Los pequeños desastres anuncian tiempos peores
Cuando las cosas van mal y nada cambia, es fácil suponer que esa acumulación de pequeños desastres acabará por producir una situación peor. Algo así es lo que en estos días, se están temiendo los habituales de los mercados de valores, que ya empiezan a convencerse de que cuando el río suena tan insistentemente, por fuerza habrá de llevar algo de agua. Cada una de las razones que en el último mes se han utilizado como argumento para tratar de explicar las causas de todos los desastres cotidianos, habían venido siendo rechazadas como insuficientes para poder provocar por sí mismas esos recortes.Los últimos acontecimientos políticos, habían venido siendo descalificados de una forma casi mecánica, sin tener en cuenta que los rumores sobre cambios en la formación de los Gobiernos siguen tomándose como un síntoma de inestabilidad. Que una huelga general convocada por los sindicatos de izquierda, aunque se la tache de fracaso, es indicador de un malestar generalizado. Tampoco se les escapa a los inversores que los replanteamientos, sobre la marcha, de algunos aspectos de la política económica son interpretados como un claro síntoma de desorientación. Todo ello se ha venido tachando de necesario, pero no suficiente.
Dentro del campo puramente bursátil y, si se prefiere, negándoles validez a los argumentos políticos, nos encontramos con otra serie de causas también insuficientes, como son los nuevos problemas que parece tener el sector eléctrico, con una Unión Fenosa víctima de rumores sin confirmar ni desmentir, pero que han situado su precio por debajo del 60% y la rentabilidad real, y ésta es la duda, en el 13,5%. El propio mercado va decantando los precios de estos calores, pero el problema es la incapacidad para orientarlos al alza.
El olvidado sector bancario, pese a su tranquilidad, es otra de las causas de preocupación, ya que ahora está a punto de encaramarse encima del índice general y tan sólo dos de los indicadores sectoriales le superan en este momento: varios y comunicaciones. Al no haber mucho más donde elegir, es lógico que todas las miradas se vuelvan hacia estos valores que han conseguido, sin hacer nada, trastocar los términos, ya que donde se hablaba de apatía, se empieza a decir estabilidad.
Y finalmente, el dinero. La renta variable ha vuelto a despertar los recelos de los inversores y, a pesar de que en las últimas sesiones bursátiles se ha mejorado sensiblemente el nivel de la contratación, el hecho de que cada día se impongan las partidas vendedoras va dejando en los ánimos una sensación de abandono que tampoco favorece en nada a la situación. Los pagarés del Tesoro se van convirtiendo en los oscuros beneficiarios de estas transferencias de fondos que, por el momento, no han conseguido demasiados adeptos.
La ambigüedad y el malestar de fondo son, evidentemente, el resumen de este cúmulo de pequeños sinsentidos que, como se viene haciendo día a día, cada cual relacionará a su antojo y sacará sus propias conclusiones, y esto es quizá lo único que no parece sufrir variación alguna en los mercados de valores.
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