Cuando llega el escándalo...
Que la enfermedad de un celador sea causa suficiente para cerrar al público un museo, más que una anécdota, es todo un síntoma. Un síntoma más de un cuadro clínico alarmantemente crónico: el de la depauperación y agonía de los museos oficiales españoles. Ahora le ha tocado el turno al Museo Romántico.En cualquier caso, resulta evidente que tan vergonzosa situación no es exclusiva del museo citado y afecta hasta la primera pinacoteca del país, el Museo del Prado, que ha mantenido cerrada alternativamente, por idénticos motivos, parte de sus salas.
La gente debe conocer que el Museo Romántico surgió como una donación privada del marqués de la Vega Inclán al Estado español y que originalmente incluía 86 cuadros y muebles representativos del mejor arte de nuestro país de la primera mitad del siglo XIX. En 1924 se instaló por fin en el número 13 de la madrileña calle de San Mateo, en una casa del siglo XVIII dotada del mejor sabor romántico. En 1945 se abrió al público. Su colección artística -pinturas, dibujos, grabados y artes industriales- es excepcional, y posee, entre otras muchas, piezas relevantes de Vicente López, Esquivel, Alenza, Lucas, Villaamil, Valeriano Bécquer, Gutiérrez de la Vega, Los Madrazo, Espalter, Eduardo Cano, etcétera.
El 25 de noviembre de 1891, Mariano de Cavia publicaba una crónica sensacionalista en la que describía la desaparición imaginaria debido a un incendio del Museo del Prado. Con ello trataba de llamar desesperadamente la atención de las autoridades. Casi un siglo después, en el Prado, en el Romántico, tanto da en otros muchos museos oficiales, los males endémicos siguen siendo prácticamente los mismos: sobreviven por casualidad y sólo llaman la atención cuando se produce algún escándalo.
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