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María Aburto

La primera mujer piloto de Iberia estrenó ayer su cargo en un Boeing 727

LLeva el pelo recogido con un lazo azul. Y la gorra de piloto amenaza con cubrirle los ojos. "Mejor no me la pongo, que me sienta muy mal". María Aburto acaba de cumplir 30 años y de obtener su ingreso como piloto de Iberia. Es la primera mujer que en la compañía de bandera española ha logrado penetrar en un mundo reservado hasta ahora a los hombres. Y si no fuera porque en los ojos castaños de María asoma el asombro, el nerviosismo y un cierto susto, podría pensarse que el show organizado a su alrededor tiene mucho de montaje publicitario.Desde muy pequeña "me emocionaba cuando veía un avión. Siempre quise ser piloto, pero pensaba que las mujeres nunca podrían serlo. A los 18 años me enteré que sí se podía, que Bettina Kadner (hoy comandante de vuelo en Spantax) ya lo era. Entonces me propuse serlo". Sonríe. Y habla como si pidiera disculpas. "Yo es que nunca pensé que se armaría este revuelo. Soy uno más de los 37 pilotos que han aprobado su ingreso en Iberia, nada más".

Su abuelo fue piloto de aerostato. Su padre, natural de Bilbao, vino a estudiar arquitectura a Madrid. Aquí se quedó y aquí nació María. En 1974 empezó a trabajar como auxiliar de vuelo. Tenía entonces 18 años. Dos años después obtuvo el título de piloto comercial. Posteriormente se presentó a la convocatoria de Iberia con otros 250 compañeros. Había otras tres mujeres. Sólo ella consiguió aprobar.

Ahora María posa para los fotógrafos. Habla para la televisión. Alguien de Iberia pregunta al cámara: "¿Quieres que ande?". "Bueno". "Pues ahora te anda". Y María se mueve. Contesta a las preguntas. Se coloca "ahí, al lado de los terminales". "¿Sería posible fotografiar a María en el avión?". "No, no sería posible". Y en los ojos de María asoma algo parecido al alivio. A su lado, canoso y paternal, Enrique Martínez, el comandante del vuelo en el que María va a participar, con "unas 18.000 horas de vuelo a las espaldas", habla de María que "para todos nosotros es un compañero más, y así ha sido aceptada. No tiene más privilegios que sus compañeros masculinos".

Para María, esto, las preguntas, las luces, los destellos de las cámaras "es más difícil que subir a la cabina. Pilotar es mi trabajo. Contestar preguntas, no. Yo soy la primera, pero vendrán más. Y, entonces, será normal que una mujer pilote un avión". Y sonríe.

María -al fin se ha puesto la gorra que le cae tan mal-, oculta su nerviosismo, se sujeta las manos y acude con resignación a otra sesión de fotografías. Dentro de unas horas subirá al B-727 que cubrirá la línea IB-1740 de Madrid-Barcelona. Allí, en la cabina, por fin habrá acabado todo.

Mientras llega el momento, María repite a un periodista que llegó tarde: "Siempre he querido ser piloto. Desde muy pequeña. Espero que dentro de un año el que una mujer consiga este trabajo no tenga ya que ser noticia".

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