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Llega a Las Palmas un constructor que estuvo perdido tres días sobre su tabla de 'windsurf'

"Nunca me rendí ante la muerte. La verdad es que tiene guasa morir en una tabla de windsurf" exclamó ayer en Las Palmas el constructor malagueño José Santiago García, de 45 años, padre de cinco hijos, nada más llegar al puerto de la ciudad. Su odisea, más del tiempo que del espacio, acababa de concluir. Casi una semana en alta mar: tres días perdido sobre la tabla deslizadora a vela y otros tantos en un barco.

Una aventura peligrosa que al final arribó a buen puerto, al de Las Palmas. El pasado lunes 22 de julio, se perdió frente a la costa gaditana después de que la corriente marina le arrastrara mar adentro cuando practicaba el deporte náutico. Tres días estuvo a la deriva, hasta que el jueves, día de Santiago, fue rescatado por el buque Arcadio Sun, de bandera panameña.José Santiago, regordete y poco atlético, tiene más pinta de constructor que de windsurfista. En realidad, comenzó a practicar este deporte náutico hace poco tiempo, aprovechando las vacaciones estivales. El pasado lunes, cuando se hallaba a 100 metros de una playa de Barbate (Cádiz), se dejó arrastrar por el viento, que le impulsó medio kilómetro mar adentro. Cuando se dio cuenta de la peligrosidad de la situación ya no pudo regresar a tierra. No sabía maniobrar acertadamente la vela del windsurfing y se tiró al agua para intentar alcanzar a nado la orilla. Pero como la corriente era muy fuerte desistió. Estaba convencido de que el mar le traería de nuevo a tierra, pero no fue así.

No tuvo posibilidad de pedir socorro. Ya estaba muy lejos de la costa: nadie le podía ver y menos aún oír. Tiró la vela del windsurfing y se asió fuertemente a la tabla. "El primer día lo pasé muy mal, pero siempre tuve la esperanza de que me rescataran". Curiosamente, en la zona del estrecho de Gibraltar, donde fue rescatado José Santiago, hay un tráfico de buques fluido, ya que pasan unos 180 barcos diarios, pero ninguno de ellos le avistó. José Santiago sí vio a algunos, pero sus gritos de auxilio se perdieron entre el agua y el aire.

Durante los tres días en que estuvo en alta mar agarrado a la tabla apenas dio un par de cabezadas por la noche, gracias a que se ataba con la cuerda del windsurf a la madera. Por el día, el bañador le servía de sombrero para no coger una insolación. No comió ni bebió en ese tiempo. "En realidad no tenía ni hambre ni sed. Una vez, para no desfallecer, traté de beber un poco de mis orines, ya que lo había leído en algún periódico, pero sabía muy salado y no lo hice más. Yo terminaba el día a las dos de la tarde. A esa hora me amarraba a la tabla y me dejaba ir. Ya el último día saque fuerzas de flaqueza porque estaba fatal". Ayer llegó a Las Palmas con su reloj Rolex y su cadena de oro intactos.

Hubo instantes especialmente difíciles, sobre todo por la noche. En el segundo día de la aventura fue rodeado por unos cuantos tiburones, pero varias bandadas de peces llamaron más la atención de los escualos y éstos se marcharon. "Algunos pececillos daban cabezazos en la parte de abajo de la tabla. A punto estuve de coger alguno para comérmelo, pero apenas tenía fuerzas y prácticamente nada de hambre".

El jueves, por fin, le rescató el barco Arcadio Sun. La tripulación, formada por cinco griegos, cinco indios y nueve paquistaníes, le trató espléndidamente. "Mi mayor experiencia ha sido la humanidad de la gente".

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