Sam Walton
El hombre más rico de Estados Unidos tardaría 12 siglos en gastar su fortuna a razón de un millón diario
¿Es rico Sam Walton? Es tan rico que si empezara a gastar un millón de pesetas cada día, tardaría más de 12 siglos en acabar con su fortuna. Pero según todos los indicios Sam es también un hombre humilde: tiene por costumbre desayunar con los camioneros y campesinos en una cafetería de Bentonville (Arkansas), que es como decir Aldeaperdida del Valle. Entre riqueza y humildad, ¿puede haber alguna relación?
La revista norteamericana de negocios Forbes acaba de dar a conocer su lista anual de los hombres más ricos de Estados Unidos, y en primer lugar figura Sam Walton, de 67 años. Desbancó a uno de la dinastía Hunt, los ricos texanos del petróleo. Según la revista, Walton, como dueño del 39% de las acciones de la cadena de Wal-Mart, un gigantesco imperio de tiendas que venden a precios de descuento, posee 2.800 millones de dólares (448.000 millones de pesetas).Desde luego, Walton no llegó a tan envidiado lugar con los brazos cruzados. Nacido en Misuri, hijo de un hombre de negocios, trabajó desde la infancia, y para costear sus estudios universitarios de Económicas se convirtió en vendedor de periódicos. Después entró en el Imperio J. C. Penney de grandes almacenes, y allí también trabajó duro: se dedicó a vender camisas de hombre.
Pronto Walton vió que las grandes cadenas iban a acabar con las pequeñas tiendas familiares. Se marchó de Penney, reunió un dinero y fundó su propia cadena, basada en precios y gastos mínimos. En 1970 Wal-Mart empezó a cotizar en la Bolsa, y poco después la cadena experimentó un crecimiento impresionante. El año pasado sus 817 tiendas vendieron mercancía por valor de 6.400 millones de dólares (más de un billón de pesetas).
No sólo es la cadena de tiendas que más dinero gana, sino la que más ha crecido: la compañía espera haber creado más de 110 nuevos -establecimientos antes de que termine 1995. La distribución se rige por un eficaz sistema computerizado.
Walton sigue trabajando duro, desde las cinco de la mañana hasta las cinco de la tarde, e intenta visitar personalmente unas 100 tiendas cada año. Fuentes de la compañía señalan su enorme entusiasmo como-factor importante del éxito, del negocio. Más de una vez Walton se ha subido a una mesa para arengar a sus empleados sobre las virtudes de la casa.
Casi todas los comercios están en los Estados del sur y del oeste del país, en poblaciones pequeñas. Los establecimientos son todos parecidos, con una arquitectura calificada por los más exigentes como feo-funcional. El estilo de la casa es de suma amabilidad: cuando entran los clientes reciben el cordial saludo de unas señoras mayores, que les orientan sobre los productos y servicios. Las tiendas son una parte sustancial de la vida rural norte americana, tan implantadas como la peluquería del pueblo o la oficina del sheriff.
"Los productos son sencillos y de buena calidad, pero no intentamos vender todo", declara un portavoz de Wal-Mart. Así que se venden radios, por ejemplo, pero no frigoríficos ni lavadoras. "La clave de nuestro éxito es que sabemos quiénes somos", agrega.
Parte de este éxito puede residir en la peculiar forma de Walton de tratar a sus 100.000 empleados. Los llama asociados, comparte con ellos las ganancias y les ofrece acciones en la compañia a precios especiales. Todos los sábados los asociados en Bentonville -desde Walton al botones- toman parte en una reunión donde se piden críticas para mejorar el negocio. Todos los empleados -incluso el jefe- trabajan en oficinas sencillas, sin alardes de lujo. En el organigrama de la compañía el lugar más alto está ocupado por el cliente.
Tanto éxito no parece haber afectado a su artífice. Para llegar a sus habituales desayunos de las cuatro de la mañana con el pueblo llano, Walton conduce una camioneta que compró hace siete años y cuyo interior muestra las mordeduras de sus perros de caza. Cuando, hace cuatro años murió uno de éstos, llamado Roy, Walton escribió un sentido homenaje al can en la revista oficial de Wal-Mart. Poco después, lanzó al mercado una nueva comida de perros llamada Viejo Roy en honor del buen amigo desaparecido.
Al contrario del legendario Howard Hughes, Walton no es un recluso. Pero tampoco cultiva la publicidad. Vive con su esposa en una casa cómoda pero no ostentosa en Bentonville, y ha hecho, muchos y grandes donativos a obras benéficas del pueblo. Sus vecinos han correspondido poniendo su nombre a una escuela y a una avenida. Uno de sus hijos es presidente del banco local.
Walton es un feroz contrincante en las pistas de tenis. También le gusta conducir su propia avioneta. Durante el pasado mes de julio su licencia de piloto fue sus pendida durante 15 días cuando se descubrió que manejaba el aparato por su sistema de instrumentos sin estar autorizado para ello -. "Pero si el cielo es grande", contestó Walton.
Copyright 1985, The Sunday Times.
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