Delicuentes que han dejado de serlo
Cuatro personas reivindican para jóvenes penados de Madrid una vía de reinserción distinta a la cárcel
Tres jóvenes que aseguran haber abandonado la delincuencia y que tienen pendientes condenas de hasta seis años esperan que el Ministerio de Justicia arbitre medidas que les permitan no pasar por la cárcel. Los tres han huido de Madrid para no ser detenidos y se encuentran en otras ciudades, Un sacerdote, una diplomada en Historia, un psicólogo y una abogada consideran que los muchachos están plenamente rehabilitados, y se han declarado públicamente encubridores de éstos hasta que Justicia arbitre medidas como la libertad a prueba, que les permitan regresar a la vida normal.
Jaime Benjumea, de 24 años, dejó la barriada del Pozo del Tío Raimundo hace 10 meses, cuando se enteré que se le había condenado a cuatro años de cárcel por su participación en un robo en un piso. Su esposa y su hija lo acompaña ron en la huida, y ahora viven en un pequeño pueblo esperando que Jaime no se encuentre nunca con la policía o que se arbitre una nueva figura legal, la de la libertad a prueba, que le permita evitar la cárcel. En su nueva residencia colabora en los trabajos de limpieza y recibe clases de Educación General Básica. Ahora está aprendiendo a dividir y ya puede leer con soltura. Jaime recuerda que en una ocasión ejerció su derecho al voto, pero no sabe qué votó. La situación de clandestinidad le impidió acercarse hasta Madrid para asistir al entierro de uno de sus hermanos, que falleció de una sobredosis de heroína hace dos meses.A lo largo de su vida Jaime, un joven de polo rubio y ojos claros que viste pantalón vaquero y playeras, ha visitado casi todas las comisarías de Madrid y ha estado 15 veces en prisión. Como muchos niños del Pozo, empezó a trabajar en la recogida de chatarra y de ahí pasó a ejercer otros trabajos marginales. El dinero que conseguía se lo entregaba a su madre para que pudiera alimentar a sus seis hermanos. Su padre, albañil de profesión, abandonó a la madre de Jaime cuando éste tenía seis meses.
Jaime asegura que todo iba bien, hasta que probó la heroína. A los 18 años tenía un problema en su aparato digestivo que le hacia sentir constantes ganas de ir al servicio. Esta dolencia le causaba además un tremendo complejo, puesto que se. sentía sucio y mal oliente.
Con el 'mono' puesto
"El caballo me servía como anestesia. Cuando me lo ponía se me quitaban todos los complejos y los malos rollos", asegura ahora. Casi sin darse cuenta se enganchó a la heroína y con un sueldo pequeño no podía mantener su adicción.Hace seis años, con el mono puesto y acompañado de tres amigos del barrio, se presentó en un piso situado en la plaza de España con la intención de robar. Apalancaron la puerta armando el suficiente ruido como para que el vecino de la tercera planta sospechara de sus intenciones y avisara a la policía. Cuando abandonaban la casa con un televisor en color, joyas y más de medio millón de pesetas fueron detenidos por la policía. En la comisaría de Leganitos Jaime fue interrogado por un agente que decía ser ex boxeador y que me dio la del pulpo".
Después de permanecer internado durante un mes en Carabanchel, recuperó la libertad y comenzó un rosario dedetenciones que se acabó -hace dos años- el día que circulaba en una moto prestada por una calle en dirección prohibida y se estrelló contra un autobús. Pasó 15 días en estado de coma y estuvo ingresado tres meses en el Hospital Provincial. Cuando volvió a la casa de su madre se llevó a su novia con él y "se acabó la mala vida". Tuvo un hijo que tiene 17 meses, y ahora sólo desea libertad.
En la misma situación se encuentran Carlos Ruiz y José Antonio Lamolda, condenados hace años por delitos de atraco y con causas pendientes. Ambos permanecen también refugiados en residencias comunitarias y han conseguido rehabilitarse, según las personas que confiesan encubrirles.Los dos trabajan, carecen de documentación legal y no tienen resuelta su situación militar.
Libertad a prueba
Cuatro personas, Enrique de Castro, Consuelo Roca, Enrique Martínez Reguera, y Pilar Luna declararon en el Ministerio de Justicia, el pasado 8 de noviembre, que los tres jóvenes citados cometieron los delitos empujados por las circustancias sociales en que vivían. "Ahora", dice el sacerdote Enrique de Castro, "han encauzado sus vidas, pero se enfrentan al cumplimiento de una condena que puede acabar con todo". Castro afirma que conoce la situación familiar y social de estos jóyenes y el deterioro que han padecido en su infancia y adolescencia.Los encubridores piden a Fernando Ledesma, ministro, de Justicia, que se revisen los casos personales de los muchachos que han conseguido rehabilitar su vida y que se encuentran con condenas pendientes de varios años de cárcel y que se articulen medidas de gracia, como en el caso de los reinsertados de ETA. Solicitan también que se articule una nueva figura legal, la de la libertad a prueba, que sirva para verificar la rehabilitación de estos muchachos.
Fernando Pastor, secretario general técnico del Ministerio de Justicia, explica que "una vez que hay sentencia firme los detenidos dependen del juez, y deben ser los jueces los que habiliten medidas especiales que les permitan seguir en libertad. La legislación recoge dos supuestos que podrían servir: la remisión condicional y la libertad condicional".
Los fugados no han utilizado los canales institucionales para presentar su caso, "por lo que no está claro cual puede ser el área de responsabilidad del ministerio", añade Pastor, para quien "si estos jóvenes se entregan a la Justicia su caso puede estudiarse de nuevo cuando estén internados en una institución penitenciaria".
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