El alcalde pide a los presos de Carabanchel paciencia, tolerancia y mucha lectura
Enrique Tierno, alcalde de Madrid, recomendó ayer a varios cientos de presos que le escuchaban en el patio de la tercera galería de la cárcel de Carabanchel el ejercicio de las virtudes de la tolerancia y la paciencia, "que no la resignación", y la práctica habitual de la lectura. Era la primera vez que el viejo profesor visitaba esta cárcel en calidad de alcalde de Madrid, aunque, como él mismo recordó, a finales, de los años cincuenta pasó en una de sus celdas mes y medio por promover una asociación europeísta.
Enrique Tierno y sus acompañantes llegaron puntuales a la cárcel, a las 5 de la tarde. El profesor tuvo que depositar en el rastrillo de entrada su carné de identidad y sus escoltas tuvieron que dejar las armas. El profesor debía intervenir media hora después en el patio de la tercera galería para inaugurar las fiestas que la asociación cultural Rafael Alberti, compuesta por funcionarios y reclusos, ha organizado en el centro penitenciario para festejar la llegada del verano. Actos semejantes se celebraron al comienzo de la pasada primavera.La aparición del alcalde ante los reclusos se retrasó unos tres cuartos de hora, porque nadie encontraba las llaves del cuarto donde estaba depositado el equipo de megafonía. Como dijo el alcalde, "esta casa tiene muchas llaves y muchos candados, y cuando se pierden es difícil encontrarlos". Durante la espera, Tierno recorrió algunas de las dependencias de la prisión.
Iba vestido con un traje gris, chaleco y corbata a juego, y zapatos negros y lustrosos, una indumentaria nada apropiada al calor del recinto penitenciario. Pero como recordó el profesor, él es atérmico. En conversación informal ironizó sobre su propio vestuario y comentó que es contrario a los tiempos. "Las chicas", dijo, "lo están luciendo todo este verano". Tierno recordó que durante su estancia en Carabanchel lo que más echó de menos fueron la vida familiar y la cátedra.
El retraso en el comienzo del acto preocupó al profesor, que a las siete tenía que entregar unos premios de poesía, pero que tampoco quería dejar la prisión sin dirigirse a los internos. Al fin, hacia las 6.20, la megafonía estuvo lista y Tierno entró en el patio de la célebre tercera galería. Le esperaban de pie varios cientos de reclusos, con los torsos desnudos y cubiertos de tatuajes la mayoría. El alcalde les saludó con un "hola, amigos", y pudo escucharse como un preso decía: "Es un tío estupendo. A mi me cae dabutí"
El viejo profesor comenzó su intervención ante los reclusos, "ciudadanos y vecinos de Madrid", con una referencia a "la angustia de la reclusión, que crece dentro, que no se aguanta a veces". "Esa energía acumulada puede transformarse en violencia cuando no hay buenas instituciones penitenciarias. Pero cuando éstas existen, la violencia es innecesaria, una conversación lo resuelve todo", dijo el alcalde.
Para dar cauce positivo a la energía acumulada, Tierno recomendó el estudio del bachiller o de una carrera y la asistencia a actos culturales y espectáculos. "Si ustedes no pueden salir del recinto penitenciario", explicó, "es obligación de las autoridades traerles dentro las actividades de las que gozan el resto de los vecinos de la Villa".
Hizo el alcalde, que hablaba de pie, especial hincapié en que se lleve la ciencia a la cárcel, "que supieran ustedes qué es el rayo laser o la astronomía moderna". Tras afirmar que "la tolerancia es esencial" dijo que "si alguien ha cometido un error no hay por ello motivos para abofetearlo". "Ustedes han cometido algún error y deben esperar, pero esa espera debe ser digna y servirles de ayuda y gratificación". Luego el viejo profesor recordó a los reclusos que en su mayoría, son jóvenes, y tienen un optimismo natural envidiable, en el que late con fuerza la vida. Pero el principal canto lo hizo Tierno a la práctica de la lectura. En varias ocasiones se la recomendó a los oyentes. "Lean ustedes. Aunque sea un comic, lean".
Los reclusos escucharon la intervención de Tierno en profundo silencio y le interrumpieron en un par de ocasiones con salvas de aplausos. Al final le regalaron una caricatura. Otro de los presos le arrebató el micrófono para asegurarle que es, junto a Carlos III, el mejor alcalde de Madrid. El profesor sonrió y no emitió comentario alguno. Poco después dejó la cárcel camino del centro.
Ya sentado en la parte trasera de un confortable automóvil, explicó que había encontrado "muy enrarecido" el aire de la prisión, "enrarecido en el puro sentido físico, porque esta cárcel está mucho mejor que cuando fui su huesped involuntario". También dijo que le dejaba un regusto amargo abandonar la prisión, "mientras dentro quedan ese montón de jóvenes encerrados".
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