_
_
_
_

Peter Boenisch

El portavoz del Gobierno de Alemania Occidental, periodista polémico, ha sido forzado a dimitir por presunta evasión de impuestos

Peter -Pepe, para los iniciados- Boenisch, de 58 años, aire de galán cinematográfico, con la madurez suficiente como para hacer suspirar a miles de telespectadoras y con una capacidad de formular esas frases que revelan al periodista de pura sangre, ha tenido que abandonar la escena de Bonn. El secretario de Estado de la oficina federal de prensa, portavoz del Gobierno de Bonn, dimitió de su cargo porque la fiscalía de Berlín-Oeste ha abierto un sumario contra él por presunto delito de evasión de impuestos.

Fue el hombre que imprimió carácter a Bild, el diario amarillista que inspiró a Heinrich Böll par su novela El honor perdido de Katharina Blum. En la década de los sesenta, Bild se convirtió en un fenómeno de masas, algo más que un periódico. La mezcla de sexo crimen, deporte y chisme, comprimida en frases de menos de 10 palabras, al alcance de todas las neuronas, fue en gran parte obra del periodista Boenisch, que al final de su carrera había logrado la respetabilidad de llegar a ser portavoz del Gobierno del canciller Helmut Kohl. Ahora Boenisch ha vuelto a caer, por un quítame allá esos impuestos defraudados, claro está, antes de pasar a desempeñar el puesto de portavoz y secretario de Estado.En la redacción le llamaban Pepe. El mote se debía a sus iniciales, con las que firmaba muchos artículos, P. B, que fonéticamente en alemán suenan como Pepe. Era un portavoz poco convencional, deslenguado y polémico, que a veces incluso se liaba en discusiones con los periodistas que preguntaban con mala intención. Llevaba el periodismo en la sangre y se le veía incómodo cuando tenía aue limitarse a responder con las fórmulas estereotipadas del lenguaje político convencional.

Su desvergüenza, no exenta de cierta simpatía, llegaba hasta el extremo de estar en Moscú y dar, off the record y en un círculo reducido, una información detallada sobre los movimientos torpes y el mal aspecto que presentaba el dirigente del Kremlim Yuri Andropov. Cuando al día siguiente la Prensa de la República Federal de Alemania había difundido, sin revelar la fuente, por supuesto, sus palabras, Boenisch derramaba lágrimas de cocodrilo y se rasgaba las vestiduras ante las informaciones irresponsables.

Boenisch era poco convencional y no vacilaba, en un mundo de hipocresía y tapadillo, como el de Bonn, en exhibirse en compañía de su amiga, una estudiante rubia, alta y delgada, menor de 30 años. Se decía de Boenisch que como portavoz fue capaz de "vender el Gobierno de Kohl por encima de su valor real", lo que no deja de tener mérito. Frente a la verborrea del canciller, un especialista en generalidades, Boenisch se presentaba ante las pantallas de la televisión con un lenguaje preciso y adecuado al medio, que, unido a su aspecto telegénico, le convertía en lo que hoy se llama un gran comunicador.

En su época de Bild y luego sus artículos en Bild am Sonntaj desataron sobre él la ira de la izquierda y la intelectualidad de la RFA.

Con sus simplificaciones, su demagogia derechista y reaccionaria, Boenisch azuzaba a sus millones de lectores contra los socialdemócratas, los comunistas y los estudiantes en rebeldía.

En una ocasión escribió Boenisch que "la complicidad de Böll y los otros en la minimización de la violencia terrorista es una mancha que nadie les puede quitar de sus manos. Böll publicó hace un año un libro con el título Bild-Bonn-Boenisch, en el que el escritor comenta las columnas del ahora ex portavoz del Gobierno. Según B541, Boenisch tenía la garra que necesita un columnista para "agarrar la historia" y trastocar la anécdota hasta pasar lo esencial a segundo plano.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_