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Los toritos de la ira que no quiere la afición

La seria afición logroñesa, que sabe ser severa cuando hace falta, no quiere ni el toraco ni el torito. La afición pide el toro, simplemente.

Ayer salió el torito, romo, debilucho, impresentable, y el follón empezó a encenderse con gritos de ¡fuera,fuera!, hacia el palco, donde el presidente no hacía ni caso, y no quería devolver el segundo a los corrales. Mientras, Tomás Campuzano, torero siempre voluntarioso, se empeñaba inútilmente en sacar partido de un toro derrengado.

Las protestas airadas del personal se apaciguaron, momentáneamente, con un Espartaco inteligente, toreando a la media distancia y sin atosigar la mortecina embestida de su primer Buendía.

El Niño de la Capea, rabioso y con afán,empleó la técnica contraria que su compañero. Entre muletazo y muletazo se iba al pueblo de al lado, perdiendo pasos -como aconsejan los taurinos que saben, o que creen que saben- a un toro acobardado y que al final le buscaba las zapatillas.

Plaza de Logroño

24 de septiembre. Cuarta corrida de feria.Cinco toros de Joaquín Buendía. Astigordos, blandos y apagados. El cuarto, mejor presentado. El quinto, de José Matías Bernardos, codicioso en el capote, escobillado de un pitón; fue sustituido por otro de Núñez hermanos, débil, flaco y cornalón. Levemente picados. Niño de la Capea: silenc lo en el primer toro y silencio en su segundo. Tomás Campuzano: silencio en el primero y saludos en el segundo. Espartaco: oreja en el primer toro y aplausos en el segundo.

El público volvió a gritar contra el presidente, terco en no devolver al de Núñez. El toro iba de caballo a caballo, almohadillas y botes de cerveza sembraban la plaza, los banderilleros pasaban en falso indecorosamente. Campuzano quería arreglar aquello y le gente no se lo tomaba en cuenta. Total que con el torito de la ira, el joven Espartaco fue el más listo de toda la terna.

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