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Equilibrio de fuerzas ante las elecciones parlamentarias de hoy en Suecia

Unos seis millones de votantes están convocados hoy a las urnas en Suecia para elegir a los 349 parlamentarios que constituyen el Riksdag (Parlamento Unicameral) para los próximos tres años. A diferencia de lo ocurrido en las elecciones de 1982, donde el triunfo de la socialdemocracia se consideraba seguro por anticipado, el equilibrio de fuerzas existente actualmente hace impredecibles los resultados a pesar de que los últimos sondeos señalan una leve ventaja del bloque socialista frente a los partidos del bloque burgués.

El último sondeo dado a conocer el viernes por el Instituto de Investigación de la Opinión Pública, (SIFO) predice una leve ventaja para el bloque socialista que obtendría un 50,1% contra al 48,8% del bloque burgués. Entre los partidos burgueses, el liberal con su nuevo líder, Bengt Westerberg, que sustituyó a Olla Ullsten en la conducción del partido aparece con un gran crecimiento cercano al 5% mientras que los centristas de T. Falldin disminuyen casi un 4%. El Partido Conservador aumentaría cerca del 1% mientras que los socialdemócratas mantienen prácticamente su electorado y el Partido Comunista sufriría una leve disminución.Dos elementos se suman para dificultar aún más cualquier pronóstico previo, el alto número de electores indecisos, sobre todo entre los jóvenes, y los 70.000 votos emitidos por correo cuyo escrutinio no estará concluido hasta el próximo miércoles.

La campaña electoral ha sido intensa y de un tono más áspero que lo habitual en las intervenciones de los distintos candidatos. Los partidos burgueses, especialmente el conservador, han centrado sus baterías en la idea de que la política económica de Gobierno de Olof Palme conduce a Suecia al colectivismo y al totalitarismo.

La alusión apunta principalmente a la puesta en marcha de los denominados fondos de asalariados consistentes en la captación por parte del Estado de una parte de las ganancias de las empresas una vez deducidos impuestos, índice de inflación y previsiones de inversiones, para utilizarlos en la compra de acciones de empresas suecas.

Más que la posibilidad de que por esta vía el poder económico pueda ser traspasado progresivamente al Estado y los sindicatos, es el principio que encierra esta medida lo que ha inquietado a los partidos burgueses y a los grandes empresarios que, por primera vez en la historia del país, han salido a la calle encabezando protestas masivas.

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Sistema impositivo

El otro gran tema del debate electoral ha sido el sistema impositivo sueco, uno de los más elevados del mundo, pero que es el que sustenta los numerosos servicios que integran el estado de bienestar del país. Los partidos burgueses, aunque sin una propuesta común al respecto, han centrado su propaganda en la necesidad de reducirlos de tal manera que el individuo pueda solventar sus necesidades con sus propios ingresos sin tener que recurrir a las subvenciones que, por diversos conceptos, reciben del Estado.

Donde el Gobierno de Palme tiene su mejor crédito es en la gestión económica de su eficiente ministro de Finanzas Kjell Olof Feldt, que a partir de la devaluación del 16% de octubre de 1992, revitalizó las exportaciones suecas, incrementó las ganancias de las industrias y sus inversiones, disminuyó el índice de parados así como el déficit de la balanza comercial, todo ello acompañado de medidas de ahorro que no afectaron sustancialmente el nivel de vida del sueco medio.

La socialdemocracia reitera su decisión de continuar en esa línea, mientras el Partido Conservador apunta a liberalizar la economía, privatizar sectores de ella, reducir el sector público y al progresivo desmantelamiento del sistema de seguridad social que ha sido característico del país.

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