonómicos?

Un conjunto de circunstancias ha colaborado a que el Instituto Nacional de Estadística se haya convertido en un mero expendedor de datos, entre ellas su propia desidia.

Actualmente no publica ningún informe anual y la contabilidad nacional ha de ser digerida cruda por un lector desasistido casi de comentarios. ¿Qué decir de los análisis? Lo mismo reza para el Movimiento Natural de la Población, cuya última publicación, dicho sea sin la menor chirigota, se remonta al año 1979?

Lo cierto es que, reducido al estrecho oficio de productor de cifras, e incapaz por otra parte de realizarlo con puntualidad, el Instituto Nacional de Estadística corre serio peligro de convertirse en uno de esos entes que se darían por muertos de no aparecer anualmente en los presupuestos del Estado.

Si se pretende ir hacia un modelo de estadística tercermundista según el cual es el banco nacional el que elabora y analiza todas aquellas de contenido económico, convendría explicitarlo para, en su caso, suprimir los organismos superfluos.

Ahora que algunos ideólogos del Gobierno han descubierto la panacea de las nuevas tecnologías que, según ellos, habrán de arreglarnos nuestro difícil futuro, convendría que bajaran del púlpito a dar un poco de trigo.

Si para algo sirven esas tan predicadas nuevas tecnologías es para un tratamiento rápido de la información. No se trata, esta vez, de un mayor esfuerzo económico, sino de algo más dificil: que las cosas funcionen y que el panorama estadístico español sea rápido, eficaz y creíble, o en palabras tan queridas por quienes nos gobiernan: más moderno.

Juan de Dios Garcia Martínez es estadístico.

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