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Tiedge

Descubrir que los servicios secretos están en manos de chapuceros no es motivo de jolgorio, sea cual sea la alineación política de la que se parta. En un mundo en plena y duradera situación de empate, la dinámica histórica pasa al sótano y a las computadoras funcionan bastante bien, el sótano de la historia, en cambio, sólo funciona a la perfección en las novelas de John le Carré. En El otro y su doble, la entrevistadora de Graham Greene le habla de la crítica de Le Carré contra El factor humano. Según el creador de Smiley, Green vive anclado en una problemática de servicios secretos años treinta y es un ingenuo. La estructura narrativa de Le Carré es el reflejo de la estructura de espionaje y contraespionaje que ha supuesto como tejido moderno de conducta individual, social y esta tal. En cambio, en Greene, el factor humano lo es todo. El caso Tiedge da más razón a Greene que a Le Carré. Uno de los jefes del contraespionaje de la frontera más dura del capitalismo, Alemania, era diabético, alcohólico, depresivo y estaba lleno de deudas. Hasta los vecinos de Tiedge sabían que el pobre hombre lo pasaba mal, se emborrachaba e iba perdiendo la documentación por cualquier parte. Oiga, se le ha caído el carnet de la KGB. No tiene importancia, tengo otro de la CIA. Y así un día y otro, hasta que Tiedge volvió a su casa ideológica y Occidente se lleva las manos a la cabeza porque se ha quedado en cueros ante la insaciable mirada soviética. El corresponsal en Bonn dice que Tiedge era "el clásico borracho de cerveza", y añade: "Se dice que una caja de cerveza al día era su dosis habitual". Además, hace cuatro años se mató su esposa por el procedimiento de caerse de la bañera. La casa de Tiedge, ahora se sabe, era un basurero y tenía las carpetas de top secret llenas de manchas de mostaza y rodajas de mortadela. Imagínense el estado de su ropa interior. A personas así se les encarga un tango, pero no se las pone al frente del juego de la disuasión mutua. Con un espía así, a Le Carré no le sale ni un capítulo, en cambio a Greene le saldría una novela triste pero magistral.

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