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Robert Ballard

Jefe de la expedición que descubrió los restos del Titanic', considera el hecho como el comienzo de una nueva era en la exploración submarina

La primera sensación experimentada por Ballard tras el descubrimiento del barco que se hundió con más de 2.000 personas a bordo -de las que sólo 713 se salvaron- fue la de una profunda emoción, a la que inmediatamente siguió el remordimiento y la tristeza. "Estoy contento de que todo haya terminado", gritó Ballard el lunes desde el puente del Knorr, mientras el barco echaba el ancla en el puerto de Woods Hole y centenares de personas con pancartas de bienvenida y felicitación esperaban el regreso de la expedición."El Titanic descansa con sus altas chimeneas apuntando hacia lo alto y su proa orientada hacia el Norte, en un lugar tranquilo donde no hay luz y no hay apenas formas de vida", dijo Ballard. "Es el lugar apropiado para acoger los restos de la más grande tragedia marina; ojalá permanezca siempre en paz y que Dios bendiga las almas de los náufragos".

Para Ballard, el hallazgo del Titanic ha sido la consagración definitiva de una serie de avances tecnológicos puestos a punto por Francia y EE UU y que, en su opinión, constituyen una "auténtica revolución" en la exploración submarina. Es el caso del sonar acústico francés Sar, con el que los franceses, con el barco Suroit, empezaron a explorar el océano el pasado mes de julio y localizaron el casco del barco; ha sido la prueba definitiva para el Argo, el sumergible teledirigido diseñado y construido por Ballard y su equipo, que ha permitido, explorar el fondo marino a unas profundidades hasta ahora inaccesibles y hacer unas 12.000 fotografías y grabaciones de vídeo de los restos del naufragio.

"Esto es el comienzo de la telepresencia, de la posibilidad de proyectar el espíritu, los ojos y la mente hacia las profundidades y dejar el cuerpo atrás", afirma Ballard. "Con el Argo uno puede sentarse cómodamente y ver cómo pasa el fondo marino milla tras milla".

Según cuentan sus colegas, Ballard ha pasado tanto tiempo en las profundidades marinas como en tierra. Tras haber estudiado química marina, mecánica, geofísica, oceanografía y geología, Ballard pudo volcarse en su vocación al ingresar como investigador en 1969 en el Instituto Oceanográfico de Woods Hole donde diseñó y desarrolló el Alvin, un pequeño submarino con el que descubrió raras formas de vida en el mar. "Con el Argo hemos entrado en una nueva era de las exploraciones submarinas", añade, mientras el artefacto, que tiene aproximadamente el tamaño de un coche, permanece a bordo del Knorr. El pequeño submarino será utilizado ahora por la Marina estadounidense para misiones militares.

El hallazgo del Titanic ha constituido durante años la máxima ilusión de los buscadores de tesoros, que codician las joyas que se suponen permanecen en la cabina del barco. Para los responsables del Instituto Oceanográfico de Woods Hole -institución privada fundada en 1930- ha constituido la hazaña imposible que ha demostrado las posibilidades de la tecnología estadounidense a 4.000 metros de profundidad. Ballard y los miembros de su expedición mantendrán en secreto la localización exacta del transatlántico para que éste siga siendo un monumento marino y nadie turbe su descanso.

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