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María Company Regàs

El embarazo "fue como un jarro de agua fría que se convirtió en ilusión con el tiempo", dice la madre de los quintillizos

María Company Regás, madre de los quintillizos nacidos el pasado día 22 en Barcelona, espera pacientemente su alta médica para poder reorganizar su vida. Entre sus planes está el de volver a trabajar como doctora en el centro de reconomiento médico de la Cruz Roja de Gerona; y entre sus preocupaciones, el que sus hijos -actualmente en incubadoras- salgan adelante. Para María, su ilusión por los cinco bebés no es un acto de inconsciencia, sino un acto de madurez que se inició, "como si le hubiesen arrojado un jarro de agua fría", cuando le anunciaron al mes de su embarazo que esperaba cuatro cniaturas, y que culminó meses después, con la llegada de cuatro niñas y un niño.

María Company, de 27 años, sonríe cuando su madre la define como una mujer perfecta: "De las que saben cocinar y coser y a la vez ejercer una profesión". Cuando era una niña, María llegó un día a casa llorando. Llegaba de la escuela y su madre temió que la mayor de sus tres hijos llevase por primera vez una calabaza bajo el brazo. "¿Por qué lloras?, ¿te han suspendido?", preguntó la hoy, abuela de los quintillizos. "Lloro porque han suspendido a mi hermana Dolors", respondió.Ahora, muchos años después, la abuela explica esta anécdota de su "hija perfecta" para intentar definir "el único defecto de María": "Es una sufridora". La madre de los quintillizos vuelve a sonreír y, pacientemente, retoma el hilo de la conversación para explicar que no sabe cuánto tiempo se tomará de vacaciones, aunque cree que éstas serán breves. Explica que "en medicina no se puede perder comba" y que tampoco desea encerrarse en casa. "Mi trabajo sólo me ocupa las tardes, así que, además de poder realizarme, podré cuidar de mis hijos, lo que me hace mucha ilusión", dice.

María y Joan aparecen como una pareja idílica. Llevan cuatro años de casados y aseguran que, por el momento, no ha existido ni la más leve sombra de crisis. En agosto de 1981, recién terminada la carrera de Medicina, María se casó con Joan Timonet, actualmente director de la sucursal de Gerona de una agencia de seguros, cargo que compagina con el puerta a puerta para aumentar su cartera particular de clientes. Desconocen si tienen derecho a algún tipo de ayuda pública -"el embarazo era de alto riesgo y no sabíamos cómo terminaría"-, aunque les gustaría recibirla. En última instancia "haré más seguros", afirma el padre, para quien, al igual que María, su preocupación es que los cinco niños logren sobrevivir.

Entre sus planes futuros está el de cambiar de piso, cuando los "niños aprendan a andar y les resulten insuficientes los 80 metros cuadrados de nuestra actual vivienda". Y entre las renuncias de la madre de los quintillizos está el de llegar a ser pediatra. María nunca había suspendido hasta que se presentó a los exámenes de ingreso para M. I. R (médico interno y residente). "Me presenté dos veces cuando ya estaba casada y ahora está claro que no puedo permitirme el lujo de obtener una plaza lejos de mi casa", dice. Después de un año de casados, la pareja decidió tener un hijo, pero María sufrió un aborto. Decidió someterse a un tratamiento hormonal y después de las primeras cinco inyecciones llegó el embarazo múltiple. "Un jarro de agua fría que a lo largo de siete meses se convirtió en una ilusión porque tuvimos tiempo de llegar a quererlos", asegura.

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