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Giscard reaparece como adalid de los esfuerzos para unir a la oposición francesa

Soledad Gallego-Díaz

Valéry Giscard d'Estaing, ex presidente de la República Francesa, que pareció completamente hundido tras la victoria de los socialistas hace cuatro años, ha vuelto a aparecer en la escena política francesa como el responsable de los intentos de unión del centro derecha.

Todos los sondeos indican que Giscard ha sido el más beneficiado de los tres políticos que asistieron el pasado domingo al primer acto unitario celebrado por la oposición desde 1981. Los otros dos dirigentes, Jacques Chirac, alcalde de París y líder del principal partido gaullista, la Asamblea por la República (RPR), y Raymond Barre, ex primer ministro, independiente, no consiguieron ocultar sus diferencias, mientras que Giscard logró presentarse como el hombre deseoso de limar los enfrentamientos entre sus compañeros y de dar coherencia a la oposición.La reunión, de acuerdo con la mayoría de los comentaristas políticos, no consiguió borrar la imagen de desunión que presentan todavía los partidos de centro derecha, cuando faltan menos de 10 meses para las elecciones legislativas, pero sirvió para mejorar la popularidad de Giscard d'Estaing, que figura en los sondeos por detrás de Raymond Barre, pero por delante de Chirac.

El ex presidente ha repetido en numerosas ocasiones que no pretende volver a un primer plano de la política, pero en ninguna entrevista hasta ahora ha rechazado la posibilidad de aceptar el puesto de primer ministro "si fuera necesario". Por el momento, el antecesor de François Mítterrand se esfuerza por situarse como árbitro entre Barre y Chirac e ir influyendo para que uno y otro acepten sus puntos de vista sobre la acción de un futuro e hipotético Gobierno de centro derecha, basado en el liberalismo económico, pero sin llegar a los extremos de una política reaganista.

Éste fue el sentido de la ceremonia celebrada el domingo, que estuvo convocada y organizada por el propio ex presidente. Ni Chirac ni Barre se atrevieron a negar su asistencia, porque hubieran sido acusados automáticamente de impedir la unión de la oposición frente al enemigo común, es decir, los socialistas.

Sin embargo, los 4.000 o 5.000 espectadores que asistieron al acto pudieron ver cómo Raymond Barre permanecía impávido tras el discurso de Chirac, sin unirse a los aplausos. El enfrentamiento entre los dos hombres sigue en carne viva, pese a que puede resultar peligroso para la oposición en su conjunto, dado que las legislativas se celebrarán, por primera vez, con un sistema electoral proporcional. Al margen de sus apetencias personales de poder, los dos políticos mantienen posturas distintas sobre determinados aspectos del programa económico y sobre la posibilidad de cooperar con el presidente François Mitterrand, cuyo mandato no acaba en 1986, sino dos años más tarde.

Jacques Chirac es el menos popular de los dirigentes de la derecha, pero cuenta con una poderosa organización de partido, mientras que Raymond Barre, más admirado que su colega (y que Mitterrand) juega por libre y corre más riesgos.

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En cualquier caso, el espíritu federalista de Giscard d'Estaing está poniendo nerviosos a los socialistas, cuya única posibilidad de continuar en el poder es que la derecha se divida y se enfrente. La reunión del pasado domingo provocó una auténtica oleada de críticas y ataques en el seno del Partido Socialista. Lionel Jospin, secretario general del PS, la calificó de "película de spaghetti western".

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