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Proceso en Portugal contra Otelo Saraiva de Carvalho

De acusado a acusador

Impecablemente vestido de azul marino, con corbata, Otelo Saraiva parecía bien dispuesto y animado. Una de las acusadas cruzó el recinto para abrazarlo, provocando una llamada al orden del presidente del tribunal. Centro de todas las atenciones, Otelo es también, aún hoy, el líder de este medio centenar de presos que esperaron 14 meses el momento de comparecer ante el juez. Un grupo heterogéneo, cuya edad media es de 34 años: empleados, obreros, gente en su mayoría de origen social modesto, y que apenas eran adolescentes en 1974.

Otelo Saraiva de Carvalho, impedido de hablar con el público y los periodistas presentes, por el grueso cristal que separa el banquillo del resto de la sala, no dejó de encontrar la manera de transmitir su opinión personal sobre el proceso: "Este juicio es una farsa. Esta acusación terminará en apoteósis de todos los que comparecen aquí como reos y saldrán como acusadores". Estas frases, escritas sobre un papel a la vista del público, corrieron rápidamente de boca en boca en la sala, suscitando aplausos y gritos de entusiasmo entre sus amigos.

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La detención estalló como una bomba el 20 de junio de 1984. La víspera, la policía portuguesa organizó una gigantesca redada para capturar a miembros del las Fuerzas Populares Veinticinco de Abril, autores de decenas de atentados que causaron diez muertos desde 1980. Otelo es uno de los detenidos. Buena parte de la Prensa, de la opinión pública y de los medios políticos nacionales y extranjeros se niega a creer la culpabilidad de Otelo. Pero el juez instructor asegura que las pruebas materiales acumuladadas son más que suficientes. Desde entonces es encarcelado en el fuerte militar de Caxias.

Francisco Salgado Zenha, ex ministro de la Justicia soicialísta, ex número dos del Partido Socialista, el hombre que defendió antes del 25 de abril a muchos de los políticos portugueses de hoy, contra los tribunales de excepción y la policía política de Salazar, es una presencia doblemente incómoda en el papel de líder de la defensa: al poner su prestigio al servicio de los acusados de la FP-25, Salgado Zenha es testigo de la mala conciencia de muchos demócratas portugueses a la hora de juzgar los hijos perdidos de la Revolución.

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