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¿Parirás con dolor?

El médico y la técnica son más protagonistas que los padres y el recién nacido

La vertiginosa disminución de la mortalidad materna y perinatal se debe sin duda al avance tecnológico en obstetricia, pero esto se está convirtiendo, al tiempo, en el peor condicionante que encuentran las mujeres al dar a luz. La madre se ha convertido en un número más que, en la mayoría de los casos, tiene muy poco que ver en el nacimiento de su hijo, porque se ha decidido que el parto tiene que ser rápido, fácil y sin problemas, y constituye un reflejo claro de la deshumanización hospitalaria, especialmente en las grandes ciudades, donde el parto está hospitalizado casi al ciento por ciento.De hecho, el paritorio es asimilado como un quirófano por todas las usuarias sin excepción. El niño es sometido a un trato similar. Nada más abandonar el claustro materno y asomarse a la luz es separado de la madre con toda presteza y sometido a un minucioso reconocimiento médico en el que no puede por menos que sentirse tan manipulado como su madre, que, todavía en muchos hospitales, sigue pariendo en una posición, antinatural e inmovilizada.

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EXPERIENCIA INTENSA

La agresión de la técnica

Se está dando una pérdida de protagonismo de la madre en favor del médico, que se convierte en la auténtica estrella, ya que él posee la información de todo lo que ocurre y maneja la técnica. A la parturienta, como mucho, se la da el papel de actriz secundaria, y puede llegar incluso a ser una buena colaboradora. Al finalizar un parto no es extraño que el tocólogo le diga: "Se ha portado muy bien", para reconfortarla si ha tenido una buena actuación.

En las clínicas mejor acondicionadas hay toda una serie de elementos tecnológicos muy sofisticados, que son útiles en caso de complicaciones, pero que cada vez con más frecuencia se utilizan de forma generalizada. La oxitocina, por ejemplo, se emplea para lograr contracciones sincrónicas y rápidas que anulan el ritmo propio de cada mujer; la monotorización, o control electrónico del parto, sigue el mismo camino, hasta el punto de que su creador, Caldeiro Barcia, ha declarado que desarrolló este sistema "para ayudar a las mujeres con problemas en el parto, pero no para poner en problemas a todas las mujeres".

La misma posición habitual del parto -decúbito supino- es antinatural, y la inmovilización crea una fuerte angustia en casi todas las mujeres. El intervencionismo médico se pone claramente de manifiesto en la proliferación de cesáreas, considerándose esta operación muchas veces como un síntoma de calidad de asistencia sanitaria; pero estudios realizados en Estados Unidos han revelado que con demasiada frecuencia es una intervención innecesaria.

Nacer sin violencia

En contraste con estas técnicas, en nuestro país hay posibilidades de practicar el parto sin violencia con equipos que están trabajando en este sentido en San Sebastián, Baleares, Cataluña y Valencia. Este último equipo, por ejemplo, dirigido por el doctor Enguix, lleva seis años practicándolo según el sistema de Leboyer. Todo se enfoca hacia el niño que va a nacer, evitando que el tránsito entre el útero y el exterior sea traumático. La mujer se convierte en la protagonista indiscutible del parto, acompañada siempre de su pareja; de ella depende el cómo y el dónde. El parto puede realizarse tanto en la propia casa como en la clínica que el Grupo Acuario tiene en Denia. En la sala se evitan las luces directas y todo tipo de ruido, utilizándose el agua como entorno. El médico y la comadrona están presentes para intervenir si hace falta, pero todo el proceso del parto lo realiza la pareja. El cordón umbilical lo corta el propio padre cuando ya ha dejado de latir, para marcar la separación del hijo y la madre.

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