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Crítica:VISTO / OÍDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La ópera, en casa

Ernani vino desde la inmensidad del Metropolitan a la miniatura de la pantalla pequeña -anteayer, segunda cadena- con muy poca pérdida, dentro de lo que cabe. La ópera se está convirtiendo cada vez más en una pasión doméstica. Ya la forma de escuchar ópera ha mejorado mucho entre la burguesía: en su gran siglo, cuando abundaba, el público mundano charlaba en los trozos de relleno, se salía a los antepalcos y a los pasillos, comisqueaba y enredaba sus eternos problemas de amoríos y pagarés. Los palcos eran escaparates de modas, joyas y turnos de amantes. Todo esto ahora es impensable: se va a la ópera a escuchar y a ver. Por lo menos en un país como el nuestro donde se ha convertido en una rareza.La ópera se ha convertido ahora en una afición distinta: sobre los coleccionistas de discos y versiones y los escuchas de Radio 2, que tienen desde hace poco una extraordinaria abundancia de óperas aparecen los de vídeos. Hay alguna red internacional privada que se intercambia, Dios sabe si por encima de la legalidad -que por otra parte no está bien definida en lo que se refiere a estos usos privados-, cintas de vídeo. Las calidades difieren mucho entre sí. Hay dificultades de iluminación en las transmisiones en directo, el sonido no siempre es regular y las copias de los aficionados pueden ser deficientes y degeneradas con la repetición.

El Ernani del Metropolitan de Nueva York, tal como lo transmitió la televisión española, que a pesar de darlo un sábado de agosto alcanzó muy buenas calidades de sonido, es un ejemplo de perfección. Desde el punto de vista de la imagen, la suntuosidad de los trajes, el tremendismo de los decorados con que se recoge un fragmento de la España de Carlos V y la manera de recoger los planos generales cuando es preciso, y los primeros en su momento, muestran una delicada técnica de la televisión para recoger esta forma tan peculiar de teatro y música.

Siempre que se ven estas grabaciones de ópera tomada en directo durante una representación se piensa por qué no se ha de hacer así con el teatro. En España los camarógrafos tienen una capacidad muy considerable para recoger ciertos acontecimientos a los que saben extraer lo que tienen de vivo y de imprevisto; no hay razón ninguna para que no lo hagan con la ópera o el teatro, a condición de que los sonidistas siguieran esta escuela y los realizadores aceptaran este compromiso de rodar o grabar lo que otro dirigió. Se han hecho bastantes progresos al trasladar decorados e intérpretes a los estudios o al trabajar incluso en los mismos teatros pero sin público, montando la obra para televisión. Sin embargo, siempre trasluce el artificio, y sobre el que tiene el teatro de por sí se añade el de la televisión. Este Ernani aparece como una muestra de la capacidad de recoger la presencia del público sin siquiera mostrarlo -por su contraluz, por sus murmullos: casi como un misterio de algo fundamental que está presente y apenas se ve- y, lo que es más difícil, la sensación de que los cantantes están trabajando para ese público y no para las cámaras: el espectador de la ópera en casa puede sentirse público directo en muchas ocasiones. Una parte del enigma sin resolver que es el de ofrecer teatro por televisión puede estar en ese sistema: presentar el acontecimiento completo. Es decir, no negar su condición de teatro, ni a los actores el de estar representando en un escenario. Otra cuestión es la de las adaptaciones de obras, en la que realizadores, guionistas, escenógrafos o intérpretes pueden intentar ese otro género.

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