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Un enclave estratégico en el Golfo

Guardianes de la ruta del petróleo

En los días claros del invierno no son necesarios gemelos para, desde los 580 metros del más alto peñón de la isla omaní de las Cabras, divisar a lo lejos la costa de Irán, distante tan sólo 23 millas náuticas, unos 39 kilómetros. A la izquierda queda entonces el mar de Arabia, a la derecha empieza el océano Indico y, enfrente, aparece el estrecho de Ormuz, por donde transita aún a diario una cincuentena de barcos, en su mayoria petroleros procedentes de Irán y de las monarquías del golfo Pérsico, que transportan el 40% del crudo consumido por Occidente, el 60% del importado por Europa Occidental y el 75% del adquirido por Japón.Desde que en septiembre de 1980 estallara la guerra entre Irak e Irán y este último país amenazara con bloquear Ormuz si su enemigo iraquí le impedía exportar su petróleo a través de la terminal de Jarg, el sultanato de Omán se considera responsable de la seguridad en el estrecho y no ha dudado en dotarse de los medios necesarios para garantizarla.

El pequeño puesto de observación de la Royal Navy británica en la isla de las Cabras ha sido sustituido por una estación electrónica desde donde técnicos castrenses omaníes dirigen a distancia un complejo radar instalado en el islote de Quom. Situado casi en medio del estrecho, su señal permite al ordenador proporcionar en cuestión de segundos, en la máquina impresora, la posición, el rumbo y la velocidad de los buques que atraviesan esas aguas.

Desde que en 1979 triunfó en el vecino Irán la revolución islámica jomeinista, el sultanato reguló mediante un acuerdo internacional el tráfico marítimo en Ormuz, obligando a sus usuarios a seguir determinadas rutas que siempre pasan por sus aguas territoriales. Aquellos que contravienen las normas estipuladas, a causa generalmente de pequeños errores de navegación, son interrogados por radio y los más sospechosos pueden incluso a veces ser interceptados por la Marina omaní.

Las amenazas iraníes de bloquear el estrecho enviando barcos al fondo de los mares parecen poco realistas: sería necesario para llevarlas a cabo hundir tres superpetroleros, uno encima de otro, para obstaculizar la navegación.

Con su navío lanzamisiles Dhofar, otros dos barcos de estas características que serán entregados próximamente y sus seis patrulleras del tipo Bravo, cuatro de ellas provistas de misiles Exocet, la Marina real puede ejercer en Ormuz una vigilancia preventiva. Pero al carecer de dragaminas difícilmente limpiará sus aguas territoriales de las cargas explosivas allí depositadas.

El papel saudí

De ahí que Omán haya reclamado al más poderoso país de la península Arábiga, Arabia Saudí, que -además de la ayuda financiera que tiene previsto brindarle a través del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), 900 millones de dólares- le preste por lo menos un dragaminas, con el que rastrear unas aguas territoriales por las que es exportado el crudo saudí y kuwaití, pero no el ornaní, que los petroleros cargan directamente en el océano Indico.

Deseoso de demostrar las ventajas de su incomparable posición estratégica tras la caída del sha de Irán, el sultanato autorizó, según la Prensa de Estados Unidos, que su isla de Masira, en el océano Indico, sirviese de punto de apoyo al comando norteamericano que a finales de abril de 1980 intentó en vano rescatar a los 50 rehenes secuestrados en la Embajada estadounidense en Teherán.

La noticia fue inmediatamente desmentida por Muscat, que no dudó, sin embargo, en anunciar dos meses después la conclusión de un acuerdo de cooperación militar con Estados Unidos. En él, por primera vez, se conceden a la fuerza de despliegue rápido norteamericana facilidades marítimas y aéreas en el golfo Pérsico.

En cinco años, el Pentágono se ha gastado 300 millones de dólares (52.000 millones de pesetas) en modernizar los aeropuertos de Jasoab, cerca de la isla de las Cabras, Muscat, Masira y Turrirait, en la proximidad de la frontera de Yemen del Sur.

"Desde que hace seis años tuvo lugar la revolución iraní", afirmaba en marzo el diario norteamericano The New York Times, "la nación aislada, pero estratégicamente situada, de Omán se ha convertido en el aliado más digno de confianza de Washington".

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