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RELIGIÓN

Primeros ataques en el sínodo contra el Concilio Vaticano II

Juan Arias

No ha sido ni un obispo ni un cardenal el primero que se ha atrevido a arremeter contra el Concilio. Lo hizo ayer el sacerdote y teólogo belga Philippe Delhaye hablando de "los olvidos" del Vaticano II. Delhaye, que tiene el título de monseñor, es el secretario general de la Comisión Teológica Internacional, creada por Pablo VI para colaborar con la Congregación para la Doctrina de la Fe, y persona de toda confianza tanto del cardenal Joseph Ratzinger como del mismo Juan Pablo II. De dicha comisión formaba parte al principio el difunto teólogo alemán Karl Rahner, jesuita, considerado el mayor teólogo de este siglo, que dimitió cuando tal organismo empezó a convertirse en un puro instrumento al servicio de la curia romana.

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Ayer, Delhaye pronunció la intervención más crítica, hasta el momento., de este sínodo. No pudiendo hablar de "errores" del concilio -cosa que ningún teólogo católico podría sostener- encontró el hábil subterfugio de hablar de "olvidos" o "casi olvidos", como puntualizó. Añadió que a estos olvidos se ha sumado .el olvido de los olvidos, es decir, el de la Prensa", que ha acabado, según él, olvidando completamente lo que ya casi había olvidado el mismo concilio. Por eso, según monseñor Delhaye, la crisis actual de la Iglesia tiene dos padres bien conocidos: los olvidos del concilio y los pecados de la Prensa.Pero ¿cuáles fueron esos importantes olvidos del concilio? El primero, los temas de la redención y de la cruz, mientras al revés se habló muy claramente, dijo, de "la llamada teología de las realidades terrestres". El segundo olvido fue el de los principios de la teología moral. Según Delhaye, le faltó al concilio un documento acerca del "orden moral".

Olvidó a los sacerdotes

Otro de los grandes olvidos del concilio fue, según Delhaye, el de los sacerdotes. Y afirmó que el hecho de que del concilio no hubiese emanado un documento serio acerca de los sacerdotes ha sido la causa de la gran crisis del clero durante el posconcilio. Y acabó diciendo que fue poco menos que una invención de la Prensa el que se haya considerado al concilio Vaticano II como una segunda revolución copernicana.

Como único consuelo, el secretario general de la comisión teológica internacional recordó al sínodo que tiene puesta su esperanza en la elaboración que el episcopado alemán está haciendo sobre la moral católica. Pero si esto es así, no debe de haber mucha coordinación, por ejemplo, entre los obispos alemanes y los austriacos, ya que estos últimos han planteado en el sínodo dos temas muy espinosos y progresistas precisamente en materia de moral: el replanteamiento de la posibilidad de conceder los sacramentos a los divorciados casados civilmente y la reconsideración del concepto de naturaleza por lo que se refiere al problema de la paternidad responsable, aludiendo así a una revisión de la encíclica de Pablo VI Humanae Vitae sobre los anticonceptivos.

Ayer se decidió por unanimidad que el sínodo acabe aprobando y enviando un mensaje al mundo.

Pero, vistos los aires poco conservadores que reinan entre obispos y cardenales, la presidencia del sínodo, nombrada por Juan Pablo II, ha elegido ella misma una comisión de cinco obispos, uno por continente, para que prepare el documento. Se trata de Joseph Cordeiro, arzobispo de Carache (Venezuela); Jean Marie Lustiger, cardenal arzobispo de París; Dosseh Anyron, arzobispo de Lomé (Togo), y Darío Castrillo, obispo de Pereira, en Colombia, secretario general del CELAM (consejo de obispos de América Latina).

Intervención de Suquía

El arzobispo de Madrid, cardenal Ángel Suquía, que participa en el sínodo como invitado especial de Juan Pablo II, intervino ayer en latín, a título personal, en una clave espiritualista y distinta de la de Díaz Merchán, que había hablado el día anterior en nombre de toda la Conferencia Episcopal.

Aun aconsejando que "nadie en la Iglesia se atreva a juzgar al Concilio", y que el Concilio "fue un don eximio del Espíritu Santo", el cardenal arzobispo de Madrid, comentando muy sutilmente la frase latina citada por Díaz Merchán "post hoc, sed non propter hoc" ("después de esto, luego a causa de esto"), subrayó que esto debe aplicarse no sólo para las cosas "negativas" que han estallado después del Concilio, sino también para las "positivas".

Es decir, que si no se acepta que todo lo negativo ocurrido después del Concilio haya sido a causa del Concilio, lo mismo deberá decirse de todo lo positivo ocurrido en estos 20 años, es decir, que no todo debe considerarse fruto del Concilio.

Insistió mucho el cardenal Suquía en la idea de que "la Iglesia debe ofrecer al mundo el testimonio y el ejemplo de una santidad elevada".

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