_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sobre el amor y otras historias

JOSÉ LUIS CANO

2 de agosto de 1951

A veces he llegado a dudar de si realmente el amor ha sido tan importante para Aleixandre como la poesía. Seguro que él se indignaría si me oyese expresar esa duda. Cuántas veces no me ha dicho, recordando momentos de celos terribles, que hubiera dado toda su poesía por sentirse plenamente amado. Ello no me hace olvidar, sin embargo, que la poesía es el centro de su vida, y que sin ella no podría vivir. Por supuesto, Vicente no ha ignorado nunca la importancia que la poesía tiene en su existencia, el papel espiritual que ejerce en su vida amorosa. Sin ese poder poético, propagador, quizá no hubiese tenido algunos de sus amores. Creo que muy pocos sabrán tanto del amor como Vicente; de sus movimientos y reacciones, de su capacidad destructora -La destrucción o el amor-. "Si de algo sé en esta vida", suele decirme, "es del amor". Pero mientras muchos poetas han usado del poder de su poesía para gozar una aventura más o menos efímera -Rubén, por ejemplo-, Vicente ha aspirado siempre al abrasamiento total del Cuerpo y el alma, es decir, la gran pasión con todas sus consecuencias, incluyendo las más destructoras. Nada que no fuera esto -y su corazón fue capaz de vivir sucesivamente por lo menos tres grandes pasiones, que yo sepa- le bastaba. Cuando no lo tenía, lo buscaba, lo perseguía, aun sabiendo perfectamente lo que el amor era siempre para él: un fuego que lo devoraba, un puñal que abría en su pecho "la ancha herida mortal", que diría Bécquer. Lo buscaba porque sólo se sentía vivir en el territorio del amor, bebiendo su zumo dulcísimo o, a veces, su amarguísima hez. Pero esa vocación irrefrenable para el amor nunca supo separarla Vicente de cierta necesidad de un clima amoroso trágico. Cuando este clima no existía, porque su amante le fuera fiel o las relaciones sosegadas, parecía como si lo buscase, creando las condiciones necesarias para que ese clima se produjera. Una vez en él, respiraba la atmósfera trágica que, si le destruía, también le exaltaba. A veces me he preguntado si ese clima intenso en la relación amorosa lo perseguía Vicente por una necesidad fatal de inspiración poética. Siendo el amor y todo lo que esta pasión lleva consigo el más poderoso motor de su poesía, la fuerza oculta del subconsciente puede quizá explicar esa necesidad de la atmósfera trágica del amor, cuanto más intensa más fácil de transmutarse en gran poesía. Todo esto que se me ocurre no es incompatible con el hecho de que en plena atmósfera amorosa Vicente sea absolutamente incapaz de escribir un solo verso, pues el sufrimiento o la ansiedad paralizan su pluma, atenazan su espíritu, impidiéndole dedicarse a otra cosa que contemplar en sí mismo los efectos exaltadores o destructores de su pasión. Pero si entonces no escribe una línea, aquellos efectos no pasan en balde. Cuando, pasados unos días, la relampagueante dicha o el recuerdo del fuego destructor se serenan y vuelve el alma a su soledad, brotan entonces como un torrente esos apasionados poemas de amor que son quizá la justificación de su existencia.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

3 de enero de 1952

En Velintonia. "En el amor", me confiesa Vicente, "he sido siempre muy conservador, hasta un extremo que yo mismo me asombro. No sé romper un lazo amoroso, y así me ocurre que arrastro mis amores a través de los años, aunque sean ya amores jubilados. Cuando tengo un lazo amoroso, mi instinto trabaja, quizá inconscientemente, para que ese lazo no se extinga nunca del todo. Mis amantes, si no han querido ellas romper conmigo, o si el destino no me ha separado de ellas, lo siguen siendo año tras año, hasta que se hacen viejas, como la pobre Eva, que a sus 60 años desde la Alemania castigada me escribe todavía tiernas cartas, y hasta hace pocos años venía cada verano a verme en Miraflores y paseábamos juntos como un matrimonio bien avenido, ya lejano el amor y apagada su brasa".

15 de marzo

En Velintonia. Me pregunta Vicente por la Fiesta de la Poesía dedicada a la primavera que se prepara en el Ateneo. Afortunadamente, no han contado con Vicente ni conmigo, de lo cual sólo podemos alegrarnos. Habría que preguntar a los organizadores oficiales -Ministerio de Información- qué clase de poesía se trata de festejar, pues si es la del señor Martínez Kléiser y la del señor Ochaita, firmantes del manifiesto-convocatoria que ha aparecido en la Prensa, aviados estamos. ¡Pobre primavera!

21 de marzo

Se celebró en el Ateneo la Fiesta de la Poesía. Numerosos poetas -y algún poetastro- leyeron poemas alusivos a la primavera, entre ellos, el inevitable Pemán, Gerardo Diego.' García Nieto, José Javier Aleixandre -sobrino de Vicente- y Luis Fernández Ardavín, modernista rezagado que cree que el modernismo sigue vivo, y cuya intervención estuvo a punto de cargarse la celebración primaveral. Sin el menor sentido de la medida, leyó durante casi una hora unos poemas, larguísimos y aburridísimos. El público aguantó la interminable rociada poética de Ardavín, pero al final se mostró impaciente y estuvo a punto de interrumpir al ilustre bardo.

15 de abril

En Velintonia. Indignación de Vicente contra Pérez Embid, director general de Información, que ha negado el permiso para que Ortega vuelva a sacar la Revista de Occidente. De nada ha servido el esfuerzo de Pedro Laín para que se autorizara de nuevo su salida. Floro -como le llaman sus amigos- se ha negado en redondo a dar el permiso. No hay -otra explicación que su

Pasa a la página 14

Sobre el amor y otras historias

Viene de la página 13

temor a que la revista de Ortega, con su prestigio auténtico, se. ponga a la cabeza y acabe con el falso prestigio de Arbor y otras revistas oficiales, algunas manejadas por el Opus, como la misma Arbor. Sin duda el Opus teme que Ortega, con su revista, vuelva a adquirir de nuevo una influencia directa sobre la juventud.

25 de mayo

En Velintonia. Me recibe Vicente en el jardín, ya soleado, junto al cedro que lo preside. Tiene una noticia que darme, que yo ya sé y vamos al grano. Le han llegado rumores, que parecen ciertos, de que el nefando Vigón -el enemigo número uno de los escritores antifranquistas- tenía preparado un dossier contra Vicente, denunciándole como rojo. Una de las supuestas pruebas que aportaba era un romance político, El fusilado, publicado por Vicente en la revista El mono azul, dirigida por Alberti durante la guerra civil. Afortunadamente, una mano sensata y amiga ha debido parar el golpe. Me dice Vicente que éste sólo le hubiera preocupado por su hermana Conchita y por la Academia. Dámaso está preocupadísimo por esos rumores y teme que cualquier día Vigón le elegirá a él como blanco de su ofensiva.

27 de septiembre

En Velintonia. Le pregunto cómo lleva su nuevo libro, Historia del corazón. "Veo este libro mío"me dice, "como un libro muy vivido, con muchos años y mucha vida amorosa en' él. Los primeros poemas destacan, como en primer plano, con lente de aumento, las partes o aspectos de la amada: la mano, la piel, el rostro, por ejemplo, Mano entregada y La frontera. Otros poemas refieren a la historia cotidiana del amor y sus vicisitudes: el encuentro, la ruptura -último amor-, la ausencia, un paseo por el bosque con la amada -El bosquecillo-, el despertar después del amor, etcétera. Finalmente, en una tercera secuencia de poemas yo veo desde el amor, desde la sabiduría ya serena y madura del amor, otras cosas, como la solidaridad con los demás, con las gentes humildes. Me veo ya viejo, mirando el mundo desde la vejez y la madurez del amor. Hay, pues, en esta última serie una intención trascendente que no poseen las otras...".

5 de octubre

En Velintonia. Encuentro a Vicente indignado contra la declaración que han hecho los obispos españoles en la que se niegan a que ciertos artículos de la ley de Enseñanza Media sean reformados en las Cortes franquistas:

"No soy anticlerical, ya me conoces, y respeto a la Iglesia. Pero que ésta se permita coaccionar al Estado hasta ese punto de intransigencia me parece intolerable, aunque esas Cortes sean franquistas. La culpa la tiene, naturalmente, Franco, con su lamentable política religiosa, que ha consistido en dar todo a la Iglesia: lo que pida y lo que no pida. Y claro es, la Iglesia pide más y más. No se contenta con una tajada: las quiere todas, el pastel completo. Y así, el negocio de la enseñanza religiosa en España es fabuloso. Y cuando el Gobierno se ha atrevido a pedir a las congregaciones religiosas que deberían dar más becas a los estudiantes pobres, se han negado en redondo, y han dicho que las becas las dé el Gobierno. Lo curioso es que con esa política de concesiones y entrega total a la Iglesia, Franco no ha conseguido aún que el Papa le mire con buenos ojos. En el Congreso Eucarístico de Barcelona, por ejemplo, el mensaje del Papa hablaba sólo de Cataluña, sin mencionar para nada a España ni a Franco". Para terminar, me narra Vicente una historia divertida, probablemente ' inventada, que le han contado sus amigos catalanes. Un obispo yanqui, que asistió al Congreso de Barcelona, llevado de su debilidad hacia su propio sexo, logró conquistar a dos jovenzuelos barceloneses, a los que llevó a su habitación del hotel, donde hubo toda clase de escenas. Pero uno de los jóvenes tomó fotografías e intentó hacer chantaje con ellas al obispo, quien, indignado, se atrevió a denunciar el caso a la policía. Resultado: que los tres fueron a parar a la comisaría.

Por otra parte sigue diciéndome Vicente-, "el Gobierno está cayendo en una política cultural desastrosa. Cuando dos grandes figuras de exiliados, don Claudio Sánchez Albornoz y don Agustín Millares, han expresado su deseo de regresar a España para enseñar en sus cátedras universitarias, el Gobierno se ha negado a ello. No les impide volver, pero sí que se reintegren, como sería justo, a sus cátedras. Ésta es la política cultural del Gobierno, que pone por encima los odios, la intolerancia y los resentimientos políticos, a costa de los verdaderos intereses culturales de España".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_