El oscuro silencio de las 'tramas negras'
Amargura ante la absolución generalizada de los acusados por el atentado de Milan de 1969
La palabra más usada para calificar la última sentencia sobre la horrible matanza de plaza Fontana de Milán del 12 de diciembre de 1969, donde resultaron muertas 16 personas y 60 heridas, casi todos pobres labradores, tras la explosión de una bomba en el Banco de la Agricultura, ha sido vergüenza. La absolución, por insuficiencia de pruebas, de todos los mayores imputados de aquel primer tremendo atentado de masa al cabo de un tercer proceso ha sido durísimamente atacada por toda la Prensa y por todas las fuerzas políticas y sindicales.
A las pocas horas de conocerse el fallo, la viuda de una de las víctimas de plaza Fontana gritaba por la radio, agarrotada por el llanto que no conseguía sujetar: "A mi marido lo han vuelto a matar con esa sentencia vergonzosa. Las bombas no llovieron del cielo. Alguién las llevó al banco, alguien las preparó y las hizo explosionar. No pido venganza, pero sí justicia".Lo que más ha dolido de la sentencia de Bari, que era ya la repetición, por decreto del Tribunal Supremo, de la sentencia de segunda instancia de Catanzaro del 20 de marzo de 1981, en la que también habían sido absueltos los imputados del delito de Milán, ha sido que el tribunal no ha tenido en cuenta ni los últimos atentados de marca fascista de Bolonia ni la severa condena del general Pietro Musumeci, de los servicios secretos militares. Dicha sentencia reciente ha sido reveladora porque ha demostrado la connivencia de una parte de los servicios de información de este país a favor de la violencia fascista.
Y se sabe que en el atentado de plaza Fontana el papel de los servicios secretos de entonces fue fundamental. Fueron ellos, como ha ido apareciendo poco a poco, quienes cubrieron a los imputados fascistas Franco Freda y Giovanni Ventura, quienes echaron sobre las espaldas de los anarquistas, metiéndoles infiltrados de la extrema derecha, el peso de aquella matanza. Pero de estas connivencias y de la de otros aparatos del Estado y de hombres políticos importantes es de lo que no se ha querido hablar en ninguno de los tres procesos llevados a cabo hasta el momento.
Ha habido como una voluntad oculta de que no se escarbara en el primero y más importante, políticamente, de los atentados de la historia republicana de este país.
Y eso que, como ha afirmado el gran filósofo y senador vitalicio Norberto Bobbio, "tantas desviaciones de esta República arrancan de plaza Fontana", y como ha escrito ayer en su editorial el diario L'Unita: "La incapacidad del Estado para decir la verdad sobre aquella matanza ha acrecentado la fuerza y la arrogancia de los poderes invisibles, ha favorecido las bombas, los muertos y los atentados a los trenes". Tras esta última sentencia de Bari, los comentarios incluso de la gente de la calle en los bares y en los autobuses o en las conversaciones de la oficina o en familia han sido siempre los mismos: "No quieren que se sepa la verdad porque si destapan la olla muchos insospechados acabarían quemados".
Y la sensación era como de impotencia y de amarga resignación. Quizá por eso, y respondiendo a esa sensación común, el director de Il Messaggero, Vittorio Emiliani, en su editorial del viernes escribió: "Angustiados, amargados, desconcertados sí, pero no resignados. Obstinadamente no resignados".
Repercusión en Milán
La amargura por la nueva sentencia, donde el fiscal general Umberto Toscani había pedido cadena perpetua para los dos neofascistas Freda y Ventura y por primera vez en la historia de este proceso de plaza Fontana la "absolución plena" para el bailarín anarquista Pietro Valpreda "por no haber cometido el delito", ha sido doble sobre todo en Milán y en Bolonia. En esta última ciudad porque el veredicto del tribunal de segunda instancia de Bari, que llegó la víspera del quinto aniversario de la matanza de la estación boloñesa, ha sido como una ducha de agua fría para las investigaciones sobre aquel otro terrible atentado donde 85 muertos esperan aún justicia y sus familiares que se sepa quiénes sembraron de luto sus vidas. Si existe una voluntad oculta de echar un velo sobre los atentados fascistas de este país, mientras se ha excavado a fondo en los de origen izquierdista, es evidente que también el proceso sobre el caso de Bolonia tendrá pocas esperanzas de llegar a la verdad de los hechos.Y después Milán, ciudad que sufrió el peso del atentado y que se vio después humillada tras haberles negado a los jueces de aquella ciudad la posibilidad de realizar ellos el proceso como les hubiese competido.
El alcalde de Milán, Carlo Tognoli, ha afirmado que la nueva sentencia de Bari "ha sumido a toda la ciudad en la más negra amargura", y añadió que la sentencia ha sido "sorprendente" porque era claro que todos los indicios "indicaban la pista negra" de plaza Fontana.
Hay quien ha descargado, a veces hasta sin piedad, la responsabilidad de una sentencia tan vergonzosa sobre los jueces y magistrados. Pero la verdad es más compleja y profunda. Como han señalado otros observadores, no se puede negar que en estos 16 años de investigación ha habido no sólo jueces sino también policías y hasta periodistas que han luchado con tesón y con innegable inteligencia y limpieza moral.
Si acaso hay que pensar que quienes habían ensuciado las pruebas o desviado las primeras investigaciones, o quienes tuvieron todo el interés en proteger a los verdaderos culpables, muchos de los cuales podrían estar en altos puestos del Estado o de la política, lo han hecho tan bien que hoy es difícil encontrar pruebas fehacientes contra los imputados.
El mismo Pier Luigi Vigna, uno de los magistrados más inteligentes empeñados hoy en Florencia en la investigación de los atentados neofascistas, ha declarado que "es además muy difícil indagar en estos atentados de masa por la misma dinámica del delito, donde no existe un atentador presente en el acto, ni pistolas, ni ametralladoras. Y donde los mismos neofascistas están divididos en mil pequeños grupos a veces enfrentados entre sí".
Y sobre todo porque en el terrorismo de la extrema derecha más que en el terrorismo rojo es donde han sabido pescar los servicios secretos que se habían vendido a ciertas fuerzas golpistas.
Y esto lo han confirmado los pocos arrepentidos del extremismo neofascista. Han declarado que todas las matanzas organizadas por ellos tenían siempre que ver con la preparación de golpes de Estado, si no golpes de tipo militar, por lo menos golpes blancos, como el que había preparado al parecer primero el presidente de la República Segni para evitar la formación de un centro-izquierda en este país, y más tarde otro presidente, Giovanni Leone, con la logia secreta de Licio Gelli, la P-2, que ha sido considerada por la misma comisión parlamentaria como una tentativa de "golpe blanco reaccionario".
Pero el proceso no ha acabado porque ya ha habido apelación al Tribunal Supremo, que deberá pronunciar la sentencia definitiva sobre el triste y emblemático atentado de plaza Fontana.
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