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El barrio de Los Cármenes siguió de forma masiva la protesta contra la inseguridad

Los colegios, comercios y obras de barrio de Los Cármenes, de Madrid, suspendieron ayer sus actividades, tal como había solicitado la asociación de vecinos La Fraternidad. El objetivo era hacer llegar a la Delegación del Gobierno en Madrid la sensación de inseguridad que padece el vecindario. Decenas de personas se concentraron ante la sede del citado organismo oficial al mediodía de ayer. Por la tarde, unas 700 personas se manifestaron en la glorieta de los Cármenes a los gritos de "más protección es la solución".

Los concentrados en la calle Mayor apoyaban a Ángel Arrabal, presidente de La Fraternidad, y al concejal del distrito de La Latina, Francisco Jiménez, que en ese momento entregaban al delegado del Gobierno, José María Rodríguez Colorado, un texto firmado por 1.500 personas en el que se resumen las preocupaciones del vecindario, familias de condición humilde en su mayoría.Un jubilado, que se solidarizó ayer con la jornada de protesta, sintetizaba el aspecto del barrio con estas palabras: "Han cerrado hasta los bares. Parece un Viernes Santo de los de antes".

Caño Roto o Los Cármenes viene a ser lo mismo. Hasta hace tres décadas aquello era un trigal al sur de Madrid. Luego empezaron a llegar emigrantes y allí se levantaron finquitas de una, dos o tres alturas, con pisos de menos de 50 metros cuadrados y escaleras por las que no cabe un ataúd, así que los muertos salen por las ventanas.

Al principio, el barrio se llamó Caño Roto porque las conducciones de agua no funcionaban. Más tarde, una empresa de autobuses empezó a llamarle Los Cármenes, y a la mayoría del vecindario le gustó.

El barrio está detrás del cementerio de San Isidro y al lado de un canódromo. En la actualidad viven allí unas 3.100 familias. Jubilada es el 30% de su población adulta, y parada, el 25%. El problema del barrio es que la gente o es muy vieja o muy joven. Apenas hay vecinos de entre 25 y 45 años. Los hijos mayores de los obreros que fundaron el barrio se marcharon de él cuando pudieron.

La juventud que queda ahora está formada por los hijos menores de aquellos pioneros, chavales con padres de edad avanzada y sin esperanza de salir del hoyo. Ellos son el caldo de cultivo de la heroína. La Fraternidad cifra en 200 el número de yonquis de Los Cármenes. Su base, Gallur 417, una antigua nave industrial en ruinas, alfombrada ahora de jerínguillas.

El barrio sufre el azote de los robos en viviendas, los tirones y los atracos a punta de navaja. Los autores, se sabe, son hijos del barrio, y para ellos los vecinos reclaman trabajo, educación, diversión y también, como mal menor, policía. Los Cármenes tuvo hasta hace cinco años una comísaría en su corazón, pero ahora los guardias no se atreven a entrar allí si no es en grupos de a 10. El comisario del distrito afirma que no tiene gente para tanto.

Hace ocho días, un vecino, José Manuel Infantes, murió cosido a puñaladas a plena luz del día. Miembros de La Fraternidad afirmaron haber recibido amenazas de muerte de los camellos. Hace dos días, a Ángel Arrabal le rompieron un cristal de su casa, le robaron su gata siamesa y le dejaron un mensaje: "Primer aviso".

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