El eje franco-alemán
LE MONDEEl viaje de Mitterrand a Berlín Oeste el jueves 10 de octubre, pese a su corta duración, ha revestido una significación importante para los alemanes, vivan o no en esta isla occidental en plena tierra socialista, para no decir soviética. Ante todo porque, contrariamente a los presidentes americanos (quién no se acuerda del famoso Ich bin ein berfiner -yo soy un berlinés- de Kennedy), los jefes de Estado franceses no se han precipitado a Berlín.Sin duda, la visita de Napoleón en 1806 ha dejado un recuerdo controvertido y, accesoriamente, un nombre en el barrio donde están acuartelados 2.800 soldados cuya presencia concretiza la plaza ocupada por Francia en el estatuto cuatripartito de la ciudad. El único sucesor en las riberas del Spree había sido, hasta el momento, Giscard d'Estaing.
Al mismo tiempo, Mitterrand tomó una decisión espectacularmente innovadora al llevar al canciller Kohl a bordo de su avión. El gesto no es solamente amistoso: todo, cuando se trata de Berlín Oeste, tiene el valor de un símbolo.
Es clásico que cuando un dirigente francés, por ejemplo un ministro, acude a la antigua capital del Reich, encuentre allí a su homólogo alemán occidental. Pero. éstos, en apficación de un protocolo sutil, no tienen por costumbre recibirlo ni hacer el viaje con él. Potencia ocupante del conjunto de Berlín (la terminología oficial no conoce a este respecto ni Este ni Oeste), Francia se encuentra en casa. Es su gobernador militar quien, tradicionalmente, conduce la delegación que vino a esperar al aeropuerto al visitante que llega de París, y no el alcalde reinante a un miembro del Gobierno de Bonn o su jefe. 10 de octubre
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