¡Vaya pinchazo!
Si es piragüismo, Televisión hace agua. Si es golf, vaya agujeros. Y si es ciclismo, pinchazo. No hay manera. Sólo les salían bien los caballos. Dentro de poco suspenderán la transmisión de una final de fútbol porque los científicos programadores del minutado y el cronómetro no habían previsto la prórroga. Ahora, seguir el Tour como telespectador es un verdadero calvario: primero debe uno enterarse por casualidad de si habrá o no transmisión; y después hay que soportarla.Eduardo Chozas se presentaba solo en la meta de Aurillac, el domingo en la vuelta a Francia, y a seis kilómetros del final llevaba una ventaja de nueve minutos. al siguiente, un belga veterano y un poco zurullo que no iba a alcanzarle. Más atrás, el Pelotón, donde viajaba el líder, Bernard Hinault, ni siquiera centraba la atención de la televisión francesa, que ya es decir. Los camarógrafos de las motocicletas enfocaban a Eduardo Chozas, por delante, por detrás, por el cartel publicitario de la camiseta, los pedales, el manillar, llegando con los brazos victoriosos.
El interés de quienes habían seguido los largos kilómetros finales se centraba ya sólo -precisamente lo más importante en una victoria de este tipo- en averiguar la ventaja que el español obtendría sobre el pelotón. Y los puestos que, por tanto, saltaba en la clasificación absoluta.
Bien, eso era lo que esperaban millones de espectadores: cuánto tiempo habrá puesto este ciclista madrileño de por medio. Pero Televisión Española, con esa fina sensibilidad característica, les dejó sin conocer el salto de Eduardo Chozas. Televisión prefiere los saltos de Leroy y sus alegres y cantarines muchachos de Fama, quienes, por mucho encanto que tengan, dan brincos enlatados que bien pueden esperar unos minutos. Y no como el de ese joven sudoroso de 25 años que llevaba siete horas montado en una bicicleta esperando salir en televisión.
Seguramente el telespectador pensó que dejarían la noticia para algún telediario, que a lo mejor es la única forma de que ofrezca actualidad en fin de semana.
El epílogo
Tras la llegada de Chozas a la meta, la esposa del ciclista, Pauli, hablaba desde su casa para Antena 3 y explicaba su satisfacción por el triunfo de su marido.
Ella y los telespectadores se estaban regodeando en la victoria. Esperaban conocer los datos sobre la diferencia lograda a la vez que disfrutaban como con los epílogos generosos de las películas con final feliz; o como el aficionado que lee la crónica del partido que ya ha visto, no para informarse, claro, sino solamente para refocilarse en el recuerdo de la goleada.
Pero a aquella mujer contenta le preguntan desde Francia cómo ve a su esposo en la pantalla recogiendo los honores, y tiene que responder: "Anda, ya han cortado". "¿Cómo, que han cortado?", espeta incrédulo el enviado especial, pensando quizá en una avería doméstica. "Sí, han cortado". "Pues muy oportunos".
Peor aún: muy fieles a sí mismos. Habrá sido por guardar coherencia con aquel glorioso día, hace un año, en que sólo faltaba un golpe para que Seve Ballesteros ganase el Open británico. En medio de la emoción final, y con todo el Reino Unido en silencio, se cortó la transmisión para que Daniel Vindel contara desde el hipódromo que se había muerto la yegua Kritti, que, por si no lo saben, era la madre de Taquiru.El domingo, por la radio nos enteramos de que la televisión francesa entrevista al español Eduardo Chozas, de que está pletórico y alegre, de que ya son seis minutos los que ha obtenido, y luego siete, que Hinault aún no llega, y más tarde ocho, y finalmente 10 y medio. Y de que es séptimo en la general. Un éxito del deporte español en el que, una vez más, Televisión Española ha pinchado.
Unas veces pincha porque quiere, y otras por motivos técnicos ajenos a su voluntad, como la niebla de ayer que impidió los enlaces y seguir de cerca la victoria de Perico Delgado. (Para un día en que todo iba bien, otra vez hubo que volver a la radio si quería uno enterarse). O como el lunes -esto ya sí con agravantes-, cuando conectaron justo después de que llegase el primero y vuelven a enlazar -cuando el pelotón está duchándose. O como aquella vez, en los Juegos de Moscú, en que interrumpieron la conexión mientras el polaco Kozakiewicz corría veloz con su pértiga por el pasillo de tartán camino de un récord del mundo. Qué coherente es todo esto.
No importa. Ahí teníamos a Leroy, brincando como un descosido. Al día siguiente, el muchacho saltarín no ocupó la primera página en ningún sitio. Chozas, en todos. El lunes nadie se acordaba de Leroy, como nadie se habría acordado a estas alturas de Kritti, la mamá de Taquiru.
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