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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Asturias, la reconversión interminable

La economía industrial asturiana, basada en la posesión de carbones y en la fabricación de hierros, está en crisis, según el autor, desde finales del siglo pasado, cuando Asturias emprende la búsqueda de una diversificación industrial que a través de la constante presencia pública se prolonga en la presente reconversión.

La industria naval está en crisis, la hullera se reestructura, la siderúrgica se reconvierte: son los temas diarios de la actualidad económica asturiana. Sin embargo, crisis, reestructuración, reconversión son las palabras que aparecen en cualquier escrito sobre la industria asturiana de los últimos 20 años; crisis y reestructuración eran los términos que caracterizaban la coyuntura económica regional de los años treinta; crisis era la palabra para definir la situación. del Principado en la década centenaria de 1880. La realidad actual no es nueva: Asturias lleva un siglo confrontando recurrentes problemas económicos que generalmente coinciden con profundas depresiones de la economía internacionn La incidencia exterior sobre la industria asturiana se debe a su vulnerabilidad, pues, basada en la producción de carbones de difícil explotación y aceros de costosa fabricacíón, encuentra normalmente fuertes competidores" que intensifican la concurrencia en períodos de crisis, poniendo en evidencia las limitaciones de su estructura industrial. La respuesta consiste siempre en el recurso al Estado para conseguir protección y el intento regional de diversificación sectorial, pero los resultados de este objetivo centenario no son favorables: la estatalizada economía asturiana actual sigue dependiente de carbones que se acaban y aceros que se almacenan.

Oportunidad histórica

Sin embargo, Asturias fue en la mitad del siglo pasado el centro industrial del país, pues tratanto de aprovechar las ventajas de establecerse al lado del combustible se instalaron diversas fábricas de mercurio, zinc, hierro, etcétera: el consumo de carbón era tan elevado con relación al mineral por unidad de producto obtenido que las industrias situadas junto a las explotaciones hulleras no tenían competidor. Pero la falta de adecuados minerales, las dificultades de los transportes y, sobre todo, el atraso del país frenaron el despegue industrial asturiano, limitado decididamente cuando los progresos técnicos permitieron ahorrar mucho combustible en los procesos de fabricación.

El sistema industrial basado en la posesión de carbones entró en crisis en la década de 1880 con la generalización de los nuevos procedimientos siderúrgicos Bessemer y Martin-Siemens, que con menos carbón y diversos materia les permitieron fabricar abundante acero a bajo precio. Asturias tuvo que enfrentarse por primera vez entonces a un importante proceso de reconversión, pues, como decía en 1885 el gran ingeniero Luis Adaro, "para todo el hierro que hoy se produce en Asturias sobran la mitad de las instalaciones y faltan la mitad de los beneficios": se trataba de adoptar los nuevos procedimientos y especializar la producción, para lo que se necesitaba "la atracción y concentración de capitales" y que las empresas hulleras y siderúrgicas "decidan ligar sus intereses".

Pero la reconversión asturiana fracasó: ni vinieron los capitales ni se concentraron las empresas. En cambio, las fábricas vascas recibieron financiación, se fusionaron y adoptaron los nuevos métodos: Asturias perdió la hegemonía siderúrgica, aunque ganó el apoyo estatal para continuar fabricando hierros y explotando carbones.

La intervención pública

En efecto, al terminar el siglo XIX, y en un ambiente general de proteccionismo donde los movimientos patronales reclamaban que "España sea para los españoles", se inició el nacionalismo económico, que comenzó para el país con el arancel de 1891 y concluyó para la industria asturiana con las nacionalizaciones de los años setenta. Durante este largo proceso, las principales empresas mineras y siderúrgicas del Principado pudieron crecer sin riesgo amparadas en la protección, pero no supieron transformarse con decisión apoyadas en la prosperidad. Los años de expansión no fueron, pues, aprovechados para modernizar y diversificar la industria asturiana, así que cuando la competencia extranjera reapareció la crisis sobrevino. Eso ocurrió en la depresión de los años treinta, eso sucedió en la expansión de los años sesenta, pero la autarquía primero y la nacionalización después acabaron salvando de momento la antícuada economía industrial del Principado.

En realidad, la autarquía había impuesto en España el modelo industrial asturiano, basado en la reserva aduanera del mercado y en la intervención estatal de las industrias, que si evitaba riesgos comerciales reforzaba el atraso técnico. La liberalización económica que siguió al Plan de Estabilización de 1959 mostró la dimensión del fiasco: las fábricas asturianas no estaban preparadas para com petir con los productos extranjeros ni los carbones con los petróleos. La consiguiente crisis industrial impuso la transformacion empresarial. Acogiéndose a los planes de la llamada Acción Concertada, las principales sociedades traspasaron rentablemente las minas al Estado y financiaron privilegiadamente una siderurgia integral en Gijón: así nacieron, en 1966 y 1967, Hunosa y Uninsa. Después, la Unión de Siderúrgicas pasaría también al sector público, integrándose en Ensidesa: en 1973, los sectores tradicionales de la industria asturiana estaban nacionalizados.

Con el Estado como propietarío, la minería y la siderurgia garantizaron su continuidad, pero la economía asturiana no encontró su diversificación. Al contrario, cerrando explotaciones marginales y desmantelando los centros fabriles de La Felguera y Mieres, afianzó su papel histórico como región productora de una materia prima -la hulla- y exportadora de un tipo de acero -los semiacabados- que otros hornos consumían y otras fábricas concluían: en la división española del trabajo, el Principado continuaba sin industrias transformadoras, en beneficio de otras regiones.

La actual reconversión es la última fase de este proceso centenario de nunca acabar: se trata de cerrar viejos talleres para abrir nuevas industrías que impulsen definitivamente la necesaria transformación de la economía regional. Diversos obstáculos se oponen al éxito de este objetivo, desde el retraimiento de los capitales por causa de la conflictividad obrera hasta la falta de dinamismo empresarial como resultado del enfeudamiento estatal de la economía asturiana. Sin embargo, la importante dotación energética de la región, su larga expenencia industrial, las grandes inversiones previstas en las empresas públicas, los nuevos instrumentos financieros regionales para la reindustrialización y, también, la entrada en la Comunidad Europea son estímulos que deben contribuir a resolver positivamente este reto histórico del que depende el futuro de Asturias.

Germán Ojeda es catedrático interino de Historia Económica en la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la universidad de Oviedo.

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