Verano
Hay mucha gente que está dispuesta a vender su alma al -diablo, pero corren malos tiempos.. Hoy, el diablo elige y por culpa de la oferta los precios son muy bajos. Aun así, no resulta nada fácil realizar la transacción, ya que en el infierno se han puesto demasiado exigentes. Si se llama al diablo para ofrecerle la vida a cambio de un instante de belleza y él no acepta uno queda como un imbécil, aunque eso ahora sucede todos los días, sobre todo a principios de verano. Basta con darse una vuelta por Ibiza o por Marbella y contemplar de cerca sólo un momento a nuestros idiotas de la jet-set para comprobar que ellos lo han intentado, si bien la negociación con Satanás ha sido inútil.Debido a eso, dentro de poco comenzará de nuevo el espectáculo de terror. Las mismas caras de todos los años, cada vez más ajadas o restauradas, las mismas barrigas y tetas caídas, las mismas figuras deterioradas por el paso del tiempo se exhibirán en la popa de los yates, al borde de las piscinas, en las fiestas nocturnas de las playas de moda y las revistas del corazón las servirán como pasto a la clase media charcutera. No habrá escapatoria. Políticos mediocres en bañador, artistas casposos, aristócratas sin un céntimo entre bronceadas putas y chulos de bocadillo que se renuevan siempre efectuarán ante nuestros ojos un simulacro de felicidad estival hasta la madrugada. Podrás maldecir tu suerte y tratar de refugiarte en una madriguera, pero esas máscaras te buscarán a la semana siguiente con una mueca idéntica desde los terribles reflejos de papel satinado y no conseguirás zafarte de semejante maldición. El diablo ha rechazado su alma hortera. En cambio, tú debes tragártela.
La danza macabra de Marbella, los placeres solares de Ibiza pagados con tarjeta de crédito vuelven a comenzar. ¿Por qué nuestra alta sociedad será tan poco satánica? ¿Por qué el diablo no se habrá avenido a comprar su alma siquiera por un huevo duro? Puede ser una venganza.
Esos rostros patéticos, cada verano más destruidos, que expelen una dicha llena de tedio fornan un espejo donde nosotros nos reflejamos. Y envejecemos. Por desgracia, el diablo no quiere saber nada.
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