Un Agosto de fuego
La climatología y la falta de política preventiva en las superficies arboladas han propiciado un incremento del 70% de la superficie destruida por incendios
Desde 1968 no se registraban daños semejantes en las superficies arboladas de Madrid. Las previsiones climatológicas y el desarrollo de la vegetación tras las lluvias de la primavera hacían presagiar un verano propicio a la declaración de incendios forestales. Pero los efectivos del servicio de, extinción de incendios de la Comunidad de Madrid -con más de 1.000 personas, 700 temporales, integradas en puestos de vigilancia, cuadrillas de retén y 17, parques de bomberos- se han visto desbordados por la realidad.Testigos presenciales de los incendios que durante este verano han afectado a la sierra madrileña coinciden en señalar la falta de coordinación en las tareas de extinción. Ambrosio Aguado, director general de Administración Local, admite que "en los primeros siniestros hubo probablemente cierta desconexión entre los efectivos de distintos cuerpos que colaboran en la extinción de incendios, pero este problema se ha ido subsanando y en los últimos se ha actuado con bastante precisión".
Otra queja dejos residentes -fijos u ocasionales- de la sierra madrileña es la falta de información. Ni siquiera existe un teléfono único, con número fácil de memorizar, al que se pueda dar aviso en cuanto se declara el fuego. Aunque el Gobierno regional puso en marcha a comienzos del verano una campaña divulgativa bajo el lema Las reglas del fuego, el número de hectáreas de monte quemadas este verano pone en evidencia la necesidad de incrementar la labor de prevención.
Las altas temperaturas y la desecación de la vegetación crecida en la primavera han sido los mejores aliados de la imprudencia humana, causante -según el Gobierno regional- del 90% de los incendios. Una hoguera encendida por excursionistas, un cigarro mal apagado o un cristal roto que actúa como una lupa y concentra los rayos del sol siguen estando en el origen de la mayoría de los siniestros forestales. Por otra parte, los vertederos incontrolados y quemaderos de basuras que ponen en marcha algunos ayuntamientos y particulares, pese al viento y al calor del verano, han provocado incendios como los declarados en los términos municipales de Guadarrama y Alpedrete a principios del mes de agosto. Ocasionalmente, un accidente de tráfico puede desencadenar también un siniestro de las dimensiones del ocurrido en El Berrueco el pasado fin de semana, donde ardieron aproximadamente un millar de hectáreas de monte bajo (encinas y robles) y matorral.
En opinión de Ambrosio Aguado, "aunque existen indicios para creer que algún incendio ha sido, provocado, en la región de Madrid no se ha detectado, como ocurre principalmente en zonas del litoral, una sucesión de incendios intencionados". Las causas naturales (rayos o combustión espontánea) apenas determinan el 2% de los siniestros.
Limpieza de montes
Pero hay algo más que las causas directas. La destrucción de bosques por el fuego guarda relación con la política forestal desarrollada en los últimos años en España, y más concretamente con la ausencia de normas legales sobre la limpieza preventiva del monte y la repoblación forestal. La existencia en el monte de matorrales, ramas caídas, hojas y pastos desecados convierten el suelo de las zonas arboladas en una balsa de material fácilmente combustible y dificultan la labor de los efectivos que trabajan en la extinción.La limpieza de leñas y brozas era llevada a cabo en el pasado por los mismos propietarios de los terrenos forestales -en su gran mayoría particulares-, que obtenían beneficios de estas materias combustibles. Pero como señala Filiberto Rico, jefe de la sección de incendios forestales del Icona (Instituto de Conservación de la Naturaleza), "el éxodo rural de principios de los años sesenta y la extensión de nuevas formas de energía convirtieron la recogida de leña, que antes era rentable, en una labor cuyo coste está calculado en unas 30.000 pesetas por hectárea". Otro factor es el descenso de la actividad ganadera en la provincia y la modificación de los hábitos de pastoreo. Muchos pastos que antes aprovechaban los animales, ahora se secan durante el verano y se convierten en estopa.
La tarea de preparación del terreno forestal estaba ya contemplada como medida preventiva de incendios en la ley de montes de 1957, pero su regulación expresa no se efectuó hasta la ley sobre incendios forestales de 1968. Este reglamento contempla la posibilidad de declarar "zona de peligro", por decreto acordado en Consejo de Ministros, a una comarca "en la que existan masas forestales que, amenazadas por los incendios, requieran especial protección". En estas zonas, la Administración tiene competencia para exigir a los propietarios la adopción de cuantas medidas se estimen oportunas para la prevención de incendios, corriendo con una parte de los gastos. En caso de negativa del propietario, la Administración está facultada para realizar subsidiariamente los trabajos que estime necesarios e imponer una sanción.
Hasta el momento, según Filiberto Rico, "sólo comarcas d Galicia, de la región de Valencia de Mallorca, Ávila, Cáceres y Asturias están contempladas como 'zonas de peligro'. En regiones como Madrid, donde los propietarios no están expresamente obligados a colaborar en las tareas de prevención de incendios la fórmula arbitrada es la de la subvención a fondo perdido o créditos para la realización de trabajos de prevención".Por otra parte, en la región de Madrid no se dan los problema que plantea la reforestación en otras zonas de España, donde se emplean especies de rápido crecimiento, distintas a las originales y fácilmente combustibles, para re poblar grandes superficies.
Urbanizaciones en peligro
Una visita esporádica a la sierra madrileña es suficiente para comprobar las secuelas de la oleada de incendios que durante el mes de agosto ha afectado principalmente a los términos municipales del oes1e y del norte. Desde la carretera N-VI, Madrid-La Coruña, se observan numerosas calvas en terrenos que han sido pasto de las llamas. En San Martín de Valdeiglesias y Las Rozas de Puerto Real -en el suroeste de la región- han ardido aproximadamente 1.000 hectáreas de pinos. Pero la zona más afectada es la que se puede divisar desde la carretera C-505, El Escorial-Las Rozas, donde hace tres semanas se quemaron más de 1.600 hectáreas de pino y roble, principalmente dentro del término municipal de Galapagar.
Los incendios, en algunos casos, han amenazado colonias de viviendas. Gran parte de la sierra que recorre el oeste de la región está salpicada de pequeñas urbanizaciones de chalés emplazadas en medio de pinares y zonas densamente arboladas. Fernando Parra, técnico de la Dirección General de Ordenación del Territorio y del Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, explica esta mezcolanza de zonas arboladas y colonias habitadas por que "el 75% de las urbanizaciones de la sierra madrileña ha sido en algún momento ilegales se han construido sobre suelo rústico, sin las licencias pertinentes o sin ajustarse a lo reglamentado por la ley del suelo".
"La mayoría de las urbanizaciones", añade Parra, "surgiero a finales de los años sesenta, y aunque ya entonces existían disposiciones que impedían este tipo de especulación del terreno, se siguió construyendo hasta llegar a la situación actual. Aunque la Comunidad de Madrid ha procurado evitar la especulación desde que asumió las transferencias en materia de ordenación del territorio, sólo en casos muy contados se ha podido lograr una orden de demolición contra edificaciones construidas en suelo rústico".
Hasta el momento no ha habido que lamentar desgracias personales, pero los residentes de urbanizaciones como Molino de la Hoz, Entrepinos o Navahonda han tenido que abandonar precipitadamente sus casas en más de una ocasión a causa de los incendios forestales que amenazaban con destruir sus hogares. El emplazamiento de estas urbanizaciones, en las que ocasionalmente se sustituye la vegetación original por otra más fácilmente combustible, las convierte en fácil pasto potencial de las llamas.
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