¿Hay una ecología apolítica?
Creo que lo único verdaderamente convincente del artículo La ecología política, de Laurent Samuel (EL PAIS, 25 de mayo) es la frase que pone punto final, es decir: "Pero al menos todos estarán de acuerdo en un punto: la necesidad de tener cuidadosamente en cuenta las adquisiciones y los descubrimientos realizados desde hace un siglo por los ecólogos". Al menos, en 1985, hemos llegado a este consenso en el amplio espectro de todos los que simpatizan con el ecologismo. No es poco... Por lo demás, el artículo citado es un refrito de hechos históricos deslabazados en el que ni son todos los que están ni están todos los que son. De otro lado, hay que reconocer al señor Samuel una muy curiosa y divertida interpretación de lo que hoy es el movimiento verde. Cualquier observador un poco puesto comprende fácilmente que el tema de los verdes empieza a preocupar seriamente a ciertos ecólogos, y también a los que no lo son.Estoy seguro de que más de un ciudadano se habrá asustado al descubrir, leyendo al señor Laurent, que los verdes somos una especie de jomeinistas, seudotestigos de Jehová, huérfanos de Marx, prosoviéticos y, por si fuera poco, disponemos de un cajón de sastre de donde sacamos las soluciones simplistas a cualquier problema. El autor lo define como integrismo verde contrastado con esa otra alternativa que es la "ecología abierta fundada en el pragmatismo y el rechazo de las ideas preconcebídas". En coherencia, en líneas anteriores, ya nos había definido a los verdes como "un movimiento sectario que defiende una ideología cerrada". Tendremos que resignarnos a tener que escuchar estas cosas de ahora en adelante. Tampoco es malo que se digan, pues así cada cual va poniendo sus cartitas sobre la mesa...
Lo peor que hay en esta vida es generalizar y ya se sabe que cualquier comparación resulta odiosa. Ni el movimiento verde es un todo ni tampoco la profesión de bombero conservacionista es monolítica. En uno y otro sitio hay de todo como en la famosa viña del,Señor, y ello sea dicho salvando las distancias geográficas que introducen más complejidad y heterogeneidad. ( ... )
En lo tocante a ideas preconcebidas, los verdes reivindicamos la utopía precisamente porque no reconocemos que exista hoy una solución, ni técnica ni política, que pueda ser una herramienta valiosa para resolver la crisis global que envuelve a las sociedades productivistas. La idea (o el mito) de progreso ni nos seduce ni creemos que se pueda reconocer como tal una situación que atenta contra la salud y la felicidad del ser humano. El progreso se queda para los nuevos tecnócratas que nos anuncian una sociedad atómica sin residuos radiactivos. El pragmatismo que practicamos los verdes es muy elemental, a saber: cada época tiene ,sus problemas y la actual plantea a la humanidad el reto de la supervivencia. Así de sencillo: no está nada claro que vaya a ser posible superar el riesgo del terricidio (catástrofe ecológica) o el del humanicidio (holocausto nuclear). Por tanto, al hacer de la utopía nuestra bandera no nos estamos plantando lo inalcanzable, sino simplemente lo racional en un mundo enloquecido que todavía confía en que es posible mantener su ritmo de consumo indefinidamente mientras que anualmente mueren de hambre 40 millones de personas. ( ... )
Finalmente la democracia de lo cotidiano es una idea bellísima que no tiene nada que ver con la democratización de las opciones técnicas, sino en todo caso con la subordinación de toda técnica a las necesidades reales del ser humano liberado. La democracia de lo cotidiano está opuesta a toda idea de poder como institución, porque supone la reapropiación del poder de cada individuo usado conscientemente y sin mediadores, para ser verdaderamente dueño de sí mismo. La democracia más cotidiana será, precisamente, aquella que no precisa ningún tipo de democratización. Cada uno toma lo que es suyo y punto. Así de simple.-
Los Verdes Alternativos de Madrid.
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