Se agradece el fresco
La nuit de madame Lucienne, de Copi, que su director, Jorge Lavelli, define como un "brillante ejercicio de estilo", fue la obra encargada de cerrar el 39º Festival de Aviñón. Estrenada la noche del 25 de julio en el Théâtre Municipal de aquella ciudad (una sala que era un horno, sin refrigeración, aunque el director del festival, Alain Combrecque, anunció como ya hicieran algunos de sus predecesores, que el próximo año contaríamos con ella), la obra de Copi no convenció plenamente. "Una buena pieza de bulevar, de corte intelectual", así la calificó Gilles Costaz en Le Matin, y pienso que acertó. De todos modos, en el Grec, donde se está fresquito, cuando menos más que en el teatro Municipal de Aviñón, y donde la programación en conjunto ha sido, es tan poquita cosa y a veces tan miserable, es de esperar que la obra de Copi caiga como una bendición del cielo.Si bien la obra aborda un tema conocido: el teatro dentro del teatro, un guiño a Pirandello, un rizar el rizo en medio de un careo interminable entre la ficción y la realidad, que Copi salva, cuando lo salva, de manera brillante (ése es el término sobado y equívoco que resume el estilo de Copi), La nuit de madame Lucienne tiene el gran atractivo de contar con unos excelentes intérpretes, y además muy bien dirigidos por Lavelli: Françoise Brion, la actriz lúbrico-histérica de esta obra que se ensaya (el teatro dentro del teatro), que, mejor, se busca, se improvisa (de ahí el guiño a Pirandello, al que se nombra en el texto); Facundo Bo, el autor, medio voyeur medio soñador; Milaud Khetib, el maquinista; Liliane Rovère, la madame Lucienne, la mujer de la limpieza, con su aspirador que mata (y no les digo más porque la obra de Copi tiene, cómo no, su lado policiaco, de un suspense muy especial), y María Casares, que es Vicky Fantomas, una vieja atracción del Crazy Horse, una strip-teasesa, con sendas prótesis en un brazo y en una pierna, el rostro desfigurado por un atentado con bomba ocurrido en el Drugstore, la cual surgía de la penumbra de la platea del Théâtre Municipal de Aviñón para aparecer -ése es el término- en el escenario como un fantasma arrancado de un Sunset Boulevard imposible.
Qué duda cabe que esta obra se vende en gran parte por la presencia de María Casares en un personaje cómico e insólito. Sin embargo, pienso que esa María Casares que dice haber nacido "en noviembre de 1942, en el Théâtre des Mathurins" y que afirma: "Mi patria es el teatro", no desentona en absoluto, todo lo contrario, en medio de ese universo argentino de Copi y Lavelli, con un humor tan próximo al suyo, donde el teatro se inventa, se destruye y se reinventa a cada instante, en un acto de amor, de amor al teatro. Y por otra parte no creo que para el público barcelonés, que sólo ha visto a María Casares en El adefesio, de Alberti, María Casares-Vicki Fantomas le vaya a resultar un personaje tan insólito como a ciertos espectadores de Aviñón, que recuerdan a la actriz desde su primera aparición en el festival (Casares ha actuado 12 veces en Aviñón), en 1954, cuando interpretó Lady Macbeth junto a Jean Vilar.
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