La continuidad de Olof Palme
OLOF PALME ha recibido, con el voto favorable del domingo en Suecia, una moderada confianza en que pueda sostener el actual nivel de paro y la reducción de los gastos públicos y cumplir su promesa electoral de aumentar los beneficios de la Seguridad Social. Pero también la advertencia de que la próxima vez podría no ser así. Los analistas del voto sueco creen que la sociedad está evolucionando hacia un cierto individualismo; la merma del voto socialdemócrata vendría de las nuevas generaciones que se han incorporado al derecho al voto y consideran envejecido el sistema; y, en cambio, capaz de despertar algún aliciente al Partido Liberal, que ha salido mejorado dentro del grupo de la oposición.El Partido Socialdemócrata, que inauguró en 1924 su etapa de reformas y las ha ido afirmando y sosteniendo en sus largos períodos de gobierno, parece haber producido unas generaciones beneficiadas que ahora se quejan de que haya llegado su turno de pagar los impuestos para que otros se sostengan. Sin embargo, la tentación de los conservadores y los liberales no va tan lejos como pretendía la acusación de Palme, hasta el punto de destruir la sociedad de bienestar; ofrece en cambio una especie de aventura económica, de premio sobre la monotonía de los empleos y las jubilaciones, que alcanzaría a los mejor dotados.
La socialdemocracia de Palme aparece hoy, tras su último período de gobierno que va a prolongarse como resultado de estas elecciones, bastante más moderada que cuando irrumpió en el país, y que en los períodos más gloriosos en que deslumbraba el modelo sueco. Puede que este aspecto haya envejecido, juntamente con el mundo occidental con el que convive, y que incluso su denodada lucha por la neutralidad se haya quedado más en cuestiones éticas y morales, y en un izquierdismo ambiental del que ya ha pasado de ser modelo a ser una de las últimas muestras, que es una socialización a la que el sistema de los fondos salariales -una tasa sobre los beneficios de las empresas que permite a los sindicatos adquirir acciones en ellas y tener un cierto control de sus actividades- ha dado más el rostro que la profundidad. Y que, sin embargo, ha producido una desconfianza por el régimen. En 1983, los conservadores consiguieron manifestaciones muy amplias contra los fondos salariales, y en su campaña electoral la han manejado como una acusación de marxismo típico, apoyada por el hecho de que los comunistas formen parte de la coalición gubemamental, aunque sin ministros.
La idea de que las capas de población más jóvenes hayan votado contra Palme y las de mayor edad a favor parece confirmar la vieja máxima del poder que se desgasta a sí mismo, que aburre, si se permite esa frivolidad, y que incita a los cambios. Sin embargo, el tiempo ennoblece a las figuras cuando lo merecen, y la de Olof Palme tiene un crédito que desborda lo meramente nacional, y una sensación de mantener su palabra: es hombre honesto y creíble. Hay que abonar a esta figura, que tampoco es joven, una parte de la suficiente ventaja electoral para conservar la mayoría parlamentaria: aun en los países de gran desarrollo de la mentalidad política se sigue votando a personas más que a partidos. De todas formas sigue siendo inquietante que una modernidad como la que supuso la socialdemocracia sueca cuando irrumpió en la política, y que ha estado renovando muchas décadas, pueda tener ahora un triunfo electoral porque se ha convertido en una tradición.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.