Un programa de realojamiento para gitanos
A pesar de los programas de realojamiento y vivienda promovidos desde la Administración, aún persisten bolsas de infraviviendas y chabolas que en su gran mayoría están ocupadas por gitanos. Según los últimos datos facilitados por el Ayuntamiento de Madrid, en el año 1984 se estimó que existían 1.400 chabolas, cifra considerada por debajo del número real. Pues bien, el 93% de las familias que las habitan es de raza gitana.Los sucesivos programas de remodelación de barrios han ido dejando una población residual que se caracteriza por su miseria económica, su bajo nivel educativo y sus códigos culturales y sociales al margen de los valores dominantes. Esta población residual es la población gitana. A ellos no les ha correspondido ni las migajas del progreso, viven rodeados de basura, haciéndolos más vulnerables a las enfermedades, y son desculturizados.
Desde algunos departamentos de la Administración se buscan soluciones y se actúa, aunque no siempre de forma coherente, dando lugar a conflictos como los surgidos en el polígono Actur de Zaragoza en septiembre de 1984.
En otros municipios se pretende actuar de manera más lógica, como en Sevilla, Barcelona o Málaga; aunque los programas están confeccionados en algunos casos con rigor, cuantitativamente son insuficientes. También en Madrid existe un proyecto de atención a los chabolistas gitanos promovido por la delegación del Gobierno y que, tras seis meses de debate, carece de materialización pese a su urgencia. El primer enunciado para un programa de realojamiento de chabolistas gitanos es la programación de viviendas para ellos. Pero esto no se puede realizar sin considerar otras variables, como modos de vida, costumbres, niveles educativos y valores sociales. En ocasiones, las adjudicaciones de viviendas a gitanos se han realizado in satisfactoriamente, han originado conflictos entre payos y gitanos e incluso entre los propios gitanos; también han originado un mal uso de las viviendas por parte de los destinatarios, y no nos estamos refiriendo a ningún estereotipo racista, simplemente ha existido algún abandono de la vivienda o algún traspaso indebido que intereses malintencionados han pretendido generalizar para el resto de la comunidad gitana.
Es obvio que las personas que han, estado viviendo en descampa dos y escombreras necesitan un período de aprendizaje para residir en viviendas convencionales y también es obvio que a algunas de estas familias les resulta difícil o imposible adaptarse a esas viviendas. Cualquier política de realojamiento debe considerar estos enunciados para lograr la eficacia deseada.
Opciones residenciales
Los programas de realojamiento deben considerar distintas formas de hábitat según aptitudes, necesidades y formas de vida de la población a realojar.
No se puede pretender realojar a un chabolista que se dedica a la recogida de chatarra en una vivienda estándar si a la vez no se le ofrece (y el gitano la admite) otra alternativa laboral adaptada a su nueva residencia. La mayoría de las familias que han sido realojadas en viviendas normalizadas, o bien tenían una actividad laboral compatible con su nueva residencia o bien han cambiado a otra adaptable; sólo escasos núcleos de familias se han encontrado aún más marginados en su nueva vivienda al abandonar su actividad laboral y no ser capaces de encontrar otra que la sustituya. La crisis de empleo que padece la sociedad actualmente agrava esta situación. No sólo es difícil encontrar empleo no marginal, sino que cada vez son más los payos que se dedican a actividades que todavía son rentables y que tenían cierta exclusividad entre la población gitana (venta ambulante, recogida de cartón, venta de flores, lotería...).
La pirámide social
El ejemplo gráfico de la pirámide social, tan utilizado sociología, ya no es válido. Hay sectores de la población que son expulsados de la pirámide y ni tan siquiera son base económica, porque otros sectores los han desplazado empujados por la falta de recursos.
A pesar de que la mayoría de la población gitana es sedentaria, todavía existe (y hasta es posible que la crisis lo potencie) nomadismo temporal en pequeña escala que llega a las ciudades en épocas feriales o en estaciones climatológicas determinadas. Esta población provisional debe disponer de un tipo de alojamiento que tampoco puede ser la vivienda estándar. Por ello se propone que los programas de realojamiento consideren estos tres tipos de residencias:
- Viviendas convencionales, situadas en edificios en altura. Las familias gitanas ocuparían las plantas bajas, por resultar más funcionales para sus modos de vida. Estas viviendas, en régimen de alquiler, estarían destinadas a aquellas familias con capacidad de incorporación social inmediata y localizadas en barrios indistintamente habitados por payos y gitanos.
- Viviendas de tipología especial en poblados destinados a la incorporación total de los gitanos, diseñados y estructurados para la realización de actividades de singularidad específica. Las viviendas serían alquiladas y estarían destinadas a familias con posibilidades de incorporación social, donde efectuarían su período de aprendizaje y adaptación al nuevo hábitat. El propio diseño del poblado debe poseer carácter incorporativo, acercando la población gitana y paya.
- Asentamientos o campamentos definitivos. Construidos para alojar a la población transeúnte y para aquellas familias que se dedican a un comercio marginal no absorbible por los poblados de incorporación. Deberán estar dotados de infraestructura de saneamiento y alumbrado y su construcción deberá tener la solidez suficiente para resistir el uso por sucesivas familias a largo plazo.
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